4 de Mayo
SAN GOTARDO o GODOFREDO

Obispo

   San Gotardo -o Godofredo- nació en el pueblo bávaro de Reichersdorf.  No disponemos de datos que se refieran a su niñez. Se le conoce ya con datos fiables cuando en el 990 era monje benedictino en Nieder Altaich, cerca del lugar donde nació, y pocos años después se le elegía abad de este monasterio, en el que devolvió toda su pureza original a la regla de san Benito, un tanto relajada en muchas comunidades. Con justicia puede ser considerado como uno de los reformadores más conspicuos de su época. 

   Su fama llegó a ser tal que el emperador san Enrique II(1) le confió la reforma de otros cenobios, como las abadías de Hersfeld y Tergensee, y por fin en el 1022 sucedió a san Bernardo de Hildesheim en su diócesis, muy lejos ya de su Baviera natal. Continuó los proyectos artísticos bernardinos, llegando a terminar la catedral y la iglesia de San Miguel de Hildesheim. Su labor pastoral no quedó agotada en las piedras por mucho arte que pudiera sacarse de ellas. Se esforzó igualmente en arbitrar medios que facilitaran la enseñanza de la juventud, proporcionó al pueblo sencillo escuelas y hospitales, y fundó asilos para pobres. Quizá sea por este trato directo con la enfermedad que intentaba aliviar en los dolientes, por lo que se le acostumbra a invocar entre sus muchos devotos en Austria y Prusia contra la gota y los reumatismos. De todos modos, ha pasado a la historia sobre todo como un gran obispo constructor. 

   Una de sus más grandes actuaciones como obispo fue construir un hospicio en los arrabales de la ciudad para los enfermos y pobres. Cualquiera que se hallase en necesidad podía permanecer allí, pero San Gotardo tenía poca paciencia con los vagabundos profesionales físicamente capacitados, y no les dejaba permanecer más de unos pocos días.

   San Gotardo entendió que aunque se nos pide prestar ayuda a quienes lo necesitan, no estamos obligados a ser tontos o ingenuos al respecto. Si hubiese convertido su hospicio en un refugio de oportunistas, los verdaderamente necesitados habrían tenido que quedarse fuera por falta de espacio. No obstante, San Gotardo dejó que la virtud de la caridad mandase en todas las ocasiones. Dejó entrar a todo el mundo en el hospicio, y les dio cobijo y alimento durante dos o tres días, tiempo suficiente para hacerse una idea de si intentaban engañarle.

   Murió en el 1038.