Estos mártires
eran dos distinguidos oficiales de la guardia de
infantería de Juliano el Apóstata. Durante la campaña
de aquel emperador contra los persas, ambos oficiales
hicieron algunas reflexiones desagradables acerca de las
leyes impías dictadas contra los cristianos y
manifestaron que estaban prontos a morir, antes que
profanar las cosas sagradas. Informado de ello, el
emperador les mandó llamar. Como no consiguió que se
retractasen de sus palabras, ni que adorasen a los ídolos,
confiscó sus bienes y les mandó azotar. Pocos días
después, les hizo decapitar en la prisión de Antioquía,
el 25 de enero de 263. Los cristianos, arriesgando su
vida, robaron los cuerpos de los mártires y, después
de la muerte del emperador, ocurrida en Persia el 26 de
junio del mismo año, erigieron una magnífica tumba en
honor de los dos oficiales. En un panegírico que San
Juan Crisóstomo predicó en su fiesta, dice:
"Estos mártires sostienen como fuertes pilares a
la Iglesia, la defienden como torres y la protegen como
rocas inamovibles. Visitemos sus tumbas con frecuencia,
toquemos y abracemos sus reliquias, seguros de que nos
alcanzarán bendiciones del cielo. Porque, así como los
soldados se presentan a su rey con confianza, cuando
pueden mostrarle las heridas sufridas por su causa,
sobre los campos de batalla; así estos mártires
obtienen del Rey de los cielos cuanto se les pide,
recordándole lo que por El sufrieron en la
tierra".
Los
escasos detalles que poseemos sobre estos dos mártires,
provienen en gran parte del panegírico de San Juan Crisóstomo.
En el pasaje citado en el artículo, traducido bas tante
libremente por Butler, el orador describe
extravagantemente a los mártires presentan do a Cristo
sus propias cabezas cortadas. Severo de Antioquía, en
un himno que compuso en honor de estos mártires,
menciona a un tercero, llamado Longino, que murió con
ellos. (Patrologia Orientalis, vol. VII, p. 611).
Ver también Acta Sanctorum, 25 de enero; y el
Delehaye, Les origines du culte... (1933), p.
196, y Les passions des martyrs..., pp., 228 y
230.
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