Margarita era la sexta de los doce hijos de Abraham Bourgeoys,
fabricante de cirios, y de su esposa, Guillermina Garnier. Había nacido
Troyes, principal ciudad de Champaña, en 1620. A los veinte años,
Margarita trató de entrar como postulante, primero entre las carmelitas y después
entre las clarisas, pero ambas órdenes religiosas se negaron a aceptarla por
razones que desconocemos. Margarita era muy conocida en Troyes, ya que era
la presidenta de la congregación de Nuestra Señora del convento de las
Canonesas de San Agustín, fundadas por San Pedro Fourier y la beata
Beata
Alix Le Clercq.
El P. Gendret, al ver que los dos conventos rechazaban a Margarita,
interpretó esto como una señal del cielo de que la beata estaba llamada a
dirigir una congregación de religiosas sin clausura, que
él proyectaba desde hacía tiempo. Así pues, Margarita y otras dos compañeras comenzaron la fundación;
pero el asunto fracasó, y Margarita retornó a su casa. En todas estas
dificultades la sostuvo una visión del Niño Jesús que, según la propia expresión de
la beata, "desvió para siempre sus miradas de todas las bellezas de este
mundo".
En 1652, la hermana de Margarita, que era canonesa de San
Agustín, recibió la visita de Pablo de Maisonneuve, gobernador de la colonia de Ville-Marie (Montreal). El gobernador buscaba una maestra de escuela
para su pequeña colonia, y Margarita, que desde hacía tiempo se interesaba
por el Canadá, reconoció en esto el llamamiento divino y se decidió a
partir. Llegó a Quebec el 22 de septiembre de 1653, y un mes más tarde, a Ville-Marie.
La colonia se reducía a un fuerte en el que habitaban unas dos mil
personas, un pequeño hospital, y una capilla atendida ocasionalmente por algún
misionero jesuita.
Margarita hizo una especie de "noviciado no canónico", durante
cuatro años. Cuidaba de la casa del gobernador, se encargaba de los pocos niños
de la colonia, ayudaba a Juana Mance en el hospital, así como a las mujeres
de la guarnición. Hizo restaurar la gran cruz de Montreal, que había sido
destruida por los indios, y se las arregló para construir una nueva
capilla
dedicada a Nuestra Señora, que casi estaba terminada a la llegada de los cuatro
"señores eclesiásticos" de San Sulpicio, en 1657. Al año siguiente inauguró la
primera escuela de Montreal, en un antiguo establo y sin más de una docena de
alumnos con la ayuda de Margarita Picart. A pesar de ello, Margarita hacía
planes para el futuro: la ciudad crecía y sin duda iba a aumentar su
trabajo; por otra parte, había que pensar también en los hijos de los indios.
¿Dónde encontrar colaboradoras? Sólo existía una posibilidad: así pues, Margarita
se embarcó con Juana Mance, rumbo a Francia. Doce meses después, estaba
de vuelta con su antigua amiga, Catalina Crolo, y otras tres jóvenes.
Los años siguientes fueron agitados y duros a causa de la
guerra contra los iroqueses. Sin embargo, la escuela siguió adelante, y Margarita añadió
una nueva clase para los hijos de los indios, un curso
de quehaceres domésticos para las jóvenes, y una
congregación mariana. También Montreal iba creciendo.
Al terminar la guerra iraquesa, empezó a convertirse en
una verdadera ciudad. De 1760 a 1762, Margarita fue de
nuevo a Francia. El rey Luis XIV autorizó oficialmente
la obra de la beata, y ésta volvió a Montreal con
media docena de jóvenes. Entonces, según parece, empezó
a pensar en fundar una nueva congregación religiosa. A
su regreso a Montreal, la incipiente comunidad atravesó
un período de pobreza y dificultades; pero Dios premió
la confianza que Margarita ponía en Él y, en 1676, el
primer obispo de Quebec, Mons. Laval, erigió canónicamente
la primera casa de la Congregación de Nuestra Señora.
Pero las dificultades no habían terminado. Mons. de Laval tenía
ideas sobre el futuro de la congregación. Esto
obligó a la beata a ir por tercera vez a Francia, sin obtener ningún
resultado. Además, en 1683, el convento se incendió, y dos hermanas
murieron quemadas, entre ellas una sobrina de
Margarita. Mons. de Laval
juzgó que era el momento propicio para fusionar la
reducida
comunidad con las ursulinas, que habían llegado a Quebec
desde 1639. , Margarita manifestó humildemente al obispo que
la clausura monástica arruinaría la obra, y éste no insistió. Pero el
sucesor de Mons. de Laval, Mons. de Sainl-Vallier, prelado irascible y
obstinado, opuso gran resistencia a la beata, antes de
decidirse a
aceptar la idea de la primera comunidad de religiosas
misioneras sin clausura que existió en la Iglesia. Finalmente,
en 1698, las veinticuatro primeras hermanas pudieron hacer la
profesión de votos simples. La madre Margarita había dejado de
ser superiora desde hacía cinco años.
El primer pensionado
de Montreal fue inaugurado en 1673, y la primera escuela
para indios en en 1676. En 1679, había ya dos jóvenes iroquesas en la
congregación(1).
Fuera de Ville-Marie, en la isla de Montreal
(donde en 1689 los iroqueses asesinaron a todos los hombres, mujeres
y niños que encontraron fuera del fuerte), se abrieron escuelas
para las hijas de los franceses, y un poco más tarde,
en los alrededores de Trois-Riviéres. En 1685, Mons. de Saint-Vallier
llamó a las religiosas a Quebec, con lo que el número de
misiones llegó a siete. La figura de Margarita de Bourgeoys,
primera maestra de escuela de Montreal, se destaca en la
historia de
esa congregación que, habiendo comenzado oscuramente debía
llegar a contar con más de doscientas casas. Margarita,
con su indomable carácter, había triunfado de todos los obstáculos: de
los ataques de los salvajes, del fuego, de las dificultades inherentes
a la colonización, de las amenazas de la pobreza y de cierta falta de
comprensión por parte de sus superiores. Como tantas otras fundadoras
de congregaciones religiosas, Margarita es sobre todo conocida por su
obra, en cuya creación sufrió la doble prueba de ver puesta
en duda su capacidad de realización y de sentirse terriblemente
indigna
a los ojos de Dios. Pero el valor no era la menor de sus
virtudes, y su ardiente deseo de ayudar a los niños y a todos
sus prójimos la llevó siempre adelante. La beata decía:
"Quiero a toda costa, no sólo amar a mis
prójimos, sino hacerme amar de ellos".
C. W. Colby escribió en "Canadian Types of the Old
Regime (New York, 1908):
"Desde
el momento de su llegada a Nueva Francia,
Margarita se convirtió en la inspiración de
cuantos la rodeaban. Menos austera que Juana
Mance, menos mística que María de la
Encarnación, Margarita reunía al fervor una
buena cantidad de esas virtudes que se originan
en la cordialidad humana. No creemos exagerar al
decir que, durante cincuenta años, Margarita
fue, por su influencia y por sus obras, la
primera mujer de Montreal... La bondad irradiaba
de su persona, y gran parte del éxito de su
trabajo se debe a la sabiduría de sus métodos.
Pero Margarita era sobre todo una maestra... Y
lo mejor que puede hacer el biógrafo de mujeres
como María Encarnación (2) y Margarita
Bourgeoys es contentarse con relatar los hechos,
porque las mujeres de esa talla no necesitan de
las alabanzas. La mejor alabanza que puede
hacérseles es contar sus hechos con la
impresionante sencillez de la verdad, sin
añadir comentario alguno". |
Desde el
momento en que Margarita renunció al superiorato, a los
setenta y tres años, su salud y sus fuerzas empezaron a
debilitarse. Pero el fin llegó en forma inesperada. El
último día del año 1669, la fundadora ofreció su
vida para salvar la de la maestra de novicias, que
estaba gravemente enferma. La maestravde novicias
recobró la salud, y la madre Bourgeoys murió el 12 de
enero de 1700. Fue beatificada en 1950 . Su fiesta se
celebra el 19 de enero.
Existe
una literatura abundante sobre la beata. Ella misma
escribió por obediencia sus memorias, en 1698; su
manuscrito se conserva en Montreal. En el seminario de
Quebec se halla el manuscrito de una biografía inédita
escrita por Mons. C. de Glandenet en 1715. Existen
varias biografías en francés, desde la de M. F.
Ransonnet (1728) hasta la de Dom A. Jamet (dos
volúmenes, 1942) y la de P. Y. Charron, Mere
Bourgeoys (1950), en cuyo prefacio escribe el
canónigo L Groulx: "El libro del P. Carron no
pertenece al género de la hagiografía abstracta y
deshumanizada". Entre las biografías de
divulgación hay que citar la de E. F. Butlesr (1932) y
la de la hermana St. I. Doyle (1940).
-
*
Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I.
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(1)
Dos
jóvenes de Nueva Inglaterra ingresaron en esa congregación
francesa antes de la muerte de la fundadora. Dichas jóvenes habían sido hechas
prisioneras por los abenakis, y se habían convertido al
catolicismo en Montreal, después de
haber sido rescatadas. Lydia Langley, de Groton, Massachusetts, fue la primera religiosa originaria de
Nueva Inglaterra.
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(2)
Primera superiora de las Ursulinas de Quebec. Ver
James Brodrick, "Procession of Saints"
(1949), pp. 174-201.
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