LA NACIÓN, Buenos Aires, 26 -03-2000
La histórica visita de Juan Pablo II a Tierra Santa: el último
día de la gira En el último día de su agotador pero anhelado peregrinaje a Tierra Santa, el Papa no sólo hará esta visita simbólica al denominado "kotel", fragmento del muro occidental del Templo y sitio que representa el corazón del judaísmo, sino también aprovechará para visitar antes la explanada de las mezquitas, lugar sagrado del islam, que queda justo al lado. Más tarde, en un minitractor diseñado especialmente para recorrer las laberínticas y estrechas callejuelas de la bellísima Ciudad Vieja, llegará hasta la iglesia del Santo Sepulcro, donde celebrará una misa. Allí, en el lugar de la crucifixión, sepultura y resurrección de Jesús, culminará su peregrinaje a Tierra Santa. Para el Santo Padre será otro día extremadamente importante, sobre todo a nivel espiritual, por hallarse en el lugar de la pasión y resurrección de Cristo, pero también otra jornada difícil en lo político, en la cual las tensiones que reinan en la "ciudad santa" volverán a salir a flote. Cuando visite la Explanada de la Mezquita, la impactante parte árabe de la Ciudad Vieja, donde se levantan las mezquitas de Al-Aqsa y la denominada Cúpula de la Roca, o mezquita de Omar, será recibido por el gran mufti de Jerusalén, Ekrima Said Sabri. El gran mufti, que es la más alta autoridad religiosa del islam palestino, no sólo boicoteó el encuentro interreligioso organizado por el Papa el jueves último, sino que también hizo declaraciones bastante explosivas. Al reiterar que Jerusalén es "plenamente" musulmana, puso en guardia a los fieles de esta religión monoteísta de una supuesta "alianza entre cristianos y hebreos" para una futura internacionalización de la Ciudad Santa. Para Israel, Jerusalén, cuya parte oriental ocupó en 1967, es su capital "única e indivisible", algo que el Vaticano nunca aceptó. Pero el hecho de que el Papa esté abogando por un status "internacional" de esta ciudad, y que haya sido invitado oficialmente por el Estado judío, no es bien digerido por el gran mufti. Si bien éste dijo que hoy lo recibirá con "respeto" y que su visita va a "contribuir a mejores relaciones entre las dos religiones", también adelantó que aprovechará la ocasión para decirle dos cosas: que los lugares santos musulmanes son de su propiedad, y para pedirle ayuda para "poner fin a la ocupación israelí y al sufrimiento del pueblo palestino". El gobierno judío, por otra parte, teme que los palestinos hagan flamear su bandera cuando el Papa pise la Explanada de la Mezquita, una forma de reivindicar, una vez más, sus aspiraciones en cuanto a que la parte árabe de la ciudad sea la capital del Estado que piensan proclamar este año. Dificultades La visita del Santo Padre al Muro de los Lamentos tampoco estará exenta de dificultades. Algunos rabinos hicieron saber, por ejemplo, que pretenden que el Papa se saque su cruz pectoral cuando llegue al lugar, porque, en caso contrario, sería un gesto ofensivo. Algo que seguramente no hará, sobre todo teniendo en cuenta que en 1986, cuando se convirtió en el primer pontífice en pisar una sinagoga, en Roma, tampoco lo hizo. Lo cierto es que será la primera vez en la historia que un pontífice visitará tanto la Explanada de la Mezquita, lugar sagrado para los árabes después de La Meca y Medina, como el Muro de los Lamentos, lugar santo para los judíos. Con esto, Karol Wojtyla quiere volver a lanzar un mensaje de paz y reconciliación al mundo, que -como ya dijo en varias oportunidades-, es algo más que necesario y urgente en esta parte del planeta, marcada por años de guerra e incomprensión. Cabe recordar que la incomprensión ha sido moneda corriente también entre los cerca de 200.000 cristianos que viven en Israel, país de casi 6 millones de habitantes. En Tierra Santa, donde se encuentran todas las confesiones cristianas (católicos de seis ritos distintos, ortodoxos y protestantes), donde el judaísmo tiene su centro religioso y político, y donde la presencia musulmana es imponente, el ecumenismo -es decir, el movimiento que tiende a restablecer la unidad de los cristianos- debería ser fuerte. Pero, en verdad, no es así, como ayer recordó el Papa (ver aparte). Los distintos intereses de las comunidades presentes, la "competencia" por los Lugares Santos, el temor al proselitismo y malentendidos varios, han provocado desde hace años situaciones muy difíciles. Estas mejoraron un poco luego del viaje a Tierra Santa de Pablo VI, en 1964, cuando se dio un famoso abrazo con el patriarca de Constantinopla, Atenágoras. Desde entonces, las relaciones entre los cristianos fueron menos complicadas, aunque sigue vigente el denominado statu quo. Gracias a él se llegó a un acuerdo por el cual los tres copropietarios de la iglesia del Santo Sepulcro, franciscanos, griegos ortodoxos y armenios ortodoxos, pudieran restaurar la basílica en la que hoy culminará el peregrinaje jubilar del Papa. En este lugar, uno de los más sagrados para los cristianos, ayer había una cantidad impresionante de peregrinos venidos de todas partes del mundo. Allí adentro, moverse era no sólo imposible, sino también claustrofóbico. Hasta irlandeses Entre los fieles, llamaba la atención un grupo de cuarenta norirlandeses, que llegó hasta allí cargando una enorme y pesada cruz de madera, luego de recorrer la Vía Dolorosa, que recuerda las 14 estaciones del Vía Crucis. Michael Kennedy, el líder del grupo, contó a La Nación que se trataba de su viaje número 56 a Tierra Santa, pero su primero en el Año Santo. Contó también que la cruz que llevaban la habían alquilado al comienzo de la Vía Dolorosa "por veinte dólares". Al ser sabbat, día de descanso para los judíos, en la parte hebrea de la Ciudad Vieja todas las tiendas estaban cerradas, mientras que frente al Muro de los Lamentos había muchos religiosos rezando; por un lado los hombres, y por otro las mujeres. Para acceder hasta allí, como es usual, había que sortear puestos de control y detectores de metales. Muy distinto era el clima en la parte árabe, donde se veía a niños volviendo del colegio, a mujeres con la cabeza tapada haciendo compras y a cientos de turistas al asalto de especias, cerámicas palestinas, comida árabe y demás souvenirs. En la amurallada ciudadela, no obstante, el denominador común eran las imponentes medidas de seguridad: decenas de policías armados hasta los dientes apostados en los techos, algunos visibles, otros seguramente invisibles, y vallas de seguridad emplazadas en los sitios por donde hoy pasará el minipapamóvil del Pontífice, en el día culminante de su histórico peregrinaje por Tierra Santa. |