Entre los innumerables y señalados beneficios que
ha recibido España de su bienaventurado apóstol y defensor Santiago, es digno
de eterna recordación y agradecimiento el que alcanzó en Clavijo. Porque
dominando aún en España los sarracenos y oprimiendo a los pueblos cristianos
con graves y deshonrosos tributos, el rey Rainiro, que había subido al trono de
León, rechazó sus injuriosas demandas y procuró con toda sus fuerzas
enflaquecer el poder de los moros y librar a nuestra patria de aquella tan dura
servidumbre. Hizo pues un llamamiento general a las armas, y juntando un
poderoso ejército se entró en las tierras de los enemigos. Abderramán lleno
de coraje, llamó en su auxilio hasta las tropas africanas, para salir a su vez
al encuentro de los cristianos. Encontráronse los ejércitos cerca de Avelda y
en aquella comarca se dio la batalla de poder a poder, y pelearon con dudoso
suceso, hasta que cerrando la noche, mandó don Ramiro re tirar sus tropas
cansadas y destrozadas al vecino collado llamado Clavijo, donde se fortificó lo
mejor que pudo e hizo curar a los heridos. El rey, oprimido de tristeza y de
cuidado, se quedó adormecido, y entre sueños se le apareció un varón
celestial de gran majestad y grandeza, y preguntándole el rey quién era:
"soy, respondió, Santiago Apóstol, a quien ha con fiado Dios la
protección de España. ¡Buen ánimo! mañana te ayudaré y alcanzarás ilustre
victoria de tus enemigos". Despertó el rey con esta visión y dio cuentas
de ella a los obispos que seguían su campo y a los capitanes del ejército; y
al amanecer, dada la señal del combate, bajaron las huestes españolas del
monte; y como bravos leones se arrojaron sobre los bárbaros, invocando el
nombre de Santiago. Asombráronse los sarracenos al ver el ímpetu y valor con
que los acometían unos enemigos a quienes contaban por vencidos, y creció más
su confusión con los favores que nos vinieron del cielo. Porque Santiago,
cumpliendo la palabra que había dado al rey, se dejó ver en el aire, cercado
de una luz resplandeciente, que a los cristianos infundía grande confianza y
fortaleza, y a los moros terror y espanto. Venía el santo Apóstol montado en
un blanco corce1 en una mano traía un estandarte blanco en medio del cual
campeaba una cruz roja, y con la otra mano blandía una espada fulminante que
parecía un rayo. Capitaneando así nuestra gente se alcanzó la más ilustre
victoria. Unos setenta mil sarracenos cayeron muertos en el campo, quedando
humillada desde aquel día la soberbia de los moros, y España libre del
ignominioso tributo.
REFLEXIÓN
Desde este tiempo comenzaron los
soldados españoles a invocar en las guerras al glorioso apóstol como a su
valeroso y singular defensor, lo cual hacen en todas las batallas, y la señal
para acometer y cerrar con el enemigo, hecha oración y la señal de la cruz, es
invocar al santo y decir: "¡Santiago, cierra España!" Y por este
singular patrocinio del santo apóstol han tenido felicísimas sucesos y acabado
cosas tan extrañas y heroicas que humanamente no parece que se podían hacer.
Invoquemos también nosotros al santo para que nos defienda de nuestros enemigos
visibles e in visibles y especialmente de los demonios y hombres diabólicos que
causan la perdición temporal y eterna de los hombres.
ORACIÓN
¡Oh gloriosa Santa Rita de Casia! Con el alma
llena de confianza por los continuos favores que alcanzas del cielo, en bien de
tus fieles devotos, vengo hoy a tu presencia, a rogarte que intercedas con tu
Amado Esposo y Redentor del mundo, a fin de que oiga benigno lo que solicito de
su gran poder e infinita misericordia. A ti, que recibiste en el transcurso de
tu larga y santa vida, tantas y tan repetidas muestras de ser un alma
privilegiada de su Amor, te atenderá bondadoso, si le ruegas por mí con ese
ardiente fervor que siempre te animaba cuando te postrabas a orar a los pies del
santo Crucifijo. Por J. C. N. S. Amén.
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