nota Pinter: con Bush, el mundo pierde
sección Cultura | fecha de publicación 12.05.2004
Los intelectuales del mundo
Pinter: con Bush, el mundo pierde
Por Juana Libedinsky
Para LA NACION
LONDRES.- "Estimado presidente Bush: estoy seguro de que en
este momento debe estar tomando un lindo té con otro criminal de guerra como
usted, Tony Blair. Por favor, no dejen de acompañar los sandwichitos de pepino
fresco con un buen vaso de sangre."
Si bien la visita de Bush a Gran Bretaña, pocos meses atrás, fue recibida con
duras críticas y manifestaciones, pocas se compararon con la carta abierta al
presidente norteamericano que publicó el matutino The Guardian. Su autor era
nada menos que Harold Pinter, no sólo, probablemente, el dramaturgo más famoso
del planeta (clásicos como "El amante", "El portero", "Betrayal" y "Tierra de
nadie" son sólo el comienzo de una larga lista de obras, que también incluyen
novelas, poemas, guiones y adaptaciones para la pantalla), sino también la voz
predominante en el activismo británico de izquierda.
A los 73 años, recién recuperado de un cáncer de esófago brutal, Pinter retornó
a la vida pública para oponerse a los norteamericanos en guerra. Llamó al
cambio, simplemente, "pasar de una pesadilla personal a una infinitamente más
abrumadora pesadilla pública". Y desde entonces -"con enormes ganas de vivir y
sintiéndome muy afortunado, lo cual no implica que afecte mi espíritu crítico",
según expresó a LA NACION- está dedicado a su batalla política.
Esto implicó tanto discursos ante la Cámara de los Comunes como la lectura de
sus flamantes poemas sobre la guerra a cerca de un millón de personas que lo
acompañaron en una protesta antibélica en Hyde Park. El National Theatre así
como las páginas de los diarios y la BBC, en su horario central, se convirtieron
en las plataformas desde las cuales Pinter se explaya periódicamente sobre su
ideología política, de reminiscencias chomskianas.
Por ejemplo, para el aniversario de la invasión a Irak fue el invitado de "Newsnight",
el principal programa de opinión de la BBC, para debatir frente a un enviado
especial del Pentágono. Aún con la opinión pública sensibilizada por el atentado
en Madrid, ocurrido hacía pocos días, Pinter fue con los tapones de punta: "La
atrocidad en Madrid, que mató a 200 personas, y la atrocidad en Nueva York, que
mató a 3000 personas, no pueden ser distinguidas de la invasión a Irak, que mató
a 10.000 personas. Yo creo que son todas atrocidades, monstruosas y criminales,
y que todos los responsables deben comparecer ante una corte internacional de
justicia", dijo, trayendo a colación la polémica reflexión de Chomsky respecto
de que el 11 de septiembre de 2001 lo inusual no fue "la cantidad de muertos,
sino hacia dónde apuntaron las bombas".
Pinter recibió a LA NACION en su estudio en Holland Park, la arbolada zona al
oeste de Londres. Como siempre, vestido íntegramente de negro, salvo por unas
inmaculadas medias blancas, lucía bronceado y saludable, en parte por las horas
al aire libre que pasa alentando a su equipo de criquet, los Gaieties,
bautizados así en honor a un teatro de los años 30 del mismo nombre.
En las paredes, cubiertas de punta a punta por estantes de libros, hay abundante
memorabilia del deporte y fotos de sus numerosos nietos y de su mujer actual,
lady Antonia Fraser, historiadora del clan de los Longford, conocidos
aristócratas socialistas. De ella aseguran las malas lenguas que es quien está
detrás de la creciente politización de Pinter.
Sus enemigos políticos -de los que basta abrir cualquier periódico
norteamericano para ver cantidades- lo consideran el epítome de los champagne
socialists de Inglaterra y el campeón de los antinorteamericanos viscerales.
Pero para otros es una voz valiente que se atreve a enfrentar al establishment y
defender causas de los que no suelen tener voz en las sociedades occidentales.
-Después de un momento personal tan difícil para usted, ¿por qué decidió poner
toda su energía en oponerse a la guerra en Irak?
-Bueno, no sólo me he ocupado de la guerra en Irak. Yo he sido un crítico de la
política exterior norteamericana por muchos años, en particular desde la década
del 70, cuando el gobierno de Allende, en Chile, fue derrocado por Pinochet con
el auspicio, por ponerlo tibiamente, del gobierno de Estados Unidos. Desde
entonces he seguido el tema en profundidad, en particular respecto de América
Central, si bien sé que en la Argentina (así como en Brasil y Uruguay) Estados
Unidos también fue muy activo y lo sigue siendo en lo económico, con el
resultado de la destrucción de cientos de miles de personas. Pero cada vez estoy
más preocupado, porque hace veinte años, por lo menos, los norteamericanos
hacían sus operaciones medianamente encubiertas. Pretendían no estar haciendo lo
que estaban haciendo. Ahora tienen una indiferencia total por la opinión del
resto del mundo. Creo que Estados Unidos se ha convertido en un animal
infinitamente más peligroso que dos décadas atrás.
-Pero su país es el aliado incondicional...
-Siento un disgusto muy profundo hacia la arrogancia de Estados Unidos, pero
también creo que es humillante la manera en que Inglaterra se ha convertido en
su perro faldero. Estados Unidos consigue el apoyo de la comunidad internacional
a través de diferentes formas de intimidación, desde chantaje y sobornos hasta
amenazas y mentiras. La comunidad internacional se vuelve, así, una entidad
degradada al servicio de una fuerza militar brutal y fuera de control. Pero,
lejos, la situación más patética es la de mi país, que pretende, risiblemente,
estar hombro con hombro con su gran aliado. Estamos siendo disminuidos y
deshonrados por la servidumbre incondicional de este gobierno al de Estados
Unidos.
-Usted votó por Blair.
-Todos lo votamos en 1997, para deshacernos de los conservadores. Nunca
imaginamos que lo íbamos a terminar detestando. Es un lunático hueco y pomposo
que cree estar haciendo una cosa cuando, en realidad, hace la contraria todo el
tiempo. Probablemente crea en serio que está llevando la libertad al pueblo
iraquí, cuando, en realidad, esa guerra es una atrocidad. Recuerdo que en la
Navidad de 2002 una de las imágenes más terribles para mí fue ver a Blair
arrodillado rezando por la paz mundial mientras se preparaba para asistir al
asesinato de miles de personas inocentes en Irak. La paradoja es agobiante.
Además, Blair no tiene el apoyo del Partido Laborista ni el de su país ni el de
la celebrada comunidad internacional. ¿Cómo puede justificar haber llevado a
este país a una guerra que nadie quería? No puede. Sólo puede recurrir,
entonces, a la retórica, al cliché y a la propaganda.
-¿Pero no es lo que hacen todos los políticos, sobre todo en tiempos de guerra?
-Cuando Churchill dijo durante la Segunda Guerra Mundial su famoso discurso ("we
will fight them on the beaches... on the hills... we shall never surrender!",
"los combatiremos en playas y colinas. ¡Nunca nos rendiremos!") supongo que
estuvo bien, porque el público británico necesitaba una cosa así, y sirvió. Pero
eso pasa muy rara vez, y el uso del lenguaje usado para las campañas militares
recientes me parece no sólo peligroso, sino también desagradable. Una
distorsión, un abuso del lenguaje que es, en sí mismo, extremadamente
destructivo, porque el lenguaje nos puede llevar políticamente a todo tipo de
campos. Se usan palabras como "intervención humanitaria", "libertad",
"democracia" para justificar simples acciones asertivas para tomar poder y
mantenerlo. Y, mientras tanto, las vidas que se destruyen pasan inadvertidas
para los poderes a cargo. Salvo que sean norteamericanas, todas quedan
escondidas bajo otro término tan popular ahora, el de "daños colaterales". Por
suerte, las elecciones en España han restaurado el significado a una palabra que
aprecio, "democracia".
-Para muchos, por el contrario, significó un triunfo para los terroristas, que
demostraron que pueden afectar el resultado de las elecciones.
-Esas son tonterías. La culpa de que el Partido Popular haya perdido es
únicamente de Aznar, que llevó a los españoles a una guerra que nadie quería,
cuyo resultado, por supuesto, fueron las atrocidades de marzo. Los españoles
hablaron en las urnas. Eso es un acontecimiento importante y significativo. Hoy
no ocurre tan a menudo.
-¿Diría que hoy la pluma es más fuerte que la espada, o viceversa?
-Bueno, digamos que en este momento la pluma está librando una batalla dura.
Igual, debo admitir que si bien yo he escrito y leído poesía toda mi vida, nunca
tuve una sensación como la que tuve cuando leí mis poemas sobre la guerra en el
National Theatre. Había cerca de mil personas. Supongo que en su mayoría
conocían mi posición política, si bien no habían escuchado antes los poemas.
Pero al expresarme a través de la poesía sentí que estaba llegando a ellos desde
un ángulo que un discurso jamás podría haber tocado. Lo mismo que antes de la
invasión a Irak, cuando leí un poema en Hyde Park. En la marcha había cerca de
dos millones de personas y en el parque lograron entrar unas 750.000. Fue
extraordinario. Cuando me paré frente a ellos y miré esa masa, quedé muy
impresionado: nadie hacía un ruido ni flameaba una bandera. ¡Toda esa gente
escuchaba un poema con una concentración absoluta! Sin embargo, no me hago
ilusiones. A la espada hoy es muy difícil frenarla con la pluma. Lo único que
podría contenerla sería, para empezar, deshacernos de Bush y de Blair. Si Bush
gana las elecciones, el mundo perderá, rodará cuesta abajo y será prácticamente
imposible recuperarnos.
-Sin embargo, Kerry también criticó que España sacara sus tropas de Irak,
decisión que usted festejó públicamente.
-Pongámoslo de esta manera: no tengo mucha fe en el candidato demócrata. Pero
hay que darle una oportunidad. Bush y compañía están empeñados en dominar el
mundo y no les importa cuánta gente caiga en su camino a la meta. Hay que
pararlos de alguna forma.
-Su pensamiento se asemeja al de Noam Chomsky, a quien usted presentó al público
cuando dio una famosa conferencia en Inglaterra, en la catedral de St. Paul. ¿Su
admiración sigue intacta?
-Chomsky me parece una persona de gran integridad, claridad e independencia de
pensamiento. Le tengo mucho respeto. Es la voz más importante que se eleva
contra el régimen criminal que hoy dirige a Estados Unidos, un régimen que es un
monstruo peligroso y fuera de control. Pero él no es intimidado. Chomsky hace
algo que es muy simple, pero altamente inusual: dice la verdad. En la
presentación en St. Paul conté cómo en febrero de 2002 su editor en Turquía,
Faith Tas, fue acusado, bajo el artículo 8 de la ley antiterrorista, de publicar
propaganda "contra la unidad indivisible del país, nación y Estado turcos". La
propaganda era el libro de Chomsky "Intervencionismo norteamericano". Cuando se
enteró, Chomsky voló inmediatamente a Estambul y pidió ser acusado juntamente
con su editor. El fiscal entonces retiró los cargos y Tas fue liberado. Lo que
hizo Chomsky fue algo extraordinario que sólo una persona extraordinaria puede
hacer.
-¿Cuán importante es que los intelectuales se metan en la política?
-Es muy importante. Es una obligación social y política tomarse en serio el
mundo y entender los hechos que nos rodean. Claro que es muy fácil decir que los
intelectuales deberían actuar cuando hay tantos países donde se los tortura y
mata precisamente por hacerlo, pero afortunadamente aquí no, así que sigo
adelante y, además, a estas alturas sería muy difícil callarme. No sé qué tipo
de diferencia podemos llegar a hacer, pero al menos hay que intentarlo, en
nombre de los millones que quedan olvidados.
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LA NACION | 12.05.2004 | Página 00 | Cultura