1 de Junio
BEATOS LUIS y JUAN MAKI,
Mártir

   A

   Luis Maki y sus hijos Miguel, Juan y otros dos más, mártires japoneses, son recordados especialmente por su espíritu cordial y fraterna hospitalidad. En el período de la persecución, su casa estaba abierta a los cristianos perseguidos, se preocupaban por buscar cómo ocultarlos o facilitar su fuga para que se pusieran a salvo.

   El 22 de julio de 1626 el padre Tomás Tzugi fue sorprendido en Nagasaki en la casa de los Maki después de la celebración de la Santa Misa. No solamente el sacerdote jesuita fue aprisionado, sino también los que le habían dado valerosa hospitalidad. Las leyes de la persecución vigentes desde años atrás, prohibían acoger en la propia casa o ayudar de cualquier modo a los sacerdotes cristianos.

   Por esto el gobernador Feizò, cristiano apóstata, hizo arrestar a Luis Maki y a su hijo adoptivo Juan, de 27 años. Los envió a la cárcel de Omura, donde permanecieron más de 13 meses. Llevados de nuevo a la ciudad fueron juzgados y condenados a muerte. Entonces se vieron en toda la extensión del imperio, los cristianos, detrás del ejemplo de sus maestros de fe, enfrentar la muerte con un valor como no se había visto nunca sino en los primitivos tiempos de la Iglesia.

   El número de los mártires sacrificados en la persecución japonesa es incalculable. Los hay de todas las condiciones: príncipes de sangre real, mujeres ricas y pobres, jóvenes vírgenes, ancianos cargados de años, adolescentes y hasta niños de cuatro y hasta dos años.

   Algunos fueron atados a postes y consumidos a fuego lento, otros fueron decapitados y después horriblemente descuartizados y hechos pedazos. Otros fueron suspendidos sobre el cráter de un volcán con una muerte lenta, después de haber sido largamente torturados en aguas sulfurosas en ebullición. Otros, en el más frío invierno, fueron sumergidos en estanques helados y padecieron una de las muertes más crueles. Otros fueron crucificados con la cabeza hacia abajo. Otros, consumidos por el hambre y la miseria, encontraron la muerte en las prisiones. Todos se mostraron fuertes en el combate y dignos discípulos de Cristo crucificado.

   Luis Maki y su hijo adoptivo Juan fueron llevados a Nagasaki en la Santa Colina, donde ya muchos cristianos habían sufrido el suplicio, atados a postes, murieron quemados vivos el 7 de septiembre de 1627. Su compañero de martirio, el Padre Tomás, los confortó hasta los últimos instantes para que soportaran la prueba con valor y fe.  

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