La Beata
Inés, cono la llaman ordinariamente sus paisanos, nació
en un pueblecito de los alrededores de Valencia. Sus
padres, Luis Albinana y Vicenta Gomar, eran de buena
familia, pero pobres. Inés se consagró a Dios desde su
infancia. Ni siquiera participaba en los inocentes
juegos de los niños de su edad, y su modestia y
sencillez le merecían el respeto aun de aquellos que no
admiran de ordinario la virtud. A pesar de las numerosas
pruebas que debió sufrir a raíz de la temprana muerte
de su padre, la beata consiguió finalmente ingresar en
el convento de las ermitañas descalzas de San Agustín,
en Beniganim. En religión recibió el nombre de hermana
Josefa María de Santa Inés, e hizo grandes progresos
en la perfección. Se consideraba como la última de las
religiosas, y estaba siempre dispuesta ayudar a las más
jóvenes de sus hermanas. Sus austeridades corporales
eran muy severas, y con frecuencia pasaba gran parte de
la noche ante el Santísimo Sacramento. Tras de haberla
sujetado a largos períodos de desolación y
tentaciones, que la beata sobrellevó con gran
paciencia, Dios le concedió un extraordinario don de
profecía y discernimiento de espíritus. Esto hizo que
la beata fuese consultada por los más nobles de los
grandes de España cosa que la llenaba de confusión.
Josefa María de Santa Inés murió a los setenta y un años
de edad, el día de su patrona Santa Inés, en 1696. Fue
beatificada en 1888.
Ver
el breve de beatificación; y Kirchliches Handlexikon,
artículo Josepha-Maria.
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