En
la Ley Antigua la circuncisión era un sacramento y
constituía la primera observancia legal que Dios había
impuesto al pueblo escogido entre todos como depositario
de Su revelación. Dicho pueblo estaba formado por los
descendientes de Abraham, a quien Dios había ordenado
la circuncisión varios siglos antes de confiar a Moisés
la Ley en el Monte Sinaí. La circuncisión tenía dos
finalidades: en primer lugar, era una marca que distinguía
al pueblo escogido del resto de la humanidad; en segundo
lugar, constituía el sello de la alianza entre Dios y
Abraham, por la cual Dios se comprometía a bendecir al
Patriarca y a su Posteridad, y ésta a su vez quedaba
obligada, por un pacto sagrado, a ser el pueblo de Dios
y a guardar estrictamente sus leyes. Así pues la
circuncisión era un sacramento de iniciación en el
servicio divino, a la vez que una promesa de creer y
obrar de acuerdo con la revelación y los deseos de
Dios.
La ley de la circuncisión estuvo en vigor
hasta la muerte de Jesucristo; por ello convenía que
nuestro Salvador, que había nacido bajo la Ley y que
había venido para enseñamos la obediencia a Dios, se
sometiera a ella para cumplir toda justicia. Así, Jesús
fue "sometido a la Ley" --es decir, fue
circuncidado-- para redimir a quienes se hallaban bajo
el peso de la Ley, librándoles de esa esclavitud, y
para dar la libertad a quienes vivían en la
servidumbre. El bautismo, que Cristo instituyó para
reemplazar la circuncisión, nos hace hijos adoptivos de
Dios.
El día en que fue circuncidado, Nuestro Señor
recibió el nombre de Jesús, que significa Salvador,
como lo había ordenado el ángel antes de que María
concibiera. El Evangelio menciona la razón de ser de
dicho nombre: "Porque va a salvar a su pueblo del
pecado". Jesús iba a redimimos con los más
atroces sufrimientos, humillándose, como dice San
Pablo, no sólo hasta la muerte sino hasta la muerte en
la cruz. Por ello Dios le exaltó y le dio un nombre
sobre todo nombre, y al nombre de Jesús se dobla toda
rodilla. Con esto concuerda lo que Cristo dijo de Sí
mismo: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en
la tierra".
Desde el punto de vista litúrgico, podemos
distinguir cuatro elementos en la fiesta que la Iglesia
celebra el primer día del año. Se trata, en primer
lugar, de la octava de Navidad, probablemente como
consecuencia de esto, se hace una conmemoración
especial de la Virgen Madre, cuya eminente participación
en este misterio no podía celebrarse dignamente en la
misma festividad. En segundo lugar, los antiguos misales
y otros documentos conservan la huella del espíritu de
penitencia con que se celebraba este día, a lo que
parece como una manifestación de protesta contra los
escándalos y excesos con que los paganos empezaban el año.
En tercer lugar, el Salvador fue circuncidado al octavo
día de su nacimiento; este acontecimiento exigía por sí
mismo una celebración.
En el estado actual de las investigaciones
litúrgicas, la primera mención que conocemos de esta
festividad se encuentra en el Leccionario de Víctor de
Capua. Este documento, que da testimonio de las
costumbres de Italia del sur en el año 546, tiene un
introito De circumcisione Domini y señala como
lectura del día el pasaje de San Pablo a los Romanos
(XV, 4-14), en el que llama al Señor "Ministro de
la verdadera circuncisión por la que Dios confirma las
promesas hechas a nuestros padres". Un poco después,
en el canon 17 del Concilio de Tours (567 P.C.), se nos
dice que, desde la Navidad hasta la Epifanía todos los
días eran festivos, excepto el triduo (probablemente
del 1 al 3 enero), "durante el cual nuestros
padres, para desarraigar la costumbre pagana, ordenaron
que el 1º de enero hubiese una celebración privada de
las letanías, lo cual no impediría el canto de los
salmos en las iglesias, y que la Misa de Circuncisión
se celebrase a la hora octava". Debe advertirse
que, además de la referencia a la Misa de la Circuncisión,
la palabra litaniae, en esa época estaba
relacionada con las prácticas penitenciales. Algo más
tarde, en el arquetipo del martirologio que se conoce
con el nombre de Hieronymianum, que data
aproximadamente del año 600, encontramos nuevamente una
mención de la Circuncisión, así como en casi todos
los calendarios, martirologios, leccionarios y otros
libros del servicio litúrgico del siglo VII y
siguientes. La liturgia romana actual no conserva
ninguna huella de los esfuerzos de la Iglesia primitiva
por lograr que los cristianos recientemente convertidos
no tomasen parte en los ritos y excesos paganos del año
nuevo, sin embargo, los llamados sacramentarios "Gelasianos",
más o menos modificados por los usos que prevalecían
en las Galias, en Alemania y en España, hablan
constantemente de la segunda Misa de este día ad
prohibendum ab idolis, es decir, contra las prácticas
de los idólatras. Todas las oraciones de dicha Misa
repetían la petición de que, quienes habían recibido
la gracia de la adoración perfecta en la fe cristiana,
tuviesen el valor de volver las espaldas con decisión a
sus antiguas y detestables costumbres paganas. Cabe
hacer notar que, aun antes de que la Iglesia pensara
establecer una fiesta litúrgica relacionada con el
primer día del año, San Agustín exhortaba ya a sus
oyentes, en un sermón predicado en esa fecha a
comportarse como cristianos en medio de los excesos que
cometían los g en esa temporada.
Por consiguiente, es absolutamente seguro
que el deseo de proteger a los miembros débiles de la
comunidad cristiana contra la contaminación de las celebraciones del año nuevo, fue uno de los principales
motivos que tuvo la Iglesia para instituir la fiesta en
este día. Las palabras de San Agustín nos sospechar
que él se daba muy bien cuenta de cuán inútil era
imponer un ayuno general, precisamente en un día que
era de fiesta para el resto del mundo. La naturaleza
humana se hubiese rebelado contra exigencias superiores
a sus fuerzas. Lo único práctico que se podía hacer,
era aplicar los principios de pastores tan sabios como
San Gregorio Taumaturgo y San Gregorio el Grande: cuando
los usos paganos habían penetrado demasiado
profundamente en las costumbres populares, la manera de
combatir o neutralizar los efectos del mal consistía en
establecer una festividad cristiana que sustituyese a la
festividad pagana. En conjunto, queda la impresión de
que fuera de Roma -en Galia, Germania, España, y aun en
Milán y en el sur de Italia- se llevó al cabo un
esfuerzo por exaltar el misterio de la Circuncisión,
con la esperanza de colmar la imaginación popular y
hacer olvidar a los vividores las supersticiones
paganas. Sin embargo, en la misma Roma no existen
huellas de referencias a la circuncisión sino hasta una
época relativamente tardía. La Liturgia del día, en
nuestro misal, al mismo tiempo que se hace eco de los
sentimientos de la Natividad, como era de esperarse en
la octava de dicha fiesta, se refiere de manera muy
marcada a la Madre de Dios, por ejemplo, en la colecta.
¿Por qué esta importante mención de Nuestra Señora
el primer día del año? Como lo indicamos más arriba,
tal vez es simplemente el resultado de su íntima
relación con el misterio de la Encarnación; pero hay
razones para creer que la liturgia de este día es la de
la octava de Navidad, tal como se celebraba en la
antigua basílica romana de Santa María la Antigua. En
todo caso, ya sea que en dicha iglesia se celebrara el
primer día del año una fiesta como antídoto a las
orgías paganas, o con algún otro fin, los esfuerzos
sólo obtuvieron un éxito parcial, ya que los
escandalosos excesos sobrevivieron, aun en la llamada
"Fiesta de los Locos". Los mejores hombres de
la Iglesia protestaron contra tales excesos durante toda
la Edad Media, pero generalmente sus protestas
resultaron inútiles.
|