No
conocemos gran cosa de la vida de este santo, pero no se
puede poner duda de su existencia y la veneración en la
que le tuvieron sus contemporáneos. San Germán de París
ofició en su consagración, cuya fecha exacta no
podemos fijar. San Félix tomó parte en el Concilio de
París (573 P.C.), y Venancio Fortunato le dedicó un
breve poema sobre una píxide que él había mandado
hacer para guardar la Eucaristía. La diócesis de
Bourges celebra la fiesta de San Félix el 1º de enero,
pero es imposible determinar con exactitud la fecha de
su muerte. Su tumba se hallaba en la iglesia de San
Austregisilo de Castro, fuera de las murallas de la
ciudad. Doce años después de su muerte, según nos
informa Gregorio de Tours, la dala mortuoria que cubría
su sepulcro fue sustituida por otra de metal más
precioso. Con tal ocasión, se descubrió que su cuerpo
se hallaba incorrupto. Se dice que muchas personas
recobraron la salud bebiendo agua en la que se había
mezclado un poco de polvo de la dala original.
Ver
Duchesne, Fastes épiscopaux de l'ancienne Gaule, vol.
II (1900), p. 28. Venantiua Fortunatus, Carmina, lib.
III, no. 25 (Migne, PL, vol. LXXXVIII, c. 473; en el
texto editado por F. Leo para MGH este poema está
clasificado en el lib. III, no. 20); y Gregorio de.,
Tours, In gloria confessorum, C. 102, en MGH, Scriptores
Merov., vol. l.
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