La
Modificación del Santo Rosario
Del divino Salvador, fundador de la única Religión verdadera, las multitudes decían: "nadie habló como este hombre". De los jefes vaticanos apóstatas bien puede decirse: "ningún Papa habló como estos líderes". Están haciendo en mil y un aspectos lo contrario de sus predecesores y dañando infinitamente a la Iglesia. La Santísima Virgen, en una hermosa y poco conocida aparición al Beato Alano de la Roche, donde le dice como Ella quiere que sea el Rosario, y está claro que es en tres tercios, que indican claramente tres etapas del proceso de la Redención. El tema "luminoso" ya estaba incluido en los misterios gloriosos, y solamente ocurre después del doloroso, y dependiendo del mismo, por la sencilla razón, de que la Iluminación, el Conocimiento de Dios tal como Él se manifiesta al espíritu, es por excelencia un don del Espíritu Santo, y Dios da sus dones nada más que a sus amigos, y antes de los misterios dolorosos no existía la amistad Dios-hombre, rota por el pecado original. Juan Pablo II ha desfigurado el rosario de siglos y de autores santísimos, incluidos aquellos a quienes María Santísima les reveló el Rosario, y los que lo defendieron. La modificación es arbitraria, estúpida, contraria al Rosario tal cual es. Es una maniobra más para dar a los católicos la impresión de que todo cambia y fluctúa en su veneradísima religión, recibida de sus padres y abuelos. El Concilio Vaticano II es anticatólico y esto se descubre viendo cómo sus afirmaciones se oponen a las dadas por el Magisterio Perenne Infalible - como botón de muestra por excelencia, ese concilio, que hasta millones de seguidores de Juan Pablo II lamentan, ha tenido el descaro de proclamar con entusiasmo y orgullo un derecho que los Papas, y, antes de ellos, San Agustín, y San Pablo Apóstol, habían condenado con execración, por lo absurdo y destructivo que es: el derecho de pensar, creer y expresar lo que uno quiera. El mayor tesoro de los católicos, la Misa, ha sido profanado de la manera más odiosa y fundamental en una enorme cantidad de aspectos, tanto de detalle, como de conjunto, tanto de palabras como de gestos, tanto de eliminaciones como de añadiduras. Lo que digo que me parece absolutamente inconcebible, es que, quien pasa ante las mentes de millones de católicos como su Supremo Pastor, les dé un veneno tras otro. Eso de elogiar el Islam no sirve para nada, es una imbecilidad, es contrario a la Fe, y hiela la sangre pensando en la sangre cristiana que fue derramada por esa religión repugnante inspirada por el diablo para descartar la de Cristo. Creo que Juan Pablo II no es el Papa, creo que es perverso, creo que es enemigo de la Iglesia y de los católicos, creo que debo rechazarlo por ser él lo que veo que es y no ser lo que veo que no es. No juzgo a los que creen en él, pues el condicionamiento psicológico puede ser demasiado fuerte, pero no tengo dudas de que no es ni tampoco puede ser el Supremo Pastor Infalible, que sí es un perverso, de que no merece reverencia ni confianza alguna, que es enemigo de Dios, enemigo de los verdaderos papas, enemigo del Rosario, enemigo de la Misa, enemigo de la Iglesia. La pretendida devoción mariana que cada tanto afecta el impostor, como miel para mejor atrapar moscas, es una farsa, de sólo pensar en la doctrina ecumenista herética que él profesa, contraria a los Papas y al Magisterio. Porque si fuera verdad la blasfemia de que existen gracias sobrenaturales en religiones no-católicas, como María es la Mediadora de todas las gracias, resultaría el absurdo grotesco de que María sería la Mediadora de las gracias protestantes, musulmanas, judías, budistas, animistas, y, por qué no, también de los Testigos de Jehová. Hace décadas que está ocurriendo algo muy trágico en la correntada religiosa que va del Vaticano al mundo, algo que se impone a las mentes bajo la falsa apariencia de la autoridad, y por el consenso generalizado, pero que corroe, estropea, desfigura y a menudo destruye la Fe Católica. Están los hechos. Está la realidad. Y están los dogmas inmutables como rocas sobre las que naufragan los modernos jefes vaticanos apóstatas y hacen naufragar a muchos infelices. Repito, elogiar cualquier religión falsa públicamente es una infamia y una prueba de que no se es católico -cuánto menos el Maestro Infalible de los católicos y la Roca sobre la que se fundan. Elogiar cualquier religión falsa sirve para entibiar más la fe en muchos, y para quitársela a otros. Es algo inconcebible, tramposo, abominable, algo que jamás se había ni visto ni soñado ni imaginado hasta el último suspiro de Pío XII (busque precedentes, no los encontrará, apueste lo que quiera). Cuando la religión falsa, además, es inspiradora de la masacre de católicos o aún simplemente de seres humanos que tienen derecho a vivir y que no han hecho algo que los haga merecedores de la muerte, ese elogio es algo sencillamente maquiavélico, siniestro. No le debo respeto. ¿Cómo qué quiere que lo respete, si veo que no puede ser papa, y encima escracha religiosamente a los pobres católicos de mil modos? Con la doctrina y los hechos frente a mí, no puedo ver a Juan Pablo II como otra cosa que un impostor que de por sí estraga grandísimamente a las almas. Solamente me queda desear que la Providencia, por otros canales, les compense en lo posible tanto estrago, pero tienen obligación de estudiar la situación, y también van a rendir cuenta a Dios según qué voz hayan oído y por qué. |