De
ordinario se ha visto en este Teógenes al obispo de
Hipona que asistió al Concilio de Cartago, en 256. En
este Concilio, presidido por San Cipriano, se debía
tratar la cuestión del bautismo de los herejes.
Durante la persecución de Valeriano, que
causó muchas víctimas sobre todo en África, Teógenes
sufrió muchos padecimientos, y por fin, treinta y seis
cristianos de su iglesia fueron inmolados con él.
Desde el tiempo de San Agustín, en la
ciudad de Hipona se honraba a Teógenes como mártir.
San Agustín hace alusión a ello, cuando habla del
santo sacrificio ofrecido en las basílicas: "Los
santos mártires, dice, tienen un rango de honor; sin
embargo, no se les adora en lugar de Jesucristo. Cuando
oigáis decir,a mí o a otro de mis hermanos, en la
memoria de San Teógenes: Te ofrezco a ti, Teógenes,
etc., no es Teógenes, etc., a quien yo adoro, sino al
Dios que Teógenes adora".
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