El Beato Odón monje
cartujo del siglo XII, es uno de los pocos hombres de Dios de aquella época,
sobre el que tenemos documentos de primera mano. El Papa Gregorio IX mandó
que se hicieran investigaciones sobre su vida con miras a su canonización,
y las declaraciones de los testigos han llegado hasta nosotros. Uno o dos
extractos de ellas nos darán una idea de la personalidad de Odón.
"Maestro Ricardo" obispo de Trivento, después de haber jurado
por el Espíritu Santo, ante los Evangelios, que diría la verdad, afirmó
que él había conocido al bienaventurado Odón como a un hombre temeroso
de Dios, modesto y casto, entregado noche y día a la vigilia y la oración;
que vestía ásperas túnicas de lana y vivía en una estrecha celda, de
la que no salía más que para orar en la iglesia, y que obedecía siempre
a la campana, cuando ésta le llamaba al oficio. Cuantos fueron a él se
sintieron animados en el servicio de Dios. Leía constantemente las
Escrituras y, a pesar de su avanzada edad, se empleaba en su celda en
trabajos manuales para no ser presa de la ociosidad". El obispo da en
seguida un breve resumen de la vida de Odón, y hace notar que había sido
nombrado prior del nuevo monasterio cartujo de Geyrac, en Eslavonia. Pero
que la cruel persecución de que le había hecho objeto el obispo Dietrich
le obligó a abandonar esa comunidad, e ir a Roma para pedir permiso al
Papa de renunciar a su cargo. La anciana abadesa de un monasterio de
Tagliacozzo le había ofrecido hospedaje, e impresionada por su santidad,
obtuvo licencia de guardarle como capellán de la comunidad. Muchos otros
testigos de la edificante vida de Odón hablaron de sus austeridades, de
su caridad y de su humildad.
Uno de ellos, el arcipreste Oderisio, atestigua que estuvo
presente en los últimos momentos de Odón, y que "éste se hallaba
acostado en el suelo de la dicha celda, vestido con una camisa de cerdas,
y que decía en su agonía: 'Espera un poco, Señor, espera un poco; ya
voy a Ti'; y cuando los presentes le preguntaron con quién hablaba,
respondió: 'Con mi Rey, a quien estoy viendo y en cuya presencia me
hallo'. Al pronunciar estas palabras, el bienaventurado Odón se enderezó,
como si alguien le tendiese la mano, y con ellas extendidas, pasó al Señor".
Esto acaecía el 14 de enero del año 1200, y la edad de Odón se
calculaba en cien años. El beato obró muchos milagros en vida y después
de su muerte, pero tenía horror de que las gentes le atribuyesen poderes
sobrenaturales. "Hermano -dijo a un hombre que solicitaba su ayuda-
¿por qué te burlas de mí que soy un malvado pecador y un saco de
putrefacción? Déjame en paz; el único que puede curarte es Jesucristo,
el Hijo de Dios vivo"; y al decir esto, se le saltaron las lágrimas.
El enfermo quedó al punto sano de una enfermedad que, según el testigo,
que le había conocido personalmente, le atormentaba desde hacia muchos años.
El culto del beato Odón fue confirmado en 1859.
Ver Le Couteulx, Annales
Ordinis Cartusiensis (1888), vol. III, pp. 263-271. En el vol. IV.,
pp. 59-72, el editor publica una selección de los testimonios sobre los
milagros obrados en la tumba del beato. Como esos testimonios datan de un
año después de los hechos, se trata de una de las mejores colecciones
que se conservan sobre milagros de la Edad Media. Ver la edición completa
de esos documentos en Analecta Bollandiana, vol. I, (1882), pp.
323-354. Cf. también Le Vasseur, Ephemerides, vol. I, pp. 60-68