Todos los
visitantes de Bruselas conocen su catedral, dedicada a
esta virgen que es también patrona de la ciudad, pero
fuera de Bélgica es muy poco conocida, y a muchos su
nombre les sonará a extraño y bárbaro, como la
oscura y lejana época en que vivió.
Según una biografía
de la santa, escrita en 1047, Santa Gúdula nació en
el seno de una aristocrática familia franca: su padre
era Witger, duque de Lorena, y Su madre, Santa
Amalberga. La Santa vino al mundo en el año 650, en
Brabante (Pagus Brachatensis), región situada en la
parte central de la actual Bélgica. Su
indecisa silueta aparece en medio de una constelación
familiar de santos: como hemos dicho, era hija de
santa Amalberga, además: ahijada de santa Gertrudis
de Nivelle y hermana de san Aldeberto y santa Reinalda.
Santa Gudula se educó en el convento de Nivelle bajo
la tutela de su santa madrina. Muerta Santa Gertrudis
en 659, volvióse Gúdula a la casa paterna.
Según unos, vivió recluida en el oratorio de San
Salvador de Moorsel, a pocas millas de su pueblo
natal. Según otros, permaneció en casa de sus
padres, llevando una vida extraordinaria de piedad y
recogimiento.
Cuenta la leyenda que
le gustaba a Santa Gúdula dirigirse todas las mañanas
antes de la aurora a la capillita de madera dedicada a
San Salvador, en Moorsel, y que un día el demonio,
furioso de verla tan devota; le apagó la linterna que
llevaba en la mano. Gúdula se puso en oración,
arrodillada en el barro, y la lámpara volvió a
encenderse milagrosamente. Esta leyenda ha dado lugar
al distintivo iconográfico de la Santa: una linterna,
a veces reemplazada por un cirio, que la Santa lleva
en la mano, mientras el demonio da señales de rabia a
sus pies y un ángel lateral enciende de nuevo el
cirio.
Hubert, el antiguo
cronista de Lobbes, nos presenta a Santa Gúdula como
una mujer consagrada en cuerpo y alma al socorro del
prójimo. Volviendo un día de la capilla de Moorsel,
encontró a una pobre mujer que llevaba en brazos un
niño de diez años paralítico de pies y manos. Gúdula
lo tomó en sus manos. lo acarició y rogó
fervorosamente a Aquel que dijo: "Todo lo que
pidiereis a mi Padre en mi nombre os lo concederá"
Inmediatamente el niño se sintió curado y comenzó a
dar saltos de alegría. En otra ocasión vino a su
encuentro una leprosa llamada Emenfreda. La Santa
examinó sus llagas, la consoló con dulces
pensamientos y después la curo. La noticia de estos
prodigios se extendió rápidamente por toda la región.
Y una multitud de desgraciados acudía a ella en busca
de socorro.
Tras breve enfermedad Gúdula
murió, probablemente el 8 de enero de 712. Hubert nos
describe la desolación de las pobres gentes de la
comarca que estaban acostumbradas a ver en ella una
especie de hada protectora. Y nos transmite las
grandes alabanzas que las gentes hicieron de la Santa
con motivo de su muerte. Fue enterrada en Vilvoorde.
Después de algún
tiempo fue trasladado el cuerpo de Santa Gúdula a
Moorsel, donde se estableció un monasterio de
religiosas que duró poco tiempo. Más tarde sus
restos mortales fueron confiados a Carlos de Francia,
hijo de Luis, duque de la Baja Lorena. Probablemente
en 977. Durante unos sesenta años el cuerpo de Santa
Gúdula reposó en la iglesia de San Géry de
Bruselas, entonces simple capilla castrense,
construida junto a la residencia condal. Por fin, el
conde de Lovaina, Lamberto II, hizo trasladar en 1047
el precioso depósito a la iglesia de Molemberg,
dedicada a San Miguel, que fue probablemente la
primera parroquia de Bruselas y que después cambió
su nombre por el de Santa Gúdula. Al mismo tiempo el
príncipe erigió allí un capítulo. Una antigua
nota, que se conserva en los Archivos Generales del
Reino de Bruselas, relata la historia de esta fundación.
El martirologio romano
celebra la fiesta de Santa Gúdula el 8 de enero,
mientras que en la archidiócesis de Malinas y en la
diócesis de Gante se celebra el 19 del mismo mes.