Julián nació en
Burgos, en 1127. A la muerte de sus padres, se retiró a una choza, al
monasterio de San Agustín de Burgos y no lejos de una ermita donde
había vivido Santo Domingo de Silos. En aquella soledad se preparó
durante largo tiempo a recibir la ordenación sacerdotal. Una vez
consagrado sacerdote, salió a predicar por todas las provincias del reino de España
con tanto celo, que, por doquier, obtenía extraordinarios
éxitos. Su vida de santidad, su espíritu de oración, su fervor en la celebración del santo sacrificio,
atrajeron las bendiciones de Dios sobre todas sus empresas.
Tenía más de sesenta años cuando el rey Alfonso IX, que acababa de
reconquistar a los moros la ciudad de Cuenca, pensó en establecer ahí la sede
de un obispado; su primer titular fue San Julián, que hasta entonces había sido
archidiácono en Toledo, En su nueva dignidad de obispo, conservó los sentimientos
de una profunda humildad; su vida, dedicada al apostolado, fue la
admiración de todos. Vivía del trabajo de sus manos, de acuerdo con el ejemplo
de los padres del desierto, y distribuía entre los pobres todas las ganancias de
su obispado. Cada año, visitaba todas las parroquias de su diócesis y
continuamente llevaba la palabra de Dios hasta las aldeas más pequeñas. A diario, daba
de comer a numerosos pobres y les servía personalmente. Más de una vez, la
Providencia probeyó a sus necesidades y le proporcionó milagrosamente los
para hacer sus limosnas. Durante una epidemia que azotó a Cuenca,
todos los que pudieron tocar un cestillo tejido por San Julián, quedaron curados
al instante. Después de la muerte del santo, su cesto fue un remedio eficaz para
graves males.
Al
llegar a la edad de noventa años, San Julián fue presa de una grave
enfermedad y, tan pronto como se sintió mal, anunció que era para morir. En
consecuencia, se preparó a recibir la muerte con la gracia de los sacramentos
y se tendió en el suelo, sobre un lecho de cenizas y una piedra por almohada.
La Santísima Virgen se llegó hasta él con una lámpara encendida que dejó en
sus manos como símbolo de la castidad que Julián había observado. Murió el
28 de enero de 1208.
Numerosos milagros ocurrieron durante sus funerales. La
Iglesia de Cuenca celebra la fiesta de San Julián con octava. Clemente VIII aprobó el oficio
compuesto en su honor. Hubo una traslación de los restos de San Julián, el 11de
abril de 1518 y, en aquella ocasión, hubo muchas curaciones milagrosas;un
canónigo de Cuenca registró hasta catorce en un solo día.
El domínico Marietta, compuso un resumen de la Vida de San Julián de Cuenca. Se
le puede encontar en Acta Sanctorum, 28 de enero.
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