Todo lo
que sabemos de San Germánico se reduce a lo que nos
dice la carta a los cristianos de Esmirna sobre la
persecución en la que fue hecho prisionero San
Policarpo: "Pero demos gracias a Dios, porque Germánico
triunfó de sus enemigos. En efecto, el muy noble joven
alentó el valor de los otros con su constancia, e hizo
frente a las fieras, en forma admirable. Como el procónsul
tratase de salvarle, rogándole que se apiadara de su
propia juventud, Germánico, expresó su deseo de verse
libre de la compañía de hombres tan descarriados, Y él
mismo provocó valientemente a las fieras para que le
atacaran. Al ver la multitud el maravilloso valor de los
cristianos, amados del Señor y temerosos de Dios, empezó
a gritar: ¡Mueran los enemigos de los dioses! ¡Traed a
Policarpo!" Este relato es uno de los documentos más
auténticos que poseemos sobre la Iglesia primitiva.
Eusebio cita este pasaje en su "Historia Eclesiástica",
y el texto completo nos ha llegado por una fuente
independiente. Hay que notar que Germánico, al provocar
contra sí a las fieras para librarse cuanto antes de la
abyecta compañía de los paganos y judíos, hizo
realmente el gesto que San Ignacio de Antioquía se
proponía hacer (ad Rom. 5). El mismo Martirologio
Romano nos hace pensar en el ejemplo de San Ignacio de
Antioquía, diciendo que Germánico, "que había
sido molido por los dientes de las fieras, mereció
unirse con el Verdadero Pan, Jesucristo, muriendo por su
causa".
Ver
Lightfoot, Apostolic Fathers, pt. 11, vol. III,
p. 478; Delehaye, Les passions des rnartyrs... (1921),
pp. 12 ss., y Acta Sanctorum, 19 de enero. Sobre
la fecha del martirio, ver la nota en el artículo sobre
San Policarpo, 26 de enero
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