Mujer fuerte, cristiana de cuerpo entero.
Esposa y madre de familia que tiene bien grabado en su alma el principio y
fin de su estado y su función: ganar el cielo para ella y para los suyos.
Sí, es como si la vida consistiera en un desbaratarse en el ámbito del
Amor. Primero a su marido y a sus hijos, luego al prójimo restante y al
mundo, todo en el amplio ámbito de Dios que da sentido a los amores,
sanos y nobles, pero con minúscula. Y como el amor lleva a darse en búsqueda
del bien de quien se ama, ahí la vemos dejando su casa en Sevilla y
emigrando a la cabeza del Imperio con toda su familia a la búsqueda de un
bienestar mejor.
Su marido Flaviano, muere mártir en Roma. Por estar casada
con un cristiano irreductible ella es condenada al destierro. A su vuelta
el prefecto Aproniano la encarcela porque sigue aferrada a su principio de
no sacrificar alos dioses y casi enferma de hambre. El prefecto prepara
las cosas para volverla a casar con un tal Fausto con la esperanza de que
la obligue a cambiar; pero resulta el cazador casado, porque Dafrosa lo
instruye en la fe cristiana, lo bautiza el presbítero Juan y acaba
muriendo mártir. Como su cuerpo fue expuesto a los perros, por la noche
lo recoge Dafrosa y le da sepultura cristiana. Esto la llevó
definitivamente al martirio, el 4 de Enero del 362, cuando era ya único
emperador Juliano.
Cuando se narra la vida y muerte de Dafrosa se habla de toda
una familia mártir -también se afirma que sus hijas Demetria y Bibiana
murieron mártires en Roma, en el 362- cuya fuente impulsora es la madre,
firme, fuerte y muy capaz.
Es curioso ver en la historia el papel de los aduladores del que
manda. No fue precisamente el tiempo de Juliano uno de los que se
caractericen por violenta persecución. El Apóstata sólo estuvo
preocupado por la restauración en el Imperio del paganismo como religión
oficial, al tiempo que mejoraba la administración e impulsaba la economía.
Juliano no quiso mártires, sólo paganos. Pero, bien fuera por adulación,
bien por odio a la fe, dicen que el prefecto Aproniano llevó esta familia
a la muerte porque eran seguidores cabales Cristo, el Señor.
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