TRATADO DEL PURGATORIO
Santa Catalina de Génova
(1447-1510)
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BIOGRAFÍA DE
SANTA CATALINA DE GÉNOVA
Santa Catalina (Caterina Fieschi Adorno),
nació en Génova en 1447, murió allí mismo el 15 Septiembre de 1510. Su
vida sería mejor descrita como modo de vida. A los 26 años tuvo una de las
más extraordinarias obras que se conozca que Dios haya hecho en el alma
humana, dándole una increíble vida interior que terminaría con su muerte.
En
este estado, recibió maravillosas revelaciones, de las que hablaría a sus
contemporáneos, pero que se pueden en-contrar mayormente en sus escritos:
los "Diálogos entre el Alma y el Cuerpo", y el "Tratado sobre el
purgatorio". Las actuales biografías, mayormente traducciones o adap-taciones
de una antigua biografía Italiana basada en las "Memorias" contadas por la
santa a su confesor y amigo, mezclan hechos de su vida personal con
acontecimientos de su estado y "doctrina" sobrenatural, sin preocuparse
por secuencias, y de un modo casi casual, que lo subordina casi por
completo a su historial psicológico.
Los padres de Santa Catalina fueron Jacobo
Fieschi y Francesca di Negro, ambos de nobles familias. Dos Papas -
Inocencio IV y Adriano V - salieron de la familia Fieschi, y el mismo
Jacobo llego a ser Virrey de Nápoles. Se la describe como una niña
prodigio, muy abocada a sus oraciones, y con un maravilloso amor por la
Pasión de Cristo y las practicas penitenciales. También como una niña
serena, simple, y sumamente obediente. Cuando a los 13 años intentó entrar
al convento, las monjas con que había hablado su confesor rehusaron
aceptarla debido a su corta edad, y sencillamente abandonó la idea. A los
16, se casó por arreglo de su padre con un joven noble Genovés llamado
Giuliano Adorno. Su matrimonio pronto se volvió miserable; Giuliano probó
ser no creyente, de temperamento violento, y pródigo, e hizo a Santa
Catalina miserable. Los datos son escasos, pero al parecer, Catalina
habría pasado los primeros cinco años de su matrimonio en silencio,
melancolía y sumisión a su marido; luego, por los siguientes cinco años,
comenzó a abrirse un poco al mundo para buscar consuelo. Sus distracciones
eran mayormente inocentes; siempre las mismas, destinadas, como ella, a
una vida extraordinaria, que tuvieron en su caso, un efecto de desinterés,
que la hundieron en un intenso tedio, y que ella rezaría preocupada para
que volviera a su viejo fervor.
Luego de diez años de matrimonio, llegaría el
suceso de su vida, en respuesta a sus plegarias. Un día fue llena de
melancolía, a un convento en Génova a donde se hallaba su hermana, que era
monja. Recibió una carta proponiéndole ver al confesor del convento,
Catalina aceptó. Sin embargo, tan pronto como entró en el confesionario,
un rayo de luz divina le perforó el Alma y en un instante le manifestó
todo su pecado y todo el amor de Dios con la misma claridad. La revelación
fue tan intensa que ella perdió el conocimiento y cayó en una especie de
éxtasis, por un tiempo en que su confesor pareciera haber estado
distraído. Cuando él volvió sobre sí, Catalina apenas pudo murmurar que
pospondría su confesión, y volvió a su casa inmediatamente.
Desde el momento de aquella repentina visión
de ella y Dios, la vida interior de la Santa parece nunca haber cambiado,
excepto por las variaciones de intensidad y acompañada de una penitencia
mas o menos intensa, de acuerdo lo que ella necesitara según el Espíritu
Santo. Nadie podría haberlo descrito sino ella misma; y de hecho lo hace,
minuciosamente en sus escritos, de los cuales hemos hecho algunos
extractos: "Las almas del purgatorio lo ven todo, no en si mismas, ni por
si mismas sino en tanto que están en Dios, en quien están mas atentos que
a sus propios sufrimientos. Con la mas mínima visión que tengan de Dios
compensa todo el sufrimiento y toda la alegría que se pueda concebir. Con
todo su alegría en Dios no disminuye su dolor. Todo este proceso de
purificación que veo a que están sometidas las Almas del purgatorio, lo
siento en mi." (Tratado sobre el Purgatorio, XVI, XVII.). Por cerca de
veinticinco años, Catalina, aunque confesándose con frecuencia, no pudo
abrir su mente a la dirección de ningún hombre, pero hacia el final de su
vida, el Padre Marabotti habría sido su director espiritual. A él ella le
contó sobre sus estados, pasados y presentes, completos, y él escribió las
"Memorias", basado en su intimo conocimiento personal de ella. Sobre su
vida exterior luego de este hecho, sus biografías nos cuentan básicamente
dos cosas: que ella logró convertir finalmente a su marido en 1497; y que
ambos, antes de su muerte - y en especial más completamente después - ella
entregó su vida para cuidar a los niños enfermos del gran Hospital de
Génova, a donde eventualmente llegó a ser encargada y tesorera.
Murió entregada a los labores del cuerpo y del
alma, y consumida, incluso físicamente, por los fuegos del Amor Divino que
habitaban en ella. Fue beatificada en 1675 por Clemente X, y recién fue
canonizada en 1737, por Clemente XII. Mientras tanto, sus escritos fueron
examinados por la Santa Sede y se anunció que la doctrina que contenía era
suficiente para aprobar su santidad.
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