ANA CATALINA EMMERICK (1)
VISIONES Y REVELACIONES
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Maquinaciones de los malvados contra la, Iglesia (Octava de Navidad) de 1819). "Vi a la Iglesia de San Pedro y a una gran multitud de hombres afanados en destruirla, mientras otros trabajaban en restaurarla. Los trabajadores estaban esparcidos por todo el mundo" (...). "Entre los obreros que trataban de destruir el templo distinguí muchos herejes y apostatas" (...). "Vi con espanto que entre ellos había sacerdotes católicos" (...). "Mientras el templo era destruido por éstos en alguna parte, reedificábanlo otros sin energía ni vigor". "Parecía que ninguno tenía confianza ni gusto en el trabajo, puesto que trabajaban sin dirección y sin saber lo que hacían. Aquello era aflictivo. Ya estaba destruida la parte anterior de la iglesia y no quedaba en pie más que el Sagrario" (pg. 605-6, Tomo I, cap. XXV, 1). La Santísima Virgen protege a la Iglesia.
"Entonces vi una Gran Señora, llena de majestad, que venía
por la gran plaza que hay delante del templo. Tenía un manto extendido. Detúvose
en lo alto de la cúpula y lo extendió sobre todo el recinto de la iglesia. Los
demoledores dejaron de trabajar en aquel momento. Quisieron proseguir su obra
de destrucción pero no pudieron. Entretanto los que trabajaban en reedificar
la iglesia mostraban extraordinaria actividad; muy pronto estuvo casi del todo
restaurada.
Vi entonces venir
un nuevo Pontífice en procesión. El Papa era mucho más joven y enérgico
que el anterior. Fue recibido con gran solemnidad. Parecía que iba a
consagrar la iglesia, pero oí una voz que le decía que no, pues el tabernáculo
no había sido destruido. Debía celebrarse una doble fiesta en toda la
Iglesia; un jubileo universal y la restauración de la Iglesia. Antes que el
Papa comenzara la fiesta había preparado a los suyos y estos lanzaron de la
asamblea, sin contradicción ninguna, a una multitud de eclesiásticos, unos de mucho viso, otros de poca
significación, los cuales salieron murmurando llenos de cólera. El Pontífice tomó a su servicio a otros eclesiásticos y también a seglares" (pg". 606-7,
Tomo I, cap. XXV, 2).
Ve a San Francisco de Sales y a Sta. Juana de Chantal.
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"Veo cuadros de la vida de estos dos santos. Decían que los
tiempos que corremos son muy tristes; pero que después de muchos desastres vendrá un tiempo suave y apacible en que los hombres estarán muy
unidos unos con otros y se amarán mucho; entonces florecerán muchos monasterios en el verdadero sentido de esta palabra.
Vi también una
imagen de estos lejanos tiempos, la cual no puedo describir. Los tiempos del
Anticristo no están tan próximos como algunos creen. Han de venir precursores del mismo.
He visto en algunas ciudades maestros de cuyas
escuelas podrán salir esos precursores" (pg. 608, id., 4) .
Ve en éxtasis a la Iglesia abandonada y
afligida.
"He visto a la Iglesia enteramente
abandonada por completo y sola. Parece que todos huyeran de ella. Todo es contienda en torno de ella; por doquiera veo grandes miserias,
odio, traición y encono, inquietud, falta de auxilio y ceguedad absoluta. De un lugar oscuro veo salir
mensajeros anunciando por todas partes malas nuevas, que causan amargura en los corazones de los que los oyen y encienden la cólera y el odio. Yo ruego con mucho fervor por los oprimidos. Sobre los lugares
donde algunos hacen oración veo descender luces, y sobre todos los demás, negras tinieblas. Este
estado de cosas es espantoso. He rogado a Dios que tenga misericordia. ¡Oh ciudad. ..! (Roma)
¡Oh ciudad ...! Qué gran calamidad te amenaza ...! La tempestad está próxima; prepárate, pues.
Confío sin embargo en que has de permanecer firme. (pg. 612, id., 9).
Supervivencia de la Iglesia, e indignidad de los cristianos. (4 de octubre de 1822)
"Cuando esta noche vi a San
Francisco llevando sobre sus hombros la iglesia, según la visión que tuvo el Papa Inocencio
III, vi que un hombre de corta estatura, en cuyo rostro había algo de judío, llevaba a cuestas la
Iglesia de San Pedro, lo cual me pareció muy peligroso. En la parte
norte, sobre la iglesia, estaba María protegiéndola bajo su manto. Diríase que aquel hombre iba a caer. Parecióme seglar y que le conocía
yo. Aquellos doce a quienes siempre veo como nuevos apóstoles, venían a socorrerle, pero demasiado despacio. Ya iba a caer,
cuando por fin
llegaron todos y se pusieron debajo de ella; también ayudaron muchos ángeles.
Tratábase de salvar sólo el suelo y la parte posterior
de la iglesia, pues todo lo demás lo habían destruido las sectas y aún los mismos
eclesiásticos. Aquellos llevaban la Iglesia a otro lugar y parecía que a su paso venían por tierra muchos palacios. Viendo en ruinas a la Iglesia de San
Pedro y los muchos eclesiásticos que habían trabajado en destruirla, sentí tal tristeza que hube de clamar en alta voz pidiendo a Jesús misericordia. Entonces
vi delante de mí a mi celestial Esposo en figura de un
joven, quien me dijo que esta traslación de la Iglesia significaba que en
apariencia habrá de caer en tierra por completo, pero que
descansaba en estas columnas y que de ellas había de surgir de nuevo; que aunque no quedara más que un solo cristiano católico en el
mundo, ella podía
vencer, pues no está fundada ni en la razón ni en el consejo de los hombres. Luego me mostró que
en
la Iglesia nunca habían faltado fieles que hicieran oración y padecieran por
ella. Mostróme además lo que Él había padecido por ella y
la virtud que había comunicado a los méritos y trabajos de los mártires.
También me mostró en innumerables
escenas la miserable conducta de los cristianos y de los eclesiásticos en todo el mundo y en mi patria,
y me exhortó a orar y a padecer por ellos. También me dio a entender que casi no quedaban ya cristianos en el sentido
en que antes se tornaba esta palabra, así como entendí que los judíos que ahora existen, son
todos ellos fariseos y aún peores que fariseos. El solo pueblo de Judith en África (Abisinia ) está compuesto de antiguos verdaderos judíos. Esta visión me afligió mucho"
(pg.
612-3, id., 10) .
Ve los estragos que causan los enemigos de la Iglesia y la futura
restauración por medio de María.
(Pascua de 1820) .
He visto a la tierra como
una superficie redonda, cubierta de oscuridad y tinieblas. Todo estaba corrompido
y a punto de perecer. Esto lo he visto muy detalladamente, en todas las criaturas,
en los árboles, en los arbustos, en las plantas, en las flores, en los campos. Parecía como
si las aguas de los arroyos, de las fuentes, ríos y mares fuesen sorbidos y volviesen a su origen. Fui por la tierra desolada y vi a
1os ríos como líneas delgadas, a los mares como negros abismos, en medio de los cuales
sólo había algunas grietas con agua. Todo lo demás era fango espeso y oscuro donde veía toda suerte de animales monstruosos y peces luchando
con la muerte.
Vi tanta distancia alrededor que pude distinguir con toda
claridad la orilla del mar donde en otra ocasión yo había visto que San Clemente fue sumergido (Mar Muerto).
Vi también lugares y muchedumbres de gentes, tristes y
turbadas y muchas ruinas.
A medida que crecían la sequedad y la desolación de la tierra, se
aumentaban las obras tenebrosas de 1os hombres. Reconocí a Roma y vi la opresión que padecía la Iglesia y su decadencia en lo interno y en lo externo"
(pg. 618, id., 15).
Por qué la Iglesia fue fundada en Roma
(Mayo de 1823).
Vi que la Iglesia había sido fundada en Roma, pues esta ciudad era el centro del imperio del mundo y tenía comunicación con todos los
pueblos.
Vi también que Roma permanecerá como una isla, como
una rosa en el medio del mar, cuando todo se convierta en ruinas en torno suyo.
Vi que Jesús dio esta fuerza a San Pedro
(...)". (Tomo I, cap. IX, pg. 382).
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