Desde su infancia, este santo estuvo
adornado de todos los dones de la naturaleza y de la gracia. En cargado por una
familia noble de acompañar a tres jóvenes en un viaje a través de varios
estados de Europa, trató de inspirarles el amor a la religión y el gusto a
la piedad, más con sus ejemplos que con sus palabras. Algunas injusticias que
no pudo impedir en el ejercicio de su profesión de abogado lo impulsaron a huir
de los peligros del mundo. Se hizo capuchino y obró tantas conversiones que los
calvinistas resol vieron deshacerse de él. Cayó bajo sus puñales asesinos
invocando los nombres de Jesús y de María, el 24 de abril de 1622.
MEDITACIÓN
SOBRE LAS BUENAS
Y MALAS COMPAÑÍAS
I. Huye de las malas compañías;
insensible mente se insinúa el vicio e insensiblemente desaparece
el amor a la virtud. Acaso resistas en un principio, pero
terminarás siendo arrastrado. Te familia rizarás con el vicio y no te
avergonzarás ni de decir, ni di hacer lo que dicen o hacen los demás. ¡Desdichado!
¿Acaso tu misma experiencia no te ha demostrado ya cuán peligrosas son
las malas compañías? Mira las faltas ajenas como una vergüenza,
nunca como un ejemplo. (San Euquerio).
II. El demonio no tiene instrumento más poderoso
para perder un alma que un mal compañero; es el intérprete de su voluntad y el
ejecutor de sus órdenes. Inficiona el entendimiento con sus máximas dañinas;
arrastra la voluntad con sus ejemplos perniciosos. Es como un pájaro, a quien
el demonio mantiene en su trampa, que busca atraer otros a ella. Opón tú a sus
máximas y a sus ejemplos las máximas del Evangelio y los ejemplos de los
santos.
III. Abandona lo antes posible esa mala
compañía; huye de los habitantes de Sodoma, o, de lo contrario, prepárate
a perecer con ellos. Rompe con esa amistad peligrosa; por más santo que
te creas, te asemejarás a quien frecuentas. Conversa con las almas
santas: insensiblemente te inspirarán el amor a la virtud y el horror al
vicio.
Huir de las malas compañías
Orad por
la Iglesia.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis abrasado al bienaventurado Fidel con seráficos
ardores de caridad, y que lo habéis coronado con la palma del martirio y
con el don de milagros por su celo en la propagación de la fe, os
suplicamos en nombre de sus méritos e intercesión, que de tal modo nos
confirméis en la fe y en la caridad por vuestra divina gracia que podamos
permanecer fieles hasta la muerte en vuestro servicio.
Por J. C. N. S.
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