Como lo declaró Pío XI, quien llamó a San Vicente Pallotti
"prefundador" de la Acción Católica, éste se adelantó un siglo a
su época en materia de ideas de apostolado. En un mundo que consideraba toda
forma de apostolado activo como propia y exclusiva del clero, San Vicente
concibió un triple programa: La participación de todos los católicos en el
apostolado entre los paganos; la participación de todos los católicos en el
trabajo de confirmación y profundiza ción de la fe entre los que ya la poseían;
la participación de todos los católicos en las obras de misericordia, así
espirituales como temporales. La contribu ción de San Vicente a la realización
de este programa consistió, ante todo, en su propia vida. En segundo lugar, en
la difusión de sus ideas y aspiraciones. Finalmente, en la fundación de una
congregación de sacerdotes y hermanos legos que vivían en comunidad sin hacer
votos, ayudados por un instituto femenino y por los clérigos y laicos afiliados
a la fundación. San Vicente llamó a esta organización la "Sociedad del
Apostolado Católico"(1).
Vicente Pallotti había nacido en Roma, en 1795.
Su padre era un tendero acomodado. La vocación de Vicente al sacerdocio se manifestó desde
muy tem prana edad. Sus comienzos en la escuela fueron poco brillantes. Su
maestro, el P. Ferrari, decía: "Vicente es un santo en miniatura, pero
tiene una cabeza de burro". Sin embargo, el talento de Vicente se desarrolló
con los años, y fue ordenado sacerdote, cuando sólo tenía veintitrés años.
Poco después, obtuvo el diploma de doctor en teología, y fue nombrado profesor
auxiliar en la Sapienza. La amistad de Vicente con San Gaspar del Búfalo no
hizo sino aumen tar su celo apostólico, y el santo renunció pronto a la cátedra
para consagrarse al trabajo pastoral activo.
La fama de Vicente como confesor se extendió
pronto. El santo desempeñó este oficio en algunos de los colegios de Roma,
entre los que se contaban al Esco cés, el Irlandés yel Inglés, donde se hizo
gran amigo del rector, Nicolás Wiseman. Pero no todos apreciaban igualmente al
sacerdote. Cuando fue nombrado para ocupar un puesto en la iglesia napolitana de
Roma, encontró una increíble oposición por parte del clero. Lo más
sorprendente es que tal oposición se prolongó diez años, antes de que las
autoridades competentes cayesen en la cuenta y pusiesen fin al escándalo. El más
implacable de los enemigos de Vicente, el primer vicario de dicha iglesia, vivió
lo suficiente para dar testimonio en su favor durante su proceso de beatificación.
"El P. Pallotti no dio jamás el menor motivo que le mereciese el mal trato
que recibió -declaró el vicario-; a mí me dio siempre las mayores muestras
de respeto; se descubría la cabeza siempre que me hablaba, y en varias
ocasiones intentó besarme la mano".
San Vicente inauguró su trabajo por la conversión
y la justicia social con un grupo de clérigos y laicos. Este fue él núcleo, a
partir del cual, la Sociedad del Apostolado Católico tomó forma definitiva en
1835. El fundador escribía a un joven profesor: "Ud. no está hecho para
el silencio y las austeridades de los trapenses y los ermitaños. Santifíquese
en el mundo, en su vida social, en su trabajo, en su descanso, en sus deberes de
profesor y en sus contactos con los publicanos y pecadores. La santidad consiste
simplemente en hacer siempre y en todas partes la voluntad de Dios". San
Vicente organizó escuelas para los zapa teros, los sastres, los empleados de
transportes, los ebanistas y los vendedores de legumbres, a fin de completar su
educación y desarrollar en ellos el orgullo por su trabajo. Igualmente,
estableció cursos nocturnos para los trabajadores jóvenes, y un instituto para
mejorar los métodos de los agricultores. Todo ello no le hizo perder de vista
el aspecto más profundo de su misión. En 1836, inauguró la práctica de
celebrar la misa de cada día de la octava de la Epifanía, según un rito
diferente, para orar especialmente por la reunión de los orientales disiden
tes con Roma. La práctica se estableció en 1847, en la iglesia de Sant' Andrea
delle Valle, y desde entonces, ha continuado hasta nuestros días.
Se ha dicho con razón que Roma tuvo un segundo San
Felipe Neri en San Vicente Pallotti. ¡Cuántas veces volvió el santo a casa
medio desnudo, después de haber regalado sus vestidos! ¡Cuántos pecadores
fueron reconciliados por él! En cierta ocasión, el santo se disfrazó de mujer
para ir a visitar a un enfermo que había prometido matar al primer sacerdote
que se le acercase. Su fama de exorcista era muy grande. Poseía el don de leer
en los corazones y de predecir el futuro, y curaba a los enfermos con la bendición
o con unas palabras de aliento. Según dijo Pío XI, San Vicente Pallotti previó
todo lo que se refiere a la Acción Católica, sin excluir el nombre. Y el
cardenal Pellegrinetti añadió: "Hizo todo lo que pudo y aun mucho de lo
que no podía. San Vicente murió
a los cincuenta y cinco años de edad, el 22 de enero de 1850. Tal vez atrapó
un resfriado que se convirtió en pleuresía, por haber regalado su abrigo antes
de una larga sesión en un frío confesionario. Cuando le llevaron el viático,
el santo tendió los brazos y murmuró: "Jesús, bendice a la congregación
con una bendición de bondad, con una bendición de sabiduría..." Las
fuerzas le faltaron para concluir: "... con una bendición de
poder". El Papa Pío XII autorizó su culto.
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