FALSO ECUMENISMO

   "Sobre este punto es oportuno exponer y rechazar cierta opinión falsa que está en la raíz de este problema y de este movimiento complejo por medio del cual los no católicos se esfuerzan por realizar una unión de las Iglesias cristianas. Quienes adhieren a esta opinión citan constantemente las palabras de Cristo "Que ellos sean uno... y que no exista sino un sólo rebaño y  un sólo pastor" (Jn 17, 21 y 10, 16) y pretenden que por esta s palabras Cristo expresa un deseo o una plegaria que jamás ha sido realizada. Pretenden de hecho que la unidad de fe y de gobierno, que es una de las notas de la verdadera Iglesia de Cristo, prácticamente hasta hoy no ha existido jamás y hoy no existe" "Mortalium animos".

   Todas estas cosas son abiertamente contrarias a la Revelación divina que prescribe la "separación" y rechaza la unión "entre la luz y las tinieblas, entre el fiel y el infiel, entre el templo de Dios y el de las sectas" (II Corint. 6,14-18).

   Con este grave error se relaciona la orientación democrática de la Iglesia, residiendo los poderes en el "Pueblo de Dios" tal como lo define el nuevo Derecho Canónico. Este error jansenista es condenado por la Bula "Auctorem Fidei" de Pio VI (DS 2592 ).

   Esta tendencia, de hacer participar a la "base" en el ejercicio del poder, se reencuentra en la institución del Sínodo y de las Conferencias episcopales, de los Consejos presbiteriales, pastorales y en la multiplicación de las Comisiones romanas y de las Comisiones nacionales, así como en el seno de las Congregaciones religiosas (ver al: respecto Concilio Vaticano I, DS 3061- Nuevo Derecho Canónico, can.447).

   La degradación de la autoridad en la Iglesia es la fuente de la anarquía y del desorden que hoy reinan en Ella por todas partes.

   Así Pio IX en su Encíclica "Quanta Cura" y el Syllabus, León, XIII en sus Encíclicas "Libertas praestantissimum" e "Immortale Dei" y Pio XII en su alocución "Le Riesce" a los juristas católicos italianos, niegan que la razón y la Revelación funden un derecho semejante.

   Vaticano II cree y profesa, de manera universal, que "la Verdad no puede imponerse sino por la propia fuerza de la Verdad", lo que se opone formalmente a las enseñanzas de Pío VI contra los jansenistas del Concilio de Pistoya (DS 2604). El Concilio aquí llega hasta el absurdo de afirmar el derecho de no adherir y de no seguir la Verdad, y de obligar a los gobiernos civiles a no hacer más discriminación por motivos religiosos estableciendo la igualdad jurídica entre las falsas y la verdadera religión.

   Estas doctrinas se basan en una falsa concepción de la dignidad humana, proveniente de los pseudofilósofos de la Revolución francesa, agnósticos y materialistas, que ya han sido condenados por San Pio X en la instrucción pontifical "Notre Charge Apostolique".

   Gregorio XVI al contrario afirma que es una suprema impudencia afirmar que la libertad inmoderada de opinión sería benéfica para la Iglesia.

   La neutralidad de los Estados en materia religiosa es injuriosa para Nuestro Señor y su Iglesia, cuando se trata de Estados con mayoría católica.

   Sin duda el poder del Papa en la Iglesia es un poder supremo, pero no puede ser absoluto y sin límites, en cuanto que está subordinado al poder divino, que se expresa en la Tradición, la Escritura Santa y las definiciones ya promulgadas por el Magisterio eclesiástico (DS 3116).

    El poder del Papa está subordinado y limitado por el fin para el cual le ha sido dado. Este fin está claramente definido por el Papa Pio IX en la Constitución "Pastor aeternus" del Concilio Vaticano I (DS 3070). Sería un abuso de poder intolerable modificar la constitución de la Iglesia y pretender apelar aquí al derecho humano contra el derecho divino, como en la libertad religiosa, como en la hospitalidad eucarística autorizada en el nuevo Derecho, como la afirmación de los dos poderes supremos en la Iglesia.

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