Tenemos
que contentarnos con saber que San Artemio merece
realmente ser contado entre los santos. Su imagen y su
nombre se hallaban en los mosaicos de la cúpula en la
antigua basílica de San Prisco cerca de Capua. Dichos
mosai cos, que desgraciadamente ya no existen, databan
aproximadamente del año 500. El Hieronymianum nos
dice que San Artemio era venerado en Pozzuoli, no lejos
de Capua, donde probablemente sufrió el martirio. Y
esto es todo lo que sabemos con certeza sobre él. Una
leyenda posterior, que probablemente se refiere a
nuestro mártir, afirma que Artemio, de niño, enseñaba
el catecismo a sus compañeros; que había sido
denunciado como cristiano, y que sus propios r discípulos
le habían apuñalado con los punzones que usaban para
escribir sobre las tablas de cera. Pero la misma
historia se cuenta de San Casiano de Imola, y,
anteriormente, de San Marcos de Aretusa. Apenas hay duda
de que la leyenda se tomó de dichas fuentes y se aplicó
a San Artemio, a falta de detalles autén ticos sobre él.
Ver
Acta Sanctorum, 25 de enero; y Pio Franchi de
Cavalieri, en Studi e Testi, vol. IX, p. 68
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