La leyenda más difundida
sobre estos santos sitúa su martirio en Singidunum, cerca de Belgrado,
bajo el emperador Licinio.
De Hermilo se dice que era diácono.
Fue detenido bajo la acusación de ser cristiano, y enviado a prisión con
las mejillas destrozadas. Allí le visitó y consoló un ángel. Conducido
después delante del emperador, seis hombres lo azotaron con varas, sin
que pareciera sentir dolor alguno. En el tormento, dirigió a Dios una
oración, a la que respondió una voz del cielo, prometiéndole el triunfo
al cabo de tres días. Mientras entraba en la prisión, entonó el salmo Dominus
illuminatio mea, al que hicieron eco unas voces celestiales. Al día
siguiente le infligieron nuevos suplicios, durante los cuales no cesaba de
cantar su felicidad.
Con todos estos prodigios, el
carcelero de la prisión, llamado Estratónico, fue ganado para la fe.
Denunciado al emperador, fue condenado a los azotes con varas. Encerrado
en la prisión, oyó la voz milagrosa que le prometía el triunfo para el
día siguiente. Por última vez, Hermilo compareció ante el juez y sufrió
nuevos suplicios; al fin, él y Estratónico fueron envueltos en una red y
arrojados al río Danubio.
Tres días más tarde, los
cuerpos fueron encontrados en la orilla del río. Los fieles los
recogieron y los depositaron en un lugar que está a dieciocho estadios de
Singidunum. Los dos nombres están inscritos en los menologios griegos(3),
el 13 de enero. Estratónico tenía una iglesia en Constantinopla, cuya
fundación se atribuye a San Marciano. Entre los latinos se encuentran los
dos nombres, inscritos el 13 de enero, en las adiciones de Molano al
Martirologio de Ursuardo, y de ahí han pasado al Martirologio Romano