La
congregación benedictina de Valleumbrosa, que nació de
las ermitas que existían anteriormente al año 1038, en
el famoso valle, gracias a los esfuerzos de San Juan
Gualberto, contaba en su mejor época con más de
cincuenta comunidades y se había extendido a Francia y
al Tirol. El rasgo más característico de la nueva
organización consistía en el deseo de combinar la vida
eremítica con la monástica. Los padres del beato
Benito Ricasoli habían conocido personalmente a San
Juan Gualberto y le habían regalado una propiedad en
Coltiboni. En ella fue recibido a temprana edad el beato
por el abad Azzo. Pero, como aspirara a mayor perfección
y soledad que las que le ofrecía la vida comunitaria,
Benito se retiró a una choza en la montaña, a cierta
distancia de la abadía. De vez en cuando, iba al
convento a celebrar con sus hermanos algunas fiestas de
la Iglesia. En una de esas raras visitas, que duró
desde la Navidad hasta la Epifanía, exhortó
especialmente a los monjes al fervor y la perseverancia
en su ardua vocación. Su vida, les dijo, debía
consistir en una constante preparación para la muerte;
y les repitió insistentemente las palabras del
Evangelio: "Estad preparados, porque el Hijo del
Hombre vendrá cuando no lo esperáis". Poco después,
Benito murió en la soledad de su ermita, según parece,
el 20 de enero de 1107.
La leyenda bordó posteriormente las
circunstancias de su muerte. Se decía que la campana
del monasterio había tocado sola para anunciar la
muerte de Benito; que sobre la nieve había aparecido
milagrosamente un sendero para que los monjes pudiesen
ir a ver a su hermano; que éstos le encontraron muerto,
pero arrodillado como si estuviese en oración, con las
manos juntas y los ojos fijos en el cielo; que sobre su
tumba, dentro de la clausura, había brillado una luz y
había brotado instantáneamente un lirio. El culto del
beato Benito fue confirmado en 1907. Se dice que sus
reliquias reposan todavía en el santuario de Galloro,
cerca de Riccia.
Ver
el decreto de la Congregación de Ritos, en Analecta
Ecclesiastica, 1907, p. 247; y Acta Sanctarum, 20
de enero
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