San Agustín,
quien cita frecuentemente contra los pelagianos la autoridad de San
Hilario, le llama "el ilustre doctor de las Iglesias."
San Jerónimo dice que era "un hombre de gran elocuencia; la
trompeta de los latinos contra los arrianos." En otra parte afirma
que, "en San Cipriano y San Hilario, Dios transplantó
dos cedros del mundo a su Iglesia."
San Hilario nació
en Poitiers, de una ilustre familia. El mismo nos dice que fue educado
en la idolatría y nos hace una narración detallada de la forma en que
Dios le llevó al conocimiento de 1a fe.
La luz de la razón le hizo comprender que, siendo el hombre un ser
moral y libre, fue creado para ejercitar la paciencia, la templanza
y las demás virtudes que merecen una recompensa después
de la muerte. Hilario se consagró ardientemente a reflexionar
sobre la esencia de Dios, y pronto descubrió cuan absurdo es el politeísmo,
con lo que llegó al convencimiento de
que hay un solo Dios eterno, inmutable, todopoderoso, causa primera
de todas las cosas. Sus reflexiones se
hallaban en este punto, cuando conoció la Sagrada Escritura. La descripción
de la existencia de Dios por las palabras "Yo soy el que es,"
le impresionó profundamente, así como la idea del supremo dominio divino,
ilustrado por el inspirado lenguaje de los profetas.
La lectura del Nuevo Testamento completó sus investigaciones: San
Juan le enseñó desde el primer capítulo de su Evangelio que el Verbo
Divino, Dios hijo, es coeterno y consustancial con el Padre. Habiendo
llegado así al conocimiento de la fe, recibió el bautismo, a edad un
tanto avanzada.
Hilario se había casado
antes de su conversión y tenía una hija llamada Apra. Su mujer vivía aún
cuando fue elegido obispo de Poitiers, hacia el año 350. El santo hizo
cuanto estuvo en su mano para evitar esa dignidad, pero su humildad no
logró más que confirmar al pueblo la rectitud
de su elección. Las esperanzas puestas en él no quedaron defraudadas,
pues sus eminentes cualidades iluminaron con su brillo, no sólo la Galia,
sino a la Iglesia entera. Poco después de su elevación al episcopado,
compuso, antes de partir al destierro, un comentario sobre el Evangelio de
San Mateo, que ha llegado hasta nosotros. El comentario sobre los salmos
lo escribió en el destierro. Pero sus
principales escritos se refieren al arrianismo. Hilario era un orador y un
poeta. Su estilo es elevado y noble, lleno de figuras retóricas y un
tanto rebuscado; la longitud de los períodos le hace oscuro por momentos.
San Jerónimo se queja de sus largas y
tortuosas frases, en las que la retórica sigue viviendo. San Hilario pone
a Dios frecuentemente por testigo de que considera como el fin principal
de su vida, emplear todas sus facultades en darle a conocer al mundo y
hacerle amar de los hombres.
Igualmente recomienda empezar todas las acciones y conversaciones por la
oración. En sus frases se percibe un ardiente deseo del martirio, propio
de un alma que no tiene nada que temer de la muerte. San Hilario amaba la
verdad sobre todas las cosas, y no
escatimaba ningún esfuerzo, ni rehuía alguno, por defenderla.
En el Concilio de Milán,
en 355, el emperador Constancio pidió a los obispos que firm
aran
la condenación de San Atanasio. Los que se negaron a hacerlo fueron
desterrados, y entre ellos se encontraban San Eusebio de Vercelli, Lucifer
de Cagliari y San Dionisio de Milán. En esa ocasión. San Hilario escribió
su "Primer Libro a Constancio,"
exhortándole a restablecer la paz en la Iglesia. Hilario se separó de
los tres obispos arríanos del occidente, Ursacio, Valente y Saturnino, a
raíz de lo cual, el emperador envió a Juliano el Apóstata, entonces
gobernador de la Galia, la orden de desterrar inmediatamente a Hilario
a Frigia. A mediados del año 356, San Hilario partió al destierro, tan
alegremente como otros hubieran partido a un viaje de placer, sin
arredrarse ante las dificultades y peligros, pues su corazón estaba
fincado en Dios, muy por encima de los
halagos y amenazas del mundo. El destierro duró tres años, y nuestro
santo compuso en él varios eruditos tratados. El principal y más
estimado es el "Tratado de la Trinidad." El nombre de San
Hilario de Poitiers está asociado a
los primeros himnos latinos.
Interviniendo nuevamente en
los asuntos de la Iglesia, el emperador reunió
un concilio de arríanos en Seleucia de Isauria, a fin de
neutralizar los decretos del Concilio de Nicea. San Hilario,
que había pasado ya tres años en Frigia, fue invitado al Concilio
por los semiarrianos, quienes esperaban valerse de su autoridad
para combatir a los arríanos. Pero sus proposiciones no fueron
capaces de doblegar el valor de San Hilario,
quien defendió ardientemente los decretos del Concilio
de Nicea hasta que, cansado de la controversia, se retiró a Constantinopla.
Ahí presentó al emperador una
solicitud, conocida con el nombre de "Segundo Libro a
Constancio," en la que le pedía permiso
de sostener una discusión pública
con Saturnino, el autor de su destierro. Temerosos los arrianos de
tal prueba, persuadieron al emperador de que librara al oriente de un
hombre que no había
cesado de turbar la paz. A resultas de ello, el emperador restituyó a
Hilario a la Galia, el año 360.
San Hilario hizo el viaje a
través del Ilírico y de Italia para confirmar a los débiles. Los
habitantes de Poitiers le recibieron con grandes demostraciones de alegría,
y su antiguo discípulo,
San Martín, fue pronto a reunirse con él. Un sínodo que tuvo lugar en
la Galia, a instancias de Hilario, condenó el Concilio de Rímini, en
359, y excomulgó y depuso a Saturnino, por contumacia. El mismo
sínodo acalló los escándalos y restableció la disciplina, la paz y la
pureza de la fe. La muerte de Constancio, acaecida en 361, puso fin a la
persecución arriana. San Hilario era por temperamento un hombre
extremadamente cortés y bondadoso; pero advirtiendo que la bondad
no producía los resultados apetecidos, compuso una invectiva contra
Constancio, en la que, por razones que probablemente nunca conoceremos,
empleó un lenguaje muy violento. El documento
no empezó a circular sino hasta después de la muerte del emperador. El año
364, Hilario emprendió un viaje a Milán para refutar a Auxencio, quien
había usurpado dicha sede. En una disputa pública le obligó a confesar
que Cristo era verdadero Dios y consustancial con el Padre. San Hilario no
se dejó engañar por la hipocresía
de Auxencio, al contrario del emperador Valentiniano,
a cuyos ojos pasaba por ortodoxo. Hilario murió en Poitiers,
probablemente en 368, pero es imposible determinar con absoluta certeza el
año y el mes de su muerte. El Martirologio Romano
celebra su fiesta el 14 de enero. El Papa Pío IX proclamó a San Hilario
doctor de la Iglesia.
En los últimos años se han escrito
muchas obras sobre San Hilario, pero ninguna de ellas ha
restado nada al valor sustancial de la narración de Alban Butler, de
la que nos hemos servido nosotros. El
descubrimiento más importante, generalmente aceptado en la
actualidad, es el de A. Wilmart (Revue Bénédictine,
vol. XXIV (1908), pp. 159 ss., 293 ss. Dicho autor demuestra
que el texto del Primer Libro a Constancio está
mal titulado y es incompleto. Se trata en realidad, del fragmento
de una carta dirigida a los emperadores por el Concilio de Sárdica
por una parte, y por la otra de algunos extractos de una obra de San
Hilario, escrita en 356, inmediatamente antes del destierro,
cuyo título era Primer Libro contra Valente y Ursacio (los
obispos arrianos). Parece también cierto que
la obra de Hilario Liber o Tractatus Mysteriorum, que
se creía perdida, no lo está totalmente. En un manuscrito de
Arezzo (1887) se descubrió una parte
de esa obra, junto con algunos poemas o himnos del santo. Dicho Tractatus
no tiene nada que ver con la liturgia, como se
había supuesto, pero en cambio se identifica con el Líber
Officiorum que se había atribuido
hipotéticamente al santo (ver Wilmart, en Revue
Bénédictine, vol. XXVII (1910), pp. 2
ss.). En el artículo de Le Bachélet sobre San Hilario (DTC, vol. VI,
cc. 2388 ss.) se encontrará una amplia
bibliografía acerca de estos descubrimientos. Ver también A. Feder, en
Sitzungsberichte de la Academia de Viena, Phil.-Histor. KI., CLXII,
n. 4, y los textos editados por él para el Corpus
Strip. Eccles. Lat. Por lo que toca a la vida de San Hilario, poseemos
una biografía y una colección de milagros escrita por Venancio Fortunato
y publicada en Acta Sanctorum, 13 de enero (cf. BHL., nn.
580-582); ver igualmente E. Watson, The Life and Writings of St. Hilary
of Poitiers (1899). En cuanto a los himnos, remitimos al lector al
suplemento del Dictionary of Hymnology de
Julián, a Early Latín Hymns (1922) de Walpole, y
sobre todo al cuarto volumen del Corpus escrito por Feder. San
Hilario figura en el calendario del Book of Common Prayer de
Inglaterra.