Fueron éstos,
tres monjes del monasterio de San Andrés de Roma,
acerca de los cuales San Gregorio el Grande ha dejado
algunos detalles en sus "Diálogos". Antonio
se entregaba cada día a la meditación de las Sagradas
Escrituras. Se excitaba a lágrimas de compunción para
despegarse de los bienes de aquí abajo y para elevarse
a la contemplación. Expiró víctima de la fiebre,
rodeado de sus hermanos, en oración y en llanto.
Mérulo se incitaba a la oración, en la
santa ocupación de la salmodia. Murió con una gran
tranquilidad de alma.
Juan, joven de gran inteligencia, fue
notable todavía más por su dulzura y por su humildad.
Curado de un mal que los médicos consideraban
incurable, se entregó durante dos años al servicio de
Dios. Al tercer año, avisado de su próximo fin por un
hermano que le había precedido en la tumba, expiró
apaciblemente.
Con esta ocasión, San Gregorio da algunas
explicaciones sobre las apariciones nocturnas, entre las
que importa hacer distinciones. "Los Santos dice,
no se equivocan; reconocen por signos ciertos lo que
verdaderamente viene de Dios".
El nombre de los tres santos está en los
martirologios benedictinos en diferentes fechas (21 o 31
de enero y 15 de marzo), pero el Martirologio Romano los
ha reunido a todos el 17 de enero.
Gregorio
el Grande Diálogos, P. L., vol. LXXVII, col.
405.
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