10 de enero
BEATO GREGORIO X,(*)
Papa ( 1276 p.c.)
Teobaldo Visconti, pertenecía a una
ilustre familia italiana y nació en Piacenza, en 1210. En su juventud se
distinguió por su virtud y sus éxitos en los estudios. En Italia, en
París y en Lieja, estudió el Derecho Canónico. Era archidiácono de
Lieja, cuando recibió del Papa Clemente IV la orden de predicar la
Cruzada. Movido a compasión por los fieles de Palestina, Teobaldo
emprendió una peligrosa peregrinación a los Santos Lugares, donde se
hallaba entonces el príncipe Eduardo de Inglaterra. La Sede de Roma
había estado vacante durante tres años, desde la muerte de Clemente IV,
acaecida en noviembre de 1268, porque los cardenales reunidos en Viterbo
no podían ponerse de acuerdo sobre el nuevo Pontífice. Finalmente
convinieron en delegar el poder electoral en un comité de seis
cardenales, los cuales eligieron a Teobaldo Visconti, el 1º de septiembre
de 1271.
A su llegada a Roma, en
marzo, fue ordenado sacerdote; después consagrado obispo, y finalmente
coronado el 27 del mismo mes, en 1272. Tomó el nombre de Gregorio X. Para
organizar el rescate de la Tierra Santa, convocó a un Concilio ecuménico
y el segundo de Lyon. Entre los asistentes se contaban San Alberto El
Grande y San Felipe Benizi. Santo Tomás de Aquino murió cuando se
dirigía al Concilio, y San Buenaventura entregó su alma a Dios, durante
él. en la cuarta sesión, los representantes del emperador y del
patriarca de oriente establecieron la comunión entre la Iglesia bizantina
y la Santa Sede. Las crónicas relatan que el Papa Gregorio no pudo
contener las lágrimas durante el canto del "Te Deum".
Desgraciadamente, la reconciliación había de durar muy poco tiempo.
Después del Concilio, el
Papa se consagró en cuerpo y alma a poner en práctica los decretos,
especialmente los que se referían a la Cruzada de oriente, la que, sin
embargo, no se llevó a cabo. El desgaste de energías en el Concilio y
las fatigas de la vuelta a Roma a través de los Alpes, acabaron con la
salud del Papa, que murió en Arezo, el 10 de enero de 1276. El Papa
Benedicto XIV introdujo el nombre de Gregorio X en el Martirologio Romano.
Gregorio X se había distinguido por la santidad de una vida que de
haberse prolongado más habría dejado una profunda huella en la Iglesia.
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