Volver al Observatorio de
Conflictos
MAHATMA GANDHI
UN ERROR COMO EL
HIMALAYA
Casi inmediatamente de realizado el mitin
de Ahmedabad, me dirigí a Nadiad. Fue aquí donde usé por primera vez la expresión
“error como el Himalaya”, que luego recibió tanta popularidad. Ya en Ahmedabad
comencé a percibir las características de mi equivocación. Pero cuando llegué a
Nadiad, y comprobé el estado de las cosas y escuché los informes sobre la
cantidad de gente que había sido arrestada en Kheda, comprendí de pronto el
grave error que había cometido al llamar a la población del distrito de Kheda y
de los otros distritos a participar en la desobediencia civil en forma que,
ahora, me parecía prematura. Me estaba dirigiendo a la población en un mitin
público, y mi confesión no dejó de implicar que el ridículo cayera sobre mí.
Pero yo siempre creí que cuando uno mira sus propios errores con un lente
convexo, y hace exactamente lo opuesto en el caso de los otros, está entonces
en condición de comprender con justicia a ambos. Consideraba, asimismo, que una
escrupulosa y consciente aplicación de esta regla, era imprescindible para
quien quería ser un satyagrahi.
Veamos ahora en qué consistió ese error como
el Himalaya. Antes que alguien pueda dedicarse a la desobediencia civil, debe
haber sido respetuoso hacia las leyes del Estado. En nuestra mayoría obedecemos
aquellas leyes cuyo castigo por incumplimiento no solo tememos, sino que al
mismo tiempo implican un principio moral que nos resulta natural. Un hombre
honesto y respetable, por ejemplo, no comenzará de pronto a robar, lo permita o
lo prohíba la ley, pero este mismo hombre no siente ningún remordimiento por no
observar la reglamentación que impone el uso de una luz trasera en las
bicicletas después de oscurecer. Incluso es dudoso que acepte un amable llamado
de atención a este respecto. Pero respetará toda reglamentación obligatoria en
este sentido para evitarse los inconvenientes que significaría su incumplimiento.
Esta actitud, sin embargo, no llega a ser la espontánea obediencia que se
requiere para ser un satyagrahi. Un satyagrahi obedece las leyes
de la sociedad con inteligencia y por sus propios deseos de hacerlo, porque
considera que constituye su deber sagrado el hacerlo. Únicamente cuando una
persona ha obedecido escrupulosamente las leyes de la sociedad, está en
condiciones de juzgar si alguna ley en particular es buena o justa, o es
injusta y perniciosa. Sólo entonces tiene derecho a la desobediencia civil con
respecto a ciertas leyes, en circunstancias bien definidas. Mi equivocación
residió en no haber comprendido a tiempo esta limitación. Llamé a la población
a unirse a la desobediencia civil antes que estuviera calificada personalmente
para hacerlo, y este error me pareció de la misma magnitud que las montañas del
Himalaya. Apenas llegué al distrito de Kheda, recordé los pormenores de la
lucha satyagraha en Kheda, y me resultaba difícil comprender cómo pude
dejar de percibir lo que era tan obvio. Comprobé que antes que un pueblo se
encuentre en condiciones de participar en la desobediencia civil, debía
comprender las más profundas implicaciones de esta actitud. Siendo esto así,
antes de pensar siquiera en desencadenar un movimiento masivo de desobediencia
civil, resultaba necesario crear un grupo de voluntarios bien educados, de
corazones puros, que comprendieran las condiciones estrictas del satyagraha.
Ellos podrían explicar eso mismo a la población, y mediante una cuidadosa
vigilancia, mantener al pueblo en los límites de lo justo.
Con la mente ocupada por estos
pensamientos, llegué a Bombay, organicé allí un cuerpo de satyagrahi
voluntarios, a través de la Sabha Satyagraha, y con su ayuda comencé a
educar al pueblo en la comprensión del objetivo exterior y significado interior
del satyagraha. Esto, se hizo, principalmente, editando folletos de
carácter educativo que trataban el tema.
Pero mientras este trabajo se
desarrollaba, comprobé que resultaba difícil interesar a la población en el aspecto
pacífico del satyagraha. Los voluntarios tampoco se alistaban en gran
número. En cuanto a los que se alistaban, no concurrían sistemáticamente a
todas las etapas de preparación, y a medida que pasaban los días, el número de
nuevos voluntarios comenzaba gradualmente a decrecer en vez de aumentar.
Comprendí que el progreso de la educación para la desobediencia civil no sería
tan rápido como había supuesto en primera instancia.