De acuerdo con algunos detalles
de la Sagrada Escritura, Ananías fue un fiel observador de la ley. Gozó de buena reputación
entre los habitantes de Damasco (Hechos XXII, 12). San Pablo, en la narración
de su propia conversión nos lo presenta bajo este aspecto favorable. Sabemos
que Ananías, en el milagro de esta conversión, recibió del Señor mismo la
orden de cumplir una misión y que obedeció fielmente.
Una tradición que no es de
primera mano, hace de Ananías uno de los setenta y dos discípulos. Puede ser que se hubiera contado
entre los oyentes de Jesús. San Agustín (Quaest., vol. II, c. X, I) asegura
que era sacerdote y que San Pablo le fue enviado para que recibiera de su mano el
sacramento cuya dispensación el Hijo de Dios ha dejado al sacerdocio de su
Iglesia. En seguida, se representa a Ananías como obispo de Damasco. Según
datos griegos, Ananías evangelizó la ciudad de Damasco y la Eleuterópolis. El
juez Licinio (o Luciano) lo hizo azotar. En fin, Ananías fue lapidado a la
salida de la ciudad. Todos estos detalles se reproducen en el Martirologio
Romano.
Los griegos honran a Ananías,
el día 1 de octubre. Los latinos desde Usuar do, han unido su fiesta a la
conmemoración de la conversión de San Pablo, el 25 de enero. Todo lo que se
cuenta de su martirio es incierto, lo mismo que la afirmación de los
bolandistas a propósito de la traslación de la cabeza de Ananías, de Roma a
Praga.
En Acta Sanctorum, 25 de
enero se encuentra la traducción latina de las actas griegas, TilIemont, Memoires
pour servir... vol. I, p. 199 y 545. Quentin Les martirologes hist. du
Moren Age, p. 416 y 589.
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