Proclamación del Manifiesto de la Paz,
Barcelona 20001
Documento firmado por líderes religiosos del mundo
BARCELONA, 5 septiembre 2001 - El XV Encuentro Internacional de Oración
por la paz concluyó este martes, en Barcelona, con la proclamación del
Manifiesto de la Paz, firmado por líderes de unas 150 religiones
procedentes de los cinco continentes.
PROCLAMACIÓN DEL MANIFIESTO DE LA PAZ
En este siglo que acaba de comenzar,
hombres y mujeres de religiones distintas, provenientes de muchas partes
del mundo, nos hemos reunido en Barcelona para invocar a Dios el gran
don de la paz. A orillas de este Mediterráneo que ha conocido
conflictos y cohabitación, se ha elevado una oración intensa para que
de muchas partes del mundo se aleje la guerra. En la conciencia de las
diferentes religiones resuena el eco de una convicción: Dios ama la paz
y no quiere la guerra, y quien invoca el nombre de Dios descubre que su
nombre quiere decir paz. Esta convicción y esta oración son una
riqueza para el mundo.
Nos han alcanzado las demandas de los pueblos en guerra, de
los pobres, de las víctimas del odio. A los hombres de religión se han
unido algunos testigos de la búsqueda de lo humano. Sentimos que es común
el desafío de hacer crecer un alma pacífica en nuestro mundo
globalizado. El alma permite descubrir los muchos rostros del mundo.
La paz es el nombre de Dios y quien usa el nombre de Dios
para odiar al hombre o para usar la violencia abandona la religión
pura. Ninguna razón ni ninguna injusticia padecida justifican nunca la
eliminación del otro.
Hemos vivido días de diálogo. Estamos convencidos de que
el diálogo entre las religiones y las culturas debe continuar en el
siglo que se ha abierto. El camino para superar los recelos y los
conflictos es el diálogo, porque no sólo no debilita la identidad de
ninguno sino que permite redescubrir lo mejor de uno mismo y del otro. Sí,
nunca se pierde nada con el diálogo. El diálogo es la medicina que
ayuda a purificar la memoria de las injusticias padecidas y a soñar un
futuro para las jóvenes generaciones. En una sociedad en la que cada
vez más la gente distinta vive junta, es necesario aprender el arte del
diálogo. Las religiones están comprometidas en este camino, que se
nutre de esperanza, de sentido de misericordia y de disponibilidad.
No queremos dejar solos a los pueblos en una globalización
sin rostro. No queremos dejar solos a los pueblos víctimas de la
guerra, madre de todas las pobrezas. No queremos dejar sola a África
mientras afronta la pobreza, la enfermedad y la guerra. Sentimos que su
destino es decisivo para Europa y el mundo. No queremos dejar a nuestros
hijos huérfanos de la esperanza en un medio ambiente que se va
degradando de manera irresponsable hacia el futuro.
En estos días, en Barcelona, ha crecido una comunidad de
buscadores de paz que procede de historias, tradiciones, religiones y
lenguas diferentes. Es nuestra riqueza y nuestra fuerza. Sólo tenemos
la fuerza débil de la fe, de la oración y de la amistad. La oración y
la amistad purifican nuestro corazón y nos ayudan a decirnos mutuamente
la palabra difícil y comprometedora del perdón, gran camino de paz.
Nos ayudan a soñar un nuevo siglo sin guerras, respetuoso con los
pueblos, atento al medio ambiente y unido en su diversidad.
Entonces, ¡nunca más la guerra! ¡Que Dios conceda al
mundo entero y a cada hombre y a cada mujer el maravilloso don de la
paz! |