LA DESHONRA
INFERIDA A
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Ecône, Pascua de 1986
Mis queridos amigos, mis queridos hermanos:
Todos sabemos que actualmente estamos ante una situación de la Iglesia que cada vez es más inquietante. No es un problema de hoy, pero sí después del Concilio, particularmente desde la aplicación de las reformas conciliares. Asistimos a una especie de escalada del
ecumenismo por el Papa y los obispos. Esto no es un misterio -es visto y conocido por todo el mundo- la televisión y todos los medios de comunicación social ponen de relieve este ecumenismo que es
practicado hoy por las autoridades de la Iglesia. Estoy seguro de que este ecumenismo plantea a cada uno un grave
problema de conciencia. Nosotros queremos y hemos decidido mantenernos católicos y no pienso que tengamos la intención de cambiar.
El catolicismo para nosotros significa guardar la Fe, los Sacramentos, el Santo
Sacrificio de la Misa, el catecismo, todo lo que la Iglesia ha enseñado y legado como una herencia preciosa durante diecinueve siglos a generaciones y generaciones de católicos. Nosotros mismos hemos recibido en
nuestra infancia, en nuestra juventud, en nuestra adolescencia y en la madurez, esta preciosa herencia y estamos aferrados a ella como a
la niña de nuestros ojos. Esta Fe y todos los medios de guardarla que nos han sido legados para mantener en
nosotros la gracia, son necesarios y absolutamente indispensables para salvar nuestras almas e ir al Cielo. No es por otras razones que queremos mantenernos
católicos: es para salvar nuestras almas. He dicho el jueves, que tenemos la impresión de alejarnos cada vez más de los que practican este
ecumenismo insensato y contrario a la Fe católica. Ellos se separan cada vez un poco más del primer precepto de un bautizado que es profesar la Fe católica. No es por nada que nuestros padrinos y madrinas
pronunciaron el Credo el día de nuestro bautismo y que luego cuando recibimos la Confirmación, repetimos nosotros mismos este Credo que nos liga definitivamente a la Fe católica.
Ahora bien, hechos desconcertantes se han acumulado: desde viajes del Papa a Marruecos, a
Togo, a la India, y por los comunicados que la Santa Sede ha publicado oficialmente estos últimos días para
decir que el Papa tenía la intención de visitar a los judíos, para rezar con ellos, que el Papa iba a ir a
Taizé para rezar con los protestantes que quería -lo dijo él mismo públicamente en San Pablo extramuros
realizar una ceremonia que reuniese a todas las religiones del mundo para rezar con ellos en Asís con motivo del Día
de la paz, que tendrá lugar el 24 de octubre en el marco del Año de la paz proclamado por las Naciones Unidas.
Ustedes han leído esto en los diarios y los que tienen televisión han podido verlo y escucharlo.
¿Qué pensar de ésto? ¿Cuál es la reacción de nuestra Fe
católica? Esto es lo que cuenta. No es nuestro sentimiento personal, una especie de impresión de cualquier comprobación. Se trata de saber lo
que piensa al respecto la Iglesia católica, según lo que se nos ha enseñado ¿cuáles son las reacciones de nuestra Fe frente a estos hechos?
Es por eso que voy a citar algunas frases muy cortas que he recopilado del tratado de Derecho canónico del canónigo Naz. El
Derecho Canónico ordenado por el Santo Padre Pío X y
publicado por Benedicto XV, es la expresión de la ley de la Iglesia y lo fue durante
diecinueve siglos.
Participación en un culto no católico
¿Qué dicen estos textos a propósito de lo que se llama la "communicatio in sacris", es decir, la participación en un culto no católico, con los no católicos?
Yo creo que es eso lo que nos preocupa cuando vemos que el Papa y los obispos participan en cultos no católicos. ¿Qué es lo que
dice la Iglesia de la "communicatio in sacris"? Está prohibida por el Canon 1258, § 1, que dice: "Está absolutamente prohibido a los
fieles asistir o tomar parte activamente en los cultos de los acatólicos (es decir de los no católicos) de cualquier manera que sea".
Y he aquí cómo lo explica este comentario oficial de la doctrina de la Iglesia y que yo no hago más que copiar: "La participación es activa y formal cuando un católico participa en un culto heterodoxo, es
decir no católico, con la intención de honrar a Dios por ese medio, a manera de los no católicos". Exactamente frente a eso nos
encontramos. Pienso realmente que los obispos y el Papa tienen la intención de honrar a Dios por el culto no católico en el que participan. Creo
no equivocarme.
"Tal participación está prohibida bajo la forma que sea -quovis modo- porque implica la profesión de una falsa religión y, por
consiguiente, renegar de la Fe católica". Y la Santa Sede decretó en 1889: "Está prohibido rezar, cantar y tocar el órgano en un templo herético o cismático, asociándose a los fieles que ahí celebran su culto, aunque los términos del canto y de las oraciones sean ortodoxas".
No soy yo quien escribió esto. Está con todas sus letras en el tratado de Derecho canónico del canónigo Naz, que siempre fue
considerado en la Iglesia como totalmente oficial y válido.
Se presume que quienes participan así activa y formalmente en el culto de
los no católicos adhieren a las creencias de estos últimos. Por ello, el canon 2316
los declara "sospechosos de herejía" y si perseveran son "considerados herejes". No hago sino citar el canon.
¿Por qué esta legislación de la Iglesia? Para ayudarnos a
practicar el primer mandamieno que es profesar nuestra Fe católica. Si la
profesamos, nos es imposible, es inconcebible, profesar otra fe y participar en otro culto. Rezando en otro culto
hacemos profesión de honrar al dios que alli es invocado: el de una falsa religión. Un dios que es una obra del espíritu o que es un ídolo cualquiera, pero que no es el verdadero
Dios. ¿Cómo querer que los judíos recen al verdas dero Dios? Ellos están formalmente, esencialmente contra Jesucristo, precisamente desde el día de la Resurrección de Nuestro Señor e incluso antes, puesto que lo crucificaron. Pero de una manera casi oficial
después de la Resurrección: ellos se pusieron inmediatamente a perseguir a los
discípulos de Nuestro Señor Jesucristo y ello durante siglos. ¿cómo se puede rezar al verdadero Dios con
los judíos? ¿Quién es Nuestro Señor Jesucristo? Es el Verbo de Dios. Es Dios. Nosotros tenemos un solo
Dios: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y un solo Señor: Nuestro Señor Jesucristo. Los
Evangelistas repiten eso hasta la saciedad. Quienquiera se oponga a Nuestro Señor Jesucristo no tiene al Padre,
como explícitamente lo dijo San Juan en sus cartas: "Quien no tiene al Hijo, no tiene al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre". (I Jo. 2, 23).
Es normal, no hay sino un solo Dios en tres Personas. Si una de las personas es deshonrada, rechazada, no se puede honrar
a las otras personas. Es imposible. Es destruir la Santísima Trinidad. Por consiguiente, al deshonrar a Nuestro Señor Jesucristo,
los judíos deshonran a la Santísima Trinidad. ¿Cómo podrían ellos rezar a Nuestro Señor, verdadero
Dios? Ahora bien, no hay en el Cielo otro Dios que conozcamos y que nos haya sido enseñado por nuestra Fe católica.
He aquí la situación frente a la cual
nos encontramos. Yo no la invento. No soy yo quien la quiere, muy por el contrarIo. Quisiera morir, quisiera dar mi vida para que no existiera.
Un dilema excesivamente grave
Nos encontramos verdaderamente frente aun dilema
excesivamente grave, que creo no se planteó jamás en la Iglesia. Que aquél que está sentado en la Sede de Pedro participe en
cultos de falsos dioses, creo que esto no sucedió jamás en toda la historia de la Iglesia.
¿Qué conclusión deberemos quizá sacar dentro de algunos meses ante estos actos
repetidos de comunicación con falsos cultos? No lo sé. Me lo pregunto. Pero es posible que estemos en la obligación de creer que este papa no es
papa. No quiero aún decirlo de una manera solemne y formal, pero me parece sí a primera vista que es imposible que un papa sea hereje pública y
formalmente. Nuestro Señor le prometió estar con él, guardarlo en la Fe y
sin que pudiese errar en la Fe, ¿pero puede al mismo tiempo ser hereje públicamente y casi
apostatar? He ahí un problema que no me concierne solamente a mí, sino que concierne a
todos ustedes. Si
nos han perseguido, si ahora nos tratan como a personas que están casi fuera de la Iglesia, ¿por
qué? Porque nosotros hemos permanecido católicos y queremos seguir siéndolo. Comprobamos,
manteniéndonos
católicos, que esas personas se alejan cada vez más de la doctrina católica y por consiguiente de nosotros. ¿Qué
quieren hacer ante esto? Es exactamente como en el caso de los judíos que se alejaron de Nuestro Señor Jesucristo,
y eso cada vez más, hasta convertirse en sus enemigos jurados.
Los judíos todos hubiesen debido reunirse con Nuestro Señor. Hubiesen debido todos seguir
a la Sma. Virgen María y a los Apóstoles -con excepción por supuesto de Judas-. Nuestra religión cristiana comenzó con judíos convertidos por Nuestro Señor. ¿Por qué hubo un cierto número que rehusó convertirse, a pesar de toda la evidencia
de los milagros de Nuestro Señor, de la evidencia de su Resurrección?
Los soldados que estaban presentes, asustados después de la aparición del ángel y del temblor de tierra que tuvo lugar, corrieron hacia los príncipes de los sacerdotes para decirles lo que había ocurrido.
O sea: que Nuestro Señor no estaba más en su tumba, que había resucitado y que ellos habían escuchado un temblor de tierra
espantoso. Ellos fueron a dar parte de su comprobación y a aportar su testimonio. ¿Qué hicieron los príncipes de los sacerdotes? En lugar de decir:
nos retractamos públicamente, nos hemos equivocado. adoramos a Nuestro Señor Jesucristo; si El realmente resucitó: ¿cómo no adorarlo, cómo no seguirlo? No... ¿Qué les dijeron a los soldados? "He aquí una
fuerte suma de dinero, id a repetir por toda Jerusalén que mientras dormiais
los Apóstoles vinieron a robar el cuerpo de.Nuestro Señor". Entonces, como lo escribe muy bien San
Agustín -pienso que sonriendo-: ¿cómo pueden afirmar que vieron a los apóstoles llevarse el cuerpo de
Nuestro Señor, puesto que dormían? No pudieron verlo. Fue el demonio quien se los sugirió y han
permanecido bajo su influencia. ¿Qué hacer ante esta situación?
¿Qué hacer? Ante esta situación de la Iglesia debemos rezar a
la Santísima Virgen, mañana y tarde, día y noche, para que venga a socorrer a su Iglesia. Pues es un escándalo considerable -en el verdadero
sentido del término, escándalo quiere decir empujar al pecado- este ecumenismo y esta participación en los cultos de las falsas
religiones. Los católicos pierden la Fe. Ya no tienen Fe en la Iglesia católica.
Ya no creen que hay una sola Religión verdadera, que no hay sino un sólo y verdadero Dios, la Santísima Trinidad. La
Fe desaparece cuando el mal ejemplo y el escándalo vienen de tan alto, de aquel
que está en la Sede de Pedro y de casi todos los obispos. ¡Pobres
los cristianos que quedan librados a sí mismos, que no tienen suficiente
formación cristiana para mantener su Fe católica a pesar de todo, o que no
tienen a su lado sacerdotes que los ayuden a conservar esta Fe!, están
desamparados. O pierden la Fe, no practican más, no rezan más, o entran en
cualquier secta, Entonces debemos rezar mucho, reflexionar, rogar a Dios que nos
guarde en la Fe católica pase lo que pase.
Los acontecimientos no dependen de nosotros. Es como un film de cine que se
desarolla ante nuestros ojos. Desde el Concilio vemos que la situación se
deteriora año tras año, El Sínodo también marcó, diría yo, un refuerzo
todavía más grave que otros, al afirmar: Continuamos. Nosotros continuamos. A
pesar de todas las consecuencias desastrosas, el Sinodo ha querido ver en el
Concilio una obra del Espiritu Santo, un Pentecostés extraordinario; hay que
continuar, continuar con el espíritu del Concilio, nada de restricción, nada
de reprimenda, nada de retorno a la Tradición, y ahora vemos que las etapas se
precipitan, que van cada vez más rápido. Forzosamente, puesto que no hubo
objeción después de estos veinte años de puesta en práctica del espíritu
del Concilio, en adelante todos los que están de acuerdo con estas
transformaciones en la Iglesia, no tienen razón de no continuar y más rápdamente
todavía. Se llega así a la destrucción total de la Iglesia.
Monseñor Marcel Lefebvre "Fideliter"'
nº 51, mayo-junio 1986.
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