Después
de San Ignacio, el más famoso de los antiguos obispos
de Antioquía fue San Babilas, quien sucedió a Cebino,
el año 240. Desgraciadamente sabemos muy poco sobre él.
San Juan Crisóstomo nos dice que fue Babilas aquel
obispo del que Eusebio nos cuenta que, en la Pascua del
año 244, se negó a admitir en la iglesia a Felipe el
Árabe (quien se decía cristiano), si no expiaba antes
el asesinato de su predecesor, el emperador Gordiano.
San Babilas murió martirizado durante la persecución
de Decio. Eusebio dice que falleció en la prisión;
pero San Juan Crisóstomo afirma que fue decapitado. Las
primeras reliquias de un mártir que fueron trasladadas
pertenecieron a San Babilas. Cuentan las crónicas que
se hallaba sepultado en Antioquía, pero en 351, el César
Galo mandó trasladar sus restos a la cercana iglesia de
Dafne para contrarrestar la influencia que ejercía el
famoso santuario de Apolo, donde los oráculos y la vida
licenciosa constituían un mal ejemplo para los
cristianos. Con el traslado de las reliquias del mártir,
terminaron aquellas cosas. El año 362, Juliano el Apóstata
dio la orden de sacar de ahí esas reliquias. Los
cristianos las acompañaron en procesión a Antioquía,
cantando los salmos que se refieren a la impotencia de
los ídolos y de los falsos dioses. Al atardecer del día
siguiente, según cuenta la tradición, el templo de
Apolo fue destruido por un rayo. Poco después, tuvo
lugar una tercera translación de los restos del mártir
a la basílica que el obispo San Melecio había
construido, del otro lado del Orontes. Dicho obispo fue
sepultado junto a San Babilas.
Ver Analecta
Bollandiana, vol. XIX (1901), pp. 5-8; y Acta
Sanctorum, 24 de enero, donde se encontrarán dos
"pasiones" de San Babilas que carecen de
autoridad. Tampoco tienen valor histórico los dos panegíricos
predicados por San Juan Crisóstomo, según lo demuestra
Delehaye en Les passwns des martyrs, c. II
(1921), pp. 209 y 232. Sin embargo, el nombre de San
Babilas no sólo figura en los primeros martirologios
sirios, sino que era también muy venerado en occidente.
Existen dos biografías, una en prosa y otra en verso,
escritas por San Adelmo de Sherborne en el siglo VII. R.
Ehwald las editó junto con las otras obras de San
Adelmo, en MGH, Auctores Antiquissimi, vol. XV,
pp. 274, 397, Cf. Tillemont, Mémoires..., vol.III,
pp. 400-408; y Delebaye, Origines du culte... (1933),
pp. 54, 58, etc.
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