No se puede decir que los
católicos de otras naciones ignoran la historia reli giosa de Francia en el
siglo XVII, pero es indudable que uno de los aspectos menos conocidos de esa
historia es el trabajo de los misioneros en el interior del país. Todo el mundo
está al tanto de las actividades de un monsieur Olier, en París, o de un San
Vicente en todo el territorio francés; pero son mucho menos conocidas las
actividades de un San Juan Eudes en Normandía, de un San Pedro Fourrier en
Lorena, de un P. Juan Lejeune en el Limousin, el Languedoc y la Provenza, de un
San Juan Francisco de Regis en Velai y Vivarés, y en general de todas las
misiones de la Bretaña. Sin embargo, según opina Henri Brémond, estas últimas
fueron las más fructuosas de todas y, cierta mente, las más pintorescas.
Entre los misioneros de la Bretaña se destacan el benedictino Miguel Le
Nobletz y el P. Julián Maunoir. Este había nacido en la diócesis de Reims
en 1606 e ingresó en la Compañía de Jesús, en 1625.
Sin
duda que se ha exagerado la impiedad y barbarie de los bretones de aquella época
y la negligencia de su clero; pero eso no quita que fuesen ex tremadamente
supersticiosos, brutales, turbulentos y al mismo tiempo, muy abiertos al mensaje
evangélico. La región que produjo tantos piratas penden cieros fue también
la tierra de Armelle Nicolás y de los calvarios barrocos y las estatuas de la Baja
Bretaña. Los místicos abrieron el camino a los misio
neros. Y el P. Bernard, S. J., y Dom Le Nobletz, atrajeron la atención de Julián
Maunoir hacia ese campo y le aconsejaron que aprendiese el idioma bretón. El P.
Maunoir llegó a dominarlo en brevísimo tiempo.
Hay
ciertas analogías entre la Bretaña católica y las regiones protestantes de
Gales y Cornwall. A propósito de las misiones bretonas, Henri Brémond usa la
palabra inglesa "revival" (renovación), y hace mención de Bunyan y
del "Pilgrim's Progress". El historiador anglicano de las misiones de
Cornwall, el difunto canónigo Gilbert Doble, tituló su corta biografía de
Julián Maunoir "El John Wesley de la Bretaña". Es muy instructiva la
comparación entre la biogra fía del P. Maunoir, escrita por Séjourné, y el
"Diario" de John Wesley, así como la comparación entre este
"Diario" y el del beato Julián Maunoir.
Cuando
el P. Maunoir empezó a trabajar en la Bretaña, en 1640, había sólo otros dos
misioneros. A su muerte, ocurrida cuarenta y tres años más tarde, había más
de mil. Renán habría de quejarse, más tarde, de que sus ante pasados habían
sido "jesuitizados" y desnacionalizados por los misioneros pro
cedentes de otras regiones de Francia. La realidad es que hubo apenas un puñado de jesuitas, de
los que la mayoría eran bretones, y un fuerte contin
gente del clero bretón que cooperó con los padres de la Compañía y se sometió
espontáneamente a la rigurosa disciplina que les impuso el P. Maunoir. Por lo
demás, la técnica del trabajo misional había sido ideada por un bretón no
jesuita, Miguel Le Nobletz, a quien se ha llamado "el último de los
bardos". La tarea consistía, ante todo, en la instrucción
religiosa; "la predicación emocional", capaz de arrastrar a las
multitudes en un momento dado, sólo se empleó como instrumento secundario. Los
misioneros se ayudaban en su tarea con imágenes en colores, algunas de las
cuales se conservan todavía en la biblioteca de Quimper. Se trataba de ilustraciones de la Pasión, del
Padre nuestro, de los pecados capitales, etc., bajo las diferentes alegorías del
Caballero Errante, de las Seis Ciudades de Refugio, de Los Tres
Arboles... Con esto, se despertaba la imaginación popular y las cualidades
poéticas del espíritu humano. Las imágenes, la vividez y el sentido del humor
de los comentarios hechos por los misioneros es lo que hacía pensar a Henri Brémond en Bunyan. Pero además, había representaciones con cuadros plásticos vivientes. De ahí
se originaron las famosas procesiones en las que se
representaba, por ejemplo, la Pasión del Señor. El P. Maunoir predicaba y los
actores encarnaban su pala bra, en tanto que "los oyentes sollozaban de
emoción". Algunos se quejaron de la emotividad de tales actos, pero los
obispos bretones apoyaron al misionero.
Otro de los métodos
era el empleo de cantos religiosos, de los cuales algunos eran ya tradicionales
y otros habían sido compuestos por el mismo P. Maunoir. Probablemente sólo nos
ha quedado uno, tal como él lo escribió, y debe con fesarse que en la
traducción del bretón al francés, pierde mucho de su gracia original. Lo
cierto es que Julián tenía el don de versificar con gran sentimiento y que los
cánticos religiosos constituían un factor importante en las misiones bretonas.
Al empleo del idioma local se añadía la devoción a los santos bretones de la
antigüedad. La región de Sto Corentin, en la diócesis de Quimper, fue el
campo predilecto del P. Maunoir.
Como la leyenda de
los santos celtas está llena de milagros -algunos de ellos conmovedores, otros
fantásticos y aun poco edificantes entre los realmente convincentes-, así la
evangelización llevada a cabo por Julián, fue apoyada por numerosos milagros y
prodigios. El P. Boschet, S. J., que escribió la primera biografía del
beato en 1697, había estudiado una narración de sus milagros; su comentario
fue el siguiente: "Me parecieron tan extraordinarios que no pude por menos
que sospechar que el autor había exagerado la realidad para glorificar al
siervo de Dios". Sin embargo, después de haber hecho investigaciones de
tenidas, el escepticismo del P. Boschet disminuyó mucho. ¿ Por qué sorpren
derse de que la renovación del Cristianismo en Bretaña haya sido confirmada con milagros semejantes a los que acompañaron su introducción en el mundo? (
Desde el punto de vista humano, el P. Maunoir no era especialmente inteli
gente y tenía cierta tendencia a la credulidad; pero era, a la vez, un
verdadero jefe que se hacía obedecer, un organizador de primera talla y un
hombre de gran visión. Buena parte del éxito de sus misiones se debe a que
las dirigió tanto a los pastores, como a las ovejas. El
puntero para comentar las imágenes, se convirtió en el arma distintiva de sus
misioneros y en un símbolo del dedo que señalaba el camino.
Durante los Ejercicios Espirituales que precedieron a su ordenación, Julián de Maunoir escribió, acabando de comulgar: "Sentí un celo
extraordinario por la salvación de las almas y un gran deseo de trabajar por
ellas con todos los medios posibles. La voz del Señor repetía en mi
corazón: 'Yo trabajé, lloré, sufrí y morí por ellas'." Estas palabras
resumen la vida de Julián. Después de su muerte, ocurrida en Plévin de
Cournouaille, el 28 de enero de 1683, los peregrinos acudieron en
masa a besar aquellos pies que habían viajado por toda la Bretaña y llevaron hasta sus últimos
rincones el mensaje envangélico. Fue beatificado por Pío XII el 20 de mayo de
1951.
Ver F. Boschet,
Le par/ait missionnaire (1697); X. A. Séjourné, Histoire de... Julien M aunoir (1895); H. Brémond, Histoire litéraire du sentiment rélisieux
en France... , t. V., pp. 82-117; H. Pourrat, La spiritualité chrétienne,
t. IV, p. 122; y G. H. Doble, en Pax, núm. 85 (1927), pp. 318-329.
Ver también H. de Gouvello, Le vénérable Michel le Nobletz (1898).
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