...invitan a
discutir allí promiscuamente a todos, a infieles de todo género, de cristianos
y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada
pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión. Tales tentativas no
pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que
están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones
son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo,
todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento
con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio. |
A más de cuatro siglos de la Reforma Protestante El Consejo de la Federación Mundial Luterana aprobó por unanimidad la declaración común sobre la doctrina de la justificación, elaborada por una comisión mixta católico-luterana. Ahora se espera el "sí" definitivo del Vaticano, que se da por descontado, y la firma del documento que representará un paso histórico en la vida de la unidad de los cristianos. El Consejo de la Federación -que reúne a 124 iglesias con unos 60 millones de fieles- aprobó el documento anteayer, en Ginebra, y la noticia fue difundida ayer por la Radio Vaticana, que habló de "jornada histórica para la unidad de los cristianos". La justificación El tema de la justificación dividió a los cristianos durante 480 años: ¿quién es el que hace justo al hombre ante Dios y, por lo tanto, digno de ser salvado? A Martín Lutero le parecía que la teología católica ponía demasiado énfasis en el mérito personal de los hombres, como si éstos pudieran salvarse gracias a sus buenas obras y no por un absoluto don de la gracia divina. El monje alemán tendía a disminuir el papel de las obras para decir que el hombre se salvaba sólo gracias a la fe, y sobre este punto se consumó la división de la Iglesia. Con el inicio del camino ecuménico, católicos y protestantes admitieron que sobre la justificación -como dijo el papa Juan Pablo II- "las polémicas y controversias intolerantes transformaron en afirmaciones incompatibles lo que de hecho era el resultado de dos miradas tendidas a escrutar la realidad misma, pero desde dos puntos de vista diferentes". Al aprobar la declaración, el Consejo luterano afirmó que las razones de la disputa del siglo XVI "no tienen más motivo de existir hoy" y que quedan "algunas diferencias en la comprensión de la doctrina de la justificación, pero no son sustanciales". * * * La declaración es un texto de 19 páginas preparado en 1997, tras largas conversaciones, por la Federación Luterana Mundial y el Consejo Pontificio para la Unidad Cristiana. La Federación la sometió a la votación de sus iglesias en 69 países. Anteayer su consejo directivo de 48 miembros la aprobó por unanimidad. En la Argentina hay dos iglesias que responden a la Federación: la Evangélica Luterana Unida, que preside Ricardo Furlan, y la Evangélica del Río de la Plata, que tiene como pastor presidente a Rodolfo Reinich. Ambas entidades aprobaron el texto y recibieron hace poco en el país al presidente de la Federación Luterana Mundial, obispo Christian Krausse, que ayer dijo que espera que la Iglesia Católica "ofrezca resultados dentro de la misma tónica". En nuestro medio hay otra institución, la Iglesia Evangélica Luterana Argentina, presidida por el pastor Waldomiro Maili. Forma parte de un concilio mundial con sedes en 27 países, que se atribuye nueve millones de fieles en todo el mundo. Según Maili, ellos conservan la doctrina luterana sin mezclas y tuvieron acceso al documento, pero no están de acuerdo pues no lo consideran claro. Lutero se enfrentó en 1517 a los predicadores de la bula de las indulgencias y tres años después fue excomulgado por el papa León X. Fundó su iglesia con la doctrina conocida como la Confesión de Augsburgo. El papel de las obras o de la fe en la salvación del hombre fue un punto central de divergencia. En 1983, Juan Pablo II, en una carta al cardenal Willebrands, afirmó: "Es tiempo de que nos distanciemos de los acontecimientos históricos y nos aseguremos de que éstos sean mejor comprendidos y evocados". Al tratar la justificación, el Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado en 1992, señala que el mérito "pertenece a la gracia de Dios en primer lugar y a la colaboración del hombre en segundo lugar". El acuerdo logrado expresa: "Juntos confesamos que las buenas obras, una vida cristiana de fe, esperanza y amor, surgen después de la justificación y son fruto de ella". Y presenta consideraciones que hacen que las condenas doctrinales del siglo XVI "se vean con otros ojos". Unidos ante el nuevo adversario Lejos de ser vista como un golpe de efecto, la delicada misión de remontar cuatro siglos de distanciamiento con los "hermanos no tan plenamente unidos en la fe" es fruto de la decisión del papa Juan Pablo II de dar pasos concretos en el largo camino de acercamiento a otros cultos cristianos. Si se permite utilizar una frase muy argentina, la premisa del Pontífice apunta a que el año 2000 los encuentre, si no unidos, por lo menos mucho más cerca. El acercamiento de la Iglesia con otras expresiones de la fe tiene su origen en el Concilio Vaticano II y cobró notorio impulso a partir del pontificado de Juan Pablo II. El Papa encaró con firmeza el desafío de la unidad de la Iglesia como la mayor apuesta en la entrada en el tercer milenio. En el examen de conciencia presentado en el documento Tertio millennio adveniente se expresa claramente que "el primer pecado del cual la Iglesia se debe arrepentir es el de la ruptura de la unidad de la Iglesia", recordó hace un tiempo, en diálogo con La Nación, el presidente de la Comisión de Ecumenismo del Episcopado argentino, monseñor Guillermo Garlatti. Visitas a otros templos En sintonía con ello, el Papa animó a los responsables de la formación de los sacerdotes a promover en el seminario visitas a iglesias de distintas doctrinas y asistir al culto de otras tradiciones, además de propiciar momentos de oración con otros cristianos y organizar jornadas de estudio. La Iglesia Luterana integra los cultos cristianos antiguamente llamados por la Iglesia Católica como "nuestros hermanos separados", definición que hoy se conoce como "hermanos no tan plenamente unidos en la fe". Más que un detalle semántico, el cambio revela un espíritu más abierto a las otras confesiones. A ninguno de los responsables de la acción de los cultos escapa, además, que la era posmoderna plantea un nuevo mapa mundial: el gran enemigo de la Iglesia no son, como en otros tiempos, los adversarios en la fe, sino el secularismo y la indiferencia religiosa. Esto indica que, si en otros tiempos estaban en pie de guerra, enfrentadas unas a otras, las iglesias caminan hoy hacia la unidad, para oponer una resistencia más sólida frente al nuevo adversario común, caracterizado por estimular la prescindencia de Dios en la vida cotidiana. fecha de publicación 01.06.1998
La unidad cristiana: ruegos y avances Como ya sucede desde hace años, desde que la renovación del Concilio Vaticano II brindó un empuje decisivo al movimiento ecuménico, los textos para la celebración común fueron preparados por una comisión mixta integrada por el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos y el Consejo Mundial de Iglesias, que esta vez tomó como base el trabajo de un grupo ecuménico francés. El acto central organizado por la Comisión Ecuménica de Iglesias Cristianas en la Argentina (Ceica), organismo que preside el arzobispo de la Iglesia Apostólica Armenia, monseñor Kissag Muradian, se realizará el próximo miércoles, a las 19.30, en la Catedral de San Jorge del Patriarcado de Antioquía, Scalabrini Ortiz 1261. El sábado, en el monasterio Trapense de Hinojo, provincia de Buenos Aires, se realizará la jornada ecuménica anual con la participación del diocesano de Azul, monseñor Emilio Bianchi di Cárcano, y durante la cual disertará Norberto Padilla, miembro de la Comisión de Ecumenismo del Episcopado, que preside el obispo de San Rafael, Mendoza, monseñor Guillermo Garlatti. Como lo ha proclamado Juan Pablo II en su célebre llamado a la celebración del Gran Jubileo, entre los pecados que exigen un mayor compromiso de penitencia y de conversión han de citarse, ciertamente, aquellos que han dañado la unidad querida por Dios para su pueblo. "A lo largo de los mil años que están concluyendo -dice el pontífice-, aún más que en el primer milenio, la comunión eclesial a veces no sin culpa de los hombres por ambas partes ha conocido dolorosas laceraciones que contradicen abiertamente la voluntad de Cristo y son un escándalo para el mundo." En clara sintonía, en su última encíclica relativa al compromiso con el ecumenismo, Juan Pablo II sostiene que resulta claro que ese movimiento que promueve la unidad cristiana no es una especie de anexo que se suma a la actividad tradicional de la Iglesia, sino que ha de constituir una parte orgánica de su vida y de su labor. Las dos dimensiones Bastan esas citas para aquilatar el hondo significado que adquiere la Semana de Oración por la Unidad, comprender de qué modo interpela a los creyentes (particularmente a los católicos, que son entre nosotros amplia mayoría) y explicar por qué este año la celebración se caracterizará por dos dimensiones. Por un lado, se presenta como una gran petición a Dios para que envíe su Espiritu renovador y, por otro, está orientada hacia un acto de renovación del compromiso común por la unidad visible. La celebración ecuménica de estos días ofrece un renovado ángulo de observación a la reciente visita al país del obispo Christian Krause, presidente de la Federación Luterana Mundial, quien mantuvo un encuentro de honda espiritualidad y marcadamente cordial con el presidente del Episcopado, monseñor Estanislao Karlic, acompañado por los arzobispos de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, y de Rosario, Eduardo Mirás, y monseñores Guillermo Garlatti y Juan José Iriarte, miembros de la Comisión de Ecumenismo. El avance del diálogo católico luterano es más que significativo: está en pleno proceso de aprobación un documento histórico que zanjará una cuestión fundamental a propósito de la cual ambas iglesias han estado divididas desde el siglo XVI. Se trata de una declaración conjunta que permitirá afirmar que luteranos y católicos comparten una misma interpretación de la doctrina de la justificación por la fe. Eso significará "honrar a Jesucristo, único Salvador y Mediador entre Dios y la humanidad, Redentor... y significará que de manera profunda, respecto de esta cuestión esencial, nos hemos vinculado, y de hecho nos hemos incorporado con Cristo a la propia oración que dirigiera a su Padre, tal como dice el evangelista San Juan", para decirlo con las palabras recientemente empleadas por el cardenal Edward Idris Cassidy, titular del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. El desacuerdo acerca de la justificación por la fe fue el elemento esencial del conflicto de Martín Lutero con las autoridades eclesiásticas de su época. "¿No será un enorme incentivo para la búsqueda de la unidad cristiana, que hacia finales del siglo XX, nosotros, católicos y luteranos, podamos anunciar el consenso en torno de esa doctrina? ¿No dará un renovado contexto de esperanza para seguir buscando la unidad en el siglo XXI, el inicio de un nuevo milenio cristiano?", se preguntó el cardenal Cassidy. |