EL AMULETO DE PABLO VI
Y SUS IMPLICANCIAS
EN RELACIÓN CON EL JUDAÍSMO(*)
Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga

   En su "CONTRA-REFORMA", el Abbé Georges de Nantes publicó, en el número de noviembre de 1970, un artículo de gran impacto en toda Europa, titulado "EL AMULETO DEL PAPA".  De este artículo me permito transcribir lo siguiente:

   "En el PARIS MATCH del 29 de agosto 1970, en el artículo de Robert Serrou 'El próximo Papa será un francés', aparece una ilustración de una gran fotografía del Papa y del Cardenal Villot. Observé esos dos rostros herméticos, en los que se oculta el destino de la Iglesia... Pero, ¿qué es eso, que se descubre sobre el pecho de Paulo VI, encima de su Cruz pectoral? Una curiosa joya, que, me parece, no haber visto nunca a ningún Papa. El objeto debe ser de oro, cuadrado, adornado con doce piedras preciosas, dispuestas en cuatro hileras, tres por tres. Aparece suspendido, en forma muy peculiar, por un cordón, que se añade alrededor del cuello a aquel otro del que pende la Cruz de Cristo.

   "Siento miedo de comprender. Sin embargo, no cabe duda alguna. Para describir el objeto, he empleado las mismas palabras, que en el capítulo XXVIII del Exodo, describen el EFOD DEL GRAN SACERDOTE JUDÍO. He aquí, pues, sobre el corazón del Papa, atado a su cuello, el 'Pectoral del Juicio', que el Sumo Sacerdote Aaraon y sus sucesores debieron llevar como ornamento ritual, y sobre las doce piedras del cual estaban inscritos los nombres de las doce tribus de Israel, "para evocar continuamente su recuerdo en presencia de Yahveh". (Ex. XXVIII, 29). Paulo VI lleva la Insignia de Caifás.

   ¿Quién sabe cuándo, por qué y de quién la ha recibido? ¿Quiere el Papa significar con ello que es el heredero directo del Sacerdote Levítico, como Pontífice de la Iglesia Católica convertido en el nuevo y único Israel de Dios? o ¿es caso que prepara una restauración del judaísmo, como religión del monoteísmo puro, del Libro más sagrado, de la Alianza universal?

   "En el Katholikentang (las fiestas anuales de la Alemania Católica) se ha desarrollado este año un culto judío sabático, y en Bruselas, el Cardenal Suenens ha anunciado un próximo CONCILIO, que él llamó CONCILIO DE RECONCILIACIÓN, que tendrá lugar en Jerusalén. y recordemos que la B'nai B'rith y los francmasones sueñan igualmente en la construcción de un 'TEMPLO DE LA COMPRENSIÓN', en la Ciudad Santa, semejante al que ya existe en Nueva York. Una maqueta de ese futuro Templo fue ofrecido al Papa hace ya tiempo, como signo de amplio ECUMENISMO. ¡Todo converge!

   "¿Quién nos informará a nosotros, soldados de fila, sobre ese 'Pectoral' y sobre tantos otros puntos oscuros, que encierran designios tenebrosos? ¿Quién tiene, entre nosotros, derecho a saber si el Papa, al revestirse con el 'Efod' de Caifás, pretende asumir el antiguo rito judío, sin temor del Israel, según la carne, o si tiene el proyecto de conducir las iglesias cristianas al 'judaísmo universal' y de restaurar en Jerusalén el Sacerdocio Levítico? Ambigüedad de la mirada y del gesto, de los discursos y del 'amuleto'... Hasta este día, el Crucifijo no había compartido su puesto con ningún otro signo ritual. ¿Será que pronto, sin -ruido, sin palabras, va a desaparecer de sobre el corazón del Papa? Será entonces, cuando en el Vaticano cantará el gallo por última vez...

   "¿Qué sabemos nosotros? Nosotros, rebaño católico, nada sabemos de los lejanos proyectos de nuestros Pastores...
                                                                   Georges de Nantes.

   El servicio que el Abbé de Nantes ha prestado a la Iglesia en publicar lo que ya se murmuraba en los corrillos eclesiales, con gran escándalo y con extraordinaria sorpresa, acerca de esa insignia ritual, propia del Gran Sacerdote Levítico, que, desde su viaje a Tierra Santa, aparece en casi todas las fotografías de Paulo VI, es, a no dudarlo, un servicio extraordinario, cuya importancia, tal vez, todavía no podemos ni prever, ni mucho menos precisar. Quizá en esta señal encontremos la clave para explicarnos toda esa subversión en la Iglesia de Cristo, esa que el mismo Papa Montini llamó la "autodemolición" del cristianismo. En Roma, el BORGHESE, revista de gran circulación, en su número del 18 de noviembre de 1970, pág. 603, publicó un sensacional arículo, con estos títulos llamatívos: "El Portón de Bronce". "PAULO VI: ¿PAPA O 'GRAN SACERDOTE'?":

   Vaticano, noviembre. - "La impresión en el Vaticano ha sido enorme, casi un choque. Los rumores circulaban hacía tiempo, en los corrillos vaticanos, sin que hubiera nadie que se atreviese a denunciar el hecho. Así las cosas, ha poco tiempo, el Abbé Georges de Nantes difundió la noticia de que el Pontífice Máximo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana lleva en algunas ocasiones sobre la muceta y con la Cruz pectoral la insignia del "GRAN SACERDOTE HEBREO" Caifás. El eco de esta noticia ha sido enorme detrás del Portón de Bronce.
   "Y, sin embargo, no cabe la menor duda: la forma, el color, el ornato de esa insignia corresponde a la descripción dada en el Libro de los Libros. Ningún Papa, en los dos mil años anteriores, había llevado una joya, como esa, minuciosamente descrita en el capítulo XXVIII del Exodo, uno de los libros de la Biblia. Juan Bautista Montini sí la lleva. Y ¿por qué? Nadie se atreve a decir los oscuros motivos, que han dado base a esta decisión, pero todos están de acuerdo en afirmar la posibilidad de un intencional equívoco de parte del Pontífice. El objeto, de oro puro, es cuadrado, adornado con doce piedras preciosas, dispuestas en cuatro hileras, de tres en tres, suspendido del cuello de modo muy particular, gracias a un cordón también aureo, hecho de anillos entrelazados que terminan en una borla. Las doce piedras preciosas son de diverso color.
   "En suma, se trata, hablando con toda propiedad, del '
EFOD DEL GRAN SACERDOTE HEBREO, conocido como el "PECTORAL DEL JUICIO", que Aaraón y sus sucesores debían llevar como ornamento ritual, y cuyas piedras preciosas corresponden a las doce tribus de Israel. La descripción de este objeto singular está contenida en el Exodo... Exactamente, como se puede ver hoy, en muchas fotografías de Paulo VI...
   "Mas, ¿desde cuándo aparece esta increíble unión de la Cruz pectoral con la 'insignia' del Gran Sacerdote Hebreo? Para responder a esta pregunta, hemos examinado centenares de fotografías; así hemos podido precisar que la primera aparición de este extraño 'amuleto' sobre el pecho del Papa romano data, por lo menos, de 1964, es decir, unos meses después de su visita a Palestina. Parece lógico deducir que el ornamento ritual, de que tratamos, le fue dado en esas circunstancias, ya que Paulo VI estuvo también en territorio de Israel.

   "No se trata de un caso aislado, de una alucinación. El emblema del 'GRAN SACERDOTE LEVITICO' es visible, claramente visible, sobre todo cuando Paulo VI usa la 'muceta', es decir, esa especie de manteleta roja bordada de armiño blanco; en esas ocasiones, en las fotografías, no se ve muchas veces la Cruz pectoral, por las manos juntas con que el Papa parece encubrirla; pero siempre aparece la insignia de Aaraón, porque está unida a un amplio cordón de oro. Sólo en una ocasión el extraño emblema cuelga sobre el hábito blanco de Paulo VI, sin la 'muceta'. Fue cuando el Pontífice romano estuvo en la India y los fotógrafos le sorprendieron seguido y rodeado de niños hindúes.
   "En las diversas fotografías, tomadas durante las visitas de Paulo VI a los lugares santos de la cristiandad, en los varios Santuarios, el "Efod" es siempre visible: así, por ejemplo, con ocasión de su viaje a Fumone, cuando quiso visitar la tumba del Papa Celestino V, la tumba del 'gran refugiado'; en Santa Sabina, en el Aventino el miércoles de ceniza, cuando se cantaron las letanías de los Santos, innovadas por la liturgia bugniniana, que ahora comienzan con un 'Sancte Abraham'...; en la Plaza de España, en el homenaje a la Inmaculada; en Santa Inés; en Santa María del Transtévere, y así en otros casos, en los que el Papa lleva esta insignia ritual, es algo raro, por lo menos, si no sospechoso, y que origina dudas que están exigiendo una respuesta distinta de la que estamos acostumbrados a recibir, del silencio equívoco.
   ¿Estamos, pues, delante de un hecho masónico o delante de un oscuro designio? Es necesario que alguien esclarezca qué significa todo esto. Porque, en verdad, es desconcertante el hecho de que al lado o en lugar de la Cruz pectoral del Sucesor de Pedro (que todavía y no obstante la contestación de los nuevos teólogos es el Vicario de Cristo) aparezca sobre el pecho del Romano Pontífice un emblema que no es cristiano y que por ser tan rico está en contradicción con los postulados de la "Iglesia de los Pobres".

    No sabemos qué explicación pueda darse a ese objeto ritual del gran sacerdote levítico, usado ahora por Paulo VI, el Pontífice Máximo de la Iglesia Católica. La primera explicación, que benignamente insinúa el Abbé de Nantes, no parece ser muy convincente, porque no puede ser admitida. Entre el judaísmo, religión de la promesa y catolicismo, religión. del cumplimiento de esa promesa, no hay propiamente una continuidad, porque el judaísmo actual niega contumazmente el cumplimiento de las divinas promesas en el advenimiento del Cristo prometido; Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo de María. El judaísmo, religión actual, niega los dos dogmas fundamentales de nuestra religión, el misterio de la Santísima Trinidad y el misterio de la Encarnación. ¿Cómo es posible que se quiera unir la religión judaica con el verdadero cristianismo basado en esos dos dogmas fundamentales? La promesa, la preparación perdieron su razón de ser, al venir Cristo y todo el judaísmo religión perdió su legitimidad, al fundar Jesucristo su Iglesia, el nuevo Israel, no el Israel según la carne, sino el Israel según el espíritu.

   Ahora bien, el "efod" era una insignia eminentemente judaica, que simbólicamente representaba en las funciones rituales del judaísmo religión a las doce tribus de Israel, el Israel según la carne. No hay, pues, nada que justifique el uso de ese objeto ritual en un Papa, que es cabeza visible del nuevo pueblo de Dios, de los hijos de la nueva Alianza. Ya el hecho cierto de que ningún Papa, en los 2000 años de historia de la Iglesia haya usado ese objeto ritual del judaísmo religión, parece demostramos que hay una absoluta incompatibilidad entre la profesión de nuestra fe católica y el uso del "efod" y del "pectoral del juicio", descritos minuciosamente en el Exodo, como propios y exclusivos del "Gran Sacerdote Levítico".

   Al usarlo públicamente Paulo VI, tenemos derecho y aún obligación grave en conciencia de investigar el por qué de esa decisión pontificia. Con razón el Abbé de Nantes sentía miedo al comprender o vislumbrar siquiera la única explicación satisfactoria, que, por otra parte, está en perfecta coherencia y armonía con otros hechos inexplicables del Papa Montini, con todo su paradójico pontificado y con toda esa subversión y autodemolición que vemos en la Iglesia. Juan Bautista Montini usa el "efod", porque en su corazón más que Papa, es un "Gran Sacerdote Levítico". Consciente o inconscientemente -Dios todo lo sabe- el parece asociado con el judaísmo internacional, con sus poderosos dirigentes, con sus instrumentos destructores, el comunismo y la masonería. Por otra parte, en su ascendencia genealógica encontramos raíces ciertas de su origen judío, así como en otros de los cardenales y monseñores y teólogos que han planeado esta espantosa revolución en la Iglesia de Dios. Sí, yo denuncio al judaísmo como la causa activa y eficacísima que, con sus inmensos recursos, ha preparado esta tragedia, que no solamente ha afectado a la Iglesia y a las almas, sino a los Estados y a los pueblos, sembrando la confusión, la inconformidad, la lucha de clases, las guerras intestinas y las guerras internacionales, que han cubierto de sangre y de dolor al mundo entero.

   Duele en el alma tener que llegar a estas conclusiones; pero hay un dilema ineludible, en el que tenemos que escoger: o salvamos la Iglesia o nos obstinamos en seguir defendiendo obstinadamente a dos Papas y un Concilio, que han venido a romper la unidad de la Iglesia.

   En el artículo de LOOK al que nos referimos antes, Roddy dice: "EL DESCUBRIR ESTAS CONFERENCIAS SECRETAS EN LA CIMA HIZO QUE LOS CONSERVADORES EMPEZASEN A SEÑALAR A LOS JUDÍOS NORTEAMERICANOS COMO EL NUEVO PODER DETRÁS DE LA IGLESIA". Y tenían razón los conservadores que desde entonces empezaron a sospechar una inmensa y universal infiltración en todos los organismos de la Iglesia, de judíos, de masones, de comunistas, de falsos hermanos, que entraron en los seminarios, noviciados y organismos católicos, con la consigna y los compromisos de procurar escalar discretamente los puestos de comando, para dirigir, desde esos puestos, la revolución interna, que había sido planeada en los antros tenebrosos de la conspiración judeo-masónica-comunista. ¿Hechos? ¿pruebas? Sobran para los que no se obstinan en negarlos.

   Tenemos, en primer término, el muy conocido caso del P. Tondi, S. J., que, siendo miembro activo del Partido Comunista Italiano en su juventud, fue seleccionado por los dirigentes del Partido para hacer esta labor de infiltración activa en la Compañía de Jesús. El cripto-comunista pasó con tal éxito todas las pruebas de su formación jesuítica e hizo tan felizmente sus estudios, que, al terminar su tercera probación -el último reto que que la Compañía da a sus operarios-, fue elegido por los superiores al cargo de tanta responsabilidad de Prefecto de Estudios de la Pontificia Universidad Gregoriana, el centro filosófico y teológico más importante de los jesuitas y quizá también de la Iglesia. En ese puesto importantísimo, el oculto comunista, siguiendo ¡lealmente las directivas secretas de sus verdaderas jerarquías, inició y desarrolló felizmente la revolución ideológica, que, más adelante, habria de corromper el pensamiento teológico-filosófico de ese tan importante Centro del saber. Al fin, se descubrieron las conexiones ocultas del jesuita con los altos dirigentes del Comunismo Italiano e Internacional.

   En otra parte de su comentado artículo, Joseph Roddy escribe estas palabras reveladoras: "Una agencia publicitaria, suficientemente cercana al Vaticano para obtener la dirección en Roma de los 2.200 Cardenales y Obispos que de afuera habían acudido al Concilio, entregó a cada uno de ellos un libro de 900 páginas 'Il Complotto contra la Chiesa' (Complot contra la Iglesia). Entre las infamatorias páginas del libro, HABÍA ALGUNOS VESTIGIOS DE VERDAD. La afirmación, que dicho libro hace, de que la Iglesia había sido infiltrada por los judíos, era una intriga eficaz para los antisemitas; PERO ES UN HECHO INNEGABLE QUE MUCHOS JUDÍOS, ORDENADOS DE SACERDOTES, ESTABAN TRABAJANDO EN ROMA ESA DECLARACIÓN EN FAVOR DE LOS JUDÍOS. Entre ellos estaba el P. Baum, como también Monseñor Juan Oesterreicher, miembros del Secretariado de Bea. Y el mismo Cardenal Bea, según el Diario del Cairo 'Al Gornhuria' era un judío llamado Bejar".

   Ante la evidencia de los hechos, la judería internacional y su vocero Roddy no pueden negar el hecho palpable de la infiltración, aunque, como es natural, se guardan mucho de darnos todos los nombres de los infiltrados.

   Bea, Baum, Oesterreicher son tan sólo unos nombres, a los que podriamos añadir otros de crípto-judíos, cripto-masones y cripto-comunistas, hábilmente infiltrados en la Iglesia, que, hace ya tiempo, fueron preparando la subversión presente, y lograron escalar los altos puestos, para hacer su acción más eficaz. Con su capacidad personal -los escogidos para esta trascendente labor debían estar dotados con aptitudes optimas-, con la influencia de las altas jerarquías, oportunamente trabajadas, por su aparente entrega, sus oportunas adulaciones y sus bien administrados obsequios, debían los escogidos ganarse la confianza y alcanzar así sus progresivos ascensos. En la intriga, la falsedad y la destreza para la infiltración, los judíos sólo son superados por el diablo. Y, en esta intriga, la mafia judia contó con valiosos instrumentos, no judíos, sino católicos, como el R.P. Thimothy Fitzharris O'Boyle, S. J., quien, instalado en el Instituto Bíblico, protegido por la sombra tutelar del valiosísimo Cardenal Bea, miembro, por otra parte, de la ínclita Compañía de Jesús, pudo servir de enlace de información entre todos los que estaban comprometidos en la infiltración masiva de la Iglesia.

   Como se desprende del artículo de Roddy, el judaísmo puso en juego toda su táctica, todos sus más valiosos elementos, todos sus inmensos recursos económicos, para asegurar el golpe definitivo, que ellos querían descargar contra el cristianismo, para poder después dedicarse, sin enemigo de importancia al frente, a realizar los sueños de su "mesianismo materialista" en el gobierno del mundo y en el establecimiento del sincretismo religioso, que eliminase para siempre todo vestigio de Cristo y de su religión. La labor fue lenta, discreta y, a no dudarlo, de éxitos progresivos y sorprendentes. No creo posible, para los no judíos, el llegar nunca a investigar todos los secretos de esta secular conspiración. Por eso esta confesión de parte de Mr. Roddy, aunque incompleta, tiene un valor excepcional, que parece indicarnos el por qué Paulo VI usa el "efod" del Gran Sacerdote Levítico.

   La famosa "apertura" hacia la izquierda del Pontífice de la Tolerancia no sólo había abierto el "diálogo salvífico" con los "hermanos separados", que jamás han pensado en convertirse a nuestra religión, con los "comunistas", con los que él soñaba establecer "una coexistencia pacífica y mutuamente comprensiva", sino también con los judíos, que ya no tan invisiblemente estaban dirigiendo la subversión, sin que el bondadoso Papa se diese cuenta de la tremenda conspiración, que amenazaba la vida misma de la Iglesia. Juan XXIII, el Papa de la Tolerancia, no sólo había recibido al yerno de Krushev, sino que había establecido, como nos dice Roddy, un gran diálogo con el Comité Judío-Americano, con la Liga Anti-Difamatoria de la B'nai B'rith y con otros organismos judaicos. La conspiración estaba en marcha y contaba con la ayuda de prominentes eclesiásticos, infiltrados oportunamente en la Iglesia Católica, entre los cuales destacaba la figura del Cardenal Agustín Bea, S. J., la figura gris del Vaticano en estos años de transición y de Concilio.

   "Aunque Mateo, Marcos, Lucas y Juan hayan sido mejores evangelistas que historiadores -escribe Roddy- sus escritos, según el dogma católico, fueron divinamente inspirados, y alterarlos sería tan imposible, por lo tanto, como cambiar el centro del sol". Con verdadera insensatez el escritor judío pretende negar la historicidad de los Santos Evangelios, para eliminar así su testimonio sobre la responsabilidad colectiva del pueblo de Israel, en la pasión y muerte de Jesús; pero, no por eso deja de reconocer lo que los "expertos' del Cardenal Bea olvidaron, la inspiración divina del texto sagrado, que garantiza el testimonio histórico y de fe de los evangelistas. Sí; alterar los evangelios, aunque sea so pretexto de ecumenismo, es naufragar en la fe. Y en la inviolabilidad de la Sagrada Escritura está la inconsistencia y la equívoca posición de la célebre declaración del Vaticano II sobre los judíos.

   Sorprende grandemente, al que con detención lee el artículo de Roddy, la multitud de judíos, que, durante el Concilio, estuvieron trabajando en favor de la famosa declaración conciliar de su exoneración de toda responsabilidad en la pasión y muerte del Señor. El Comité Judío Americano, la B'nai B'rith, el Congreso Mundial. Judío, la Anti-Dífamation Ligue, etc., etc. Aparentemente, las cosas no marchaban muy bien en Roma, donde Shuster llenaba las páginas del "New York Times", el diario judío de más circulación en el mundo, para preparar la opiníón pública. Fritz Becker, del Congreso Mundial Judío, escribió por esos días: "Nosotros no tenemos los mismos puntos de vista de los Nortemericanos, para pretender llevarlos a la imprenta". Como si dijera: "debemos obrar con más discreción". Sin embargo, el Vaticano empezó a ver con buenos ojos el que estos temas se llevasen a la prensa, ya que el viaje de Paulo VI a Tierra Santa acababa de ocurrir, y era necesario desviar la opinión pública de los verdaderos objetivos del Pontífice. Escribe Roddy: "Un experto en relaciones públicas hubiera dicho que la Santa Sede -no la Santa Sede, sino Paulo VI- se había mostrado poco experta en Tierra Santa. Cuando Paulo oró al lado del Patriarca barbado ortodoxo Atenágoras en el sector de Jordania, la visita pareció muy bien. Pero, cuando entró en Israel, tuvo palabras tajantes para el autor del "Vicario" (la obra difamatoria de un judío contra Pío XII) y un discurso encaminado a la conversión de los judíos. Su visita fue tan corta que ni siquiera llegó a mencionar públicamente al joven país que estaba visitando".

   Era necesario disimular diplomáticamente, con el velo de una piadosa peregrinación, los pasos de Paulo VI, cuyos objetivos en ese viaje no debían ser entonces conocidos. Solamente el tiempo y los eventos sucesivos irían poco a poco descubriendo, ante los observadores diligentes, los secretos designios del Papa Montini en su viaje a la Tierra Santa. Por eso Paulo VI estuvo más tiempo en Jordania; por eso aparentó ignorar a Israel; pos eso habló de la conversión de los judíos, aunque de una manera superficial y delicada. Era lo menos que como Papa, sucesor de Pedro, podía hacer. Sin embargo, después de esa visita, empezó a ostentar sobre su pecho el "efod" y el "pectoral del juicio" del Gran Sacerdote Levítico. La frase de Roddy, en su artículo, no viene sino a completar la maniobra del sigilo: "Los observadores del Vaticano, que estudiaron todos los movimientos de Paulo en Tierra Santa, consideraron que había menos esperanza para una declaración en favor de los judíos"(1).

   Pero, esa frase, que quiere darnos la impresión de cierto desacuerdo en los criterios y las acciones de los diversos elementos del judaísmo internacional, que estaban comprometidos en esa labor de convencimiento entre los Padres Conciliares, no es sino una típica maniobra de la astucia judaica, que con diversos frentes quiere darnos la impresión de que hay división entre sus filas. Por eso añade Roddy: "Las cosas se veían con más optimismo en el Waldorf Astoria de Nueva York. Allí, con motivo del aniversario del Beth Israel Hospital, los invitados se enteraron de que al Rabino ABBA HILLEL SILVER (el apellido Silver, en español Plata, es característicamente judío y propio de los elementos más iniciados y más aptos para la conspiración judeo-masónica), años atrás, había expresado el Cardenal Francis Spellman los intentos hechos por Israel para obtener un asiento en las Naciones Unidas. Spellman había dicho que, para ayudar a esta causa, él personalmente se dirigiría a los gobiernos de Sud-Améríca, para invitarlos a que compartiesen con él el profundo deseo de que Israel fuera admitido en esa mundial Organización. Más o menos, por ese tiempo. el 'Papa Americano' (Spellman) dijo, en una reunión del Comité Judío Americano, que era "absurdo mantener que exista o pueda existir cualquiera culpabilidad hereditaria". Desde luego esta afirmación del Cardenal neoyorkino es falsa e indica carencia de conocimientos teológicos e históricos. Todos los hombres, que por generación ordinaria descendemos de Adán, venimos a la vida con esta "culpabilidad hereditaria". "In quo omnes peccaverunt", dice San Pablo, en Adán, todos pecamos. La culpabilidad personal no se hereda, pero, aun entre los hombres, sí se hereda la culpabilidad colectiva. Los hijos de los supuestos criminales de guerra en Alemania siguen todavía pagando a Israel los daños que los judíos dicen haber sufrido durante el régimen de Hitler.

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