EL SITIO DE CONSTANTINOPLA DE 626
Era Heraclio el emperador y estaba cumpliendo con una difícil campaña contra los persas sasánidas en 626, cuando estando en Lazica, muy lejos de la capital, se entera de que sus enemigos persas se habían aliado con los ávaros, los eslavos, gépidos y varias tribus bárbaras que por tierra y por mar pusieron sitio a Constantinopla.
No sería tarea fácil defender la enorme ciudad de las incontables hordas de guerreros aliadas con el disciplinado y eficiente ejército persa al mando del inteligente general Sahr Barz.
Inmediatamente se puso al frente de la defensa de la ciudad el patriarca Sergio, hombre muy popular en la capital, que veía cómo la religiosidad encendía los ánimos de la gente y procuraba que todos rezaran y pidieran a Dios que los proteja de los enemigos.
Las primeras acciones demostraron la gran superioridad de la flota bizantina sobre los barcos eslavos, quienes eran buenos navegantes pero no estaban bien organizados.
Obtenido el dominio de las aguas, los marinos bizantinos pudieron abastecer fácilmente a los habitantes sitiados, levantándoles la moral.
Días después, al atacar la flota bizantina a los sitiadores ávaros en tierra firme, estos entraron en pánico y huyeron, demostrando su desorganización, dejando solos a los persas.
Posteriormente Sahr Barz consideró que debía retirarse con parte de sus efectivos, hecho que fue aprovechado por Teodoro, hermano del emperador, que venció a las tropas persas apostadas frente a las murallas.
Los persas huyeron a Siria, levantando el sitio definitivamente, en lo que constituyó una de los hechos más recordados y dramáticos de toda la historia de Bizancio, porque no tenían al emperador, y fueron asediados por miles y miles de enemigos aliados en su contra.
La población tomó el hecho como algo divino, y agradeció con grandes festejos y con la confirmación de su fe ortodoxa.
R.C.