San Marcelo había
sido ordenado sacerdote bajo el Papa San Marcelino, al que sucedió el
año 308, después de que la Sede de Pedro había estado vacante durante
tres años. El Papa San Dámaso, en su epitafio del santo, dice que
Marcelo atrajo la hostilidad de muchos cristianos tibios por haber exigido
el cumplimiento de los cánones penitenciales, y que el emperador Majencio
le desterró a causa de la severidad que había mostrado con un apóstata.
Marcelo I murió en el destierro, no sabemos dónde, el año 309. El Liber
Pontificalis afirma que Lucina, viuda de Piniano, quien había alojado
a San Marcelo en Roma, convirtió su casa en iglesia después de la muerte
del santo y le dio el nombre del Papa difunto. Las "actas" de
San Marcelo, que son falsas, relatan que el tirano le condenó, entre
otras penas, a guardar el ganado. Los sacramentarios y martirologios
antiguos le ponen en el número de los martires, pero el relato de su
martirio data del siglo V y está en contradicción con el epitafio de San
dámaso. El cuerpo de San Marcelo, se halla en Roma, bajo el altar mayor
de la iglesia que lleva su nombre y da su título a un cardenal.