8 de enero
SAN APOLINAR,(*)
Obispo de Hierápolis
(179 P.C.)
Claudio Apolinar,
obispo de Hierápolis de Frigia, llamado "el Apologeta,"
fue un famoso profesor cristiano del siglo II. A pesar de las alabanzas
que le prodigan Eusebio, San Jerónimo, Teodoreto y otros, poco sabemos de
su vida. Por otra parte, sus escritos, que eran muy estimados, se
han perdido. Focio, que los había leído y
era buen juez en la materia, los recomienda por su tema y estilo. Claudio
Apolinar escribió contra los encratitas y otros herejes, y
puso en claro los orígenes filosóficos de los errores de cada secta, según
testifica San Jerónimo. Su última obra fue un ataque contra los montañistas
y sus pretendidos profetas, que habían
comenzado a aparecer en Frigia hacia
el año 171. Pero la obra que le hizo
famoso fue su apología de la religión cristiana,
que dedicó al emperador Marco Aurelio, poco después de que dicho príncipe
había triunfado de los cuados, gracias a las oraciones de los
cristianos, como lo mencionaba el santo.
Como las tropas de Marco
Aurelio habían luchado en vano durante largo tiempo
por subyugar a los germanos, el emperador
resolvió el año 174 ponerse al
frente de las operaciones. Había cruzado ya el Danubio, cuando los
cuados, un pueblo que habitaba el
territorio que más tarde se llamaría Moravia, le rodearon
en una posición muy peligrosa para él. Las tropas del emperador
no tenían ninguna posibilidad de escapar de
las manos de sus enemigos, ni tampoco podían
resistir largo tiempo, por falta de agua. La duodécima legión
estaba compuesta principalmente de
cristianos. Cuando el ejército se hallaba a punto de perecer de sed,
los cristianos se arrodillaron, "como acostumbraban hacerlo para
orar" — nos dice San Eusebio —, y
pidieron a Dios su ayuda. Súbitamente, el cielo se cubrió de nubes y una
espesa lluvia se desató, en el momento
en que los bárbaros se lanzaban al ataque. Los romanos luchaban y,
al mismo tiempo, bebían el agua de la lluvia
que recogían en sus cascos, apurándola enrojecida por la sangre del
enemigo. Los bárbaros eran más poderosos que los romanos; pero un fuerte
viento, acompañado de truenos y relámpagos, hizo que la lluvia les
azotara el rostro y les cegara, lo que les obligó a huir aterrorizados.
Tanto los autores paganos como los cristianos relatan esta victoria. Los
autores paganos la atribuyen a un
poder mágico o a la intervención de sus dioses, pero los
cristianos lo cuentan como un milagro obtenido por las oraciones de los
legionarios. Parece que San Apolinar hizo
alusión al hecho en la apología que dedicó al emperador, informando que
Marco Aurelio había dado a esa legión el nombre de "la legión del
trueno" en recuerdo de la famosa batalla. Eusebio,
Teturliano, San Jerónimo y San Gregorio de Nisa repiten el dato, tomándolo
de San Apolinar.
Los cuados devolvieron
todos los prisioneros y se rindieron incondicionalmente al emperador. En
agradecimiento a sus legionarios cristianos,
Marco Aurelio publicó un edicto en el que reconocía que debía la
victoria "a la tempestad que se había desatado, tal vez, gracias
a las oraciones de los cristianos." En
dicho edicto, prohibía bajo pena de muerte condenar a los cristianos a
causa de su religión. Sin embargo, muchos cristianos fueron todavía
condenados a muerte después
de la publicación de tal edicto, aunque se dice que sus acusadores
recibieron la misma pena.
La "Columna
Antoniniana," que se halla en Roma, representa esta victoria del
emperador, bajo el símbolo de Júpiter
Pluvio; es decir, bajo la figura de un hombre que vuela con los
brazos abiertos y una larga barba que parece perderse en la lluvia. Los
soldados parecen contentos bajo la tempestad; unos beben
ávidamente, mientras otros se baten con el enemigo; los bárbaros
se hallan tendidos en el suelo con sus caballos, y la tempestad se
descarga furiosamente sobre ellos. En la actualidad, la certeza de esta
leyenda, que Eusebio parece haber tomado de la Apología
de San Apolinar, es todavía
materia de discusión. Por una parte, es seguro que no fue Marco
Aurelio quien dio a "la legión de
trueno" el nombre de "legio fulminata,"
que proviene de la época de Augusto;
pero, por otra parte, los hechos no tienen en sí mismos nada de inverosímil.
Es muy natural que los cristianos de la época hayan atribuido tan
sorprendente victoria a las oraciones de sus correligionarios. No existe
documento pagano que confirme la existencia del famoso edicto del
emperador en favor de los cristianos. Aun los historiadores que defienden
la exactitud de los
hechos narrados admiten que el texto del edito está interpolado.
Es posible que San Apolinar
haya compuesto su apología dedicada al emperador, hacia el año 175,
a fin de recordarle la gracia que Dios le
había hecho por las oraciones de los cristianos, e implorar al mismo
tiempo su protección. No poseemos
datos exactos sobre la muerte de San Apolinar, que aconteció
probablemente antes de la de Marco Aurelio.
Sobre
la "Legión del Trueno," ver Tertuliano, Apologeticum,
c. 5, y Ad Scapulam, c. 4; Eusebio, Hist. Eccles., lib.
V, c. 5; J. B. Lightfoot, St. Ignatius, vol. I
(1889), pp. 469 ss; Momsen, en Hermes, 1895, pp. 90-106; Allard, Histoire
des persécutions, vol. I (1903), pp. 394-396. Sobre San
Apolinar, ver Acta Sanctorum, febrero, vol. II ,
pp. 4-8. Baronio introdujo su nombre en el Martirologio Romano, pero ni en
el Oriente, ni en el Occidente existen huellas de que se le haya rendido
culto poco después de su muerte.
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