En la Republica Argentina

Sábado anterior al Domingo II
después de Pascua
NUESTRA SEÑORA DEL VALLE DE CATAMARCA

   Los Conquistadores de la Madre Patria trajeron para estas tierras, juntamente con la civilización, la luz del Evangelio. Junto a la espada de la conquista venía la Cruz del amor y de la Redención. Junto al soldado, el misionero. Junto a los pendones reales de la vieja y heroica España, llegó también a estas tierras nativas lo que constituía el alma de la Raza: el amor a la Madre dé Dios y de los hombres. Y ella quiso ser la Madre y la Reina de la raza redentora y de la raza redimida y les dio como prenda de su amor, su Imagen Morenita y eligió por trono la humildad de una gruta de las lomitas de Choya, donde recibió por vez primera el humilde homenaje de los Indios y el culto de los Españoles.

   Por aquellos tiempos moraba en Valle Viejo, Don Manuel de Zalazar. Hombre justo y buen cristiano, noble e hidalgo era el Administrador del Valle y como tal, el defensor de los indios y el consejero de los labriegos españoles. De oídas supo que algunos indios se internaban en las quebradas y junto a una gruta, con lámparas y velas encendidas y al compás de la quena bailaban sus danzas de homenaje frente a una misteriosa imagen. Temiendo que ello fuera cosa de idolatría y que los indios volvieran a sus antiguas supersticiones, fue siguiendo a escondidas aquellas procesiones. y, cual no sería su sorpresa y al mismo tiempo su gozo, al encontrar en esa gruta, la maravillosa imagen de la muy Limpia y Pura Concepción de María Santísima.

   Llenóse de alegría el español y convocando a todos los moradores del Valle, puso sobre sus hombros la sagrada Imagen y trasladóla solemnemente a un altarcito que le había preparado en su casita de San Isidro. Desde aquel momento convirtióse la casita del piadoso labriego, en el primer santuario de la que comenzó a llamarse Nuestra Señora del Valle y su devoción se extendió hasta  hacerse popular y los peregrinos de todos los lugares llegaban con sus ofrendas, promesas y romerías.

   Mientras tanto los pobres indios acostumbrados a la compañía de la Madrecita Morena en la gruta, al verla vacía, quedaron tristes y se sentían abandonados. Tampoco Ella olvida a sus pobrecitos indios y a favor de ellos obra su primer prodigio. Una mañana, Zalazar encuentra vacío el altarcito que le había dedicado. La Virgen había desaparecido misteriosamente. La sorpresa y al mismo tiempo la tristeza de no encontrar la sagrada Imagen de la Señora, lo llevan a sospechar del indio que le había comunicado el descubrimiento de la gruta. Pero la inocencia del pobre indígena es manifiesta. Mientras tanto, todo el vecindario consternado se dedica a una intensa búsqueda sin fruto alguno.

   De pronto un misterioso emisario llega en busca de Zalazar, todos corren en la misma dirección encaminándose a la gruta. Y allí la encuentran de nuevo recibiendo el homenaje de sus hijos más humildes. Zalazar lleno de gozo y todos los vecinos del Valle se organizan en procesión para llevarla nuevamente al altar de San Isidro. Zalazar la regaña cariñosamente: ¡qué traza de Madre de Dios! Llena de abrojos y cadillos. Los vestidos desgarrados. Mire que no tengo plata para comprarle nuevos. Así ocurre varias veces, y todos comprenden que Dios quiere hacer portentos por medio de esta imagen.

   Los peregrinos y devotos comenzaron a llegar en gran número. La casa de Zalazar resultaba así pequeña e incómoda. Entonces reunidos los vecinos más acaudalados como Luis de Madina y Pedro de Maidana y otros ricos estancieros, resolvieron levantar una Capilla propia. Esta se construyó en el lugar en que actualmente se eleva la Hermita de Nuestra Señora del Valle de San Isidro (Valle Viejo). De adobes, madera, caña y paja, engalanada con un sencillo pero airoso campanario, fue la primera Iglesia de la Virgen del Valle, allá por 1630.