De la Argentina, en la revista "LA HOSTERÍA VOLANTE",
tomamos ahora el siguiente artículo del Dr. Carlos A. Dissandro:
"PONTIFICADO y PONTÍFICE". Una
breve quaestio theologica.
He explicado, en las breves páginas de
Iglesia y Pontificado (ed. Montonera, Mar del Plata 1969) las coyunturas
doctrinales, que reaparecen o se requieren en estos momentos dramáticos del mundo. Trataré de completar aquí la imagen de un Pontífice
-para quien esto escribe "Falso Papa "- que parece cubrir con
su presencia la historicidad mística del pontificado, aunque en
realidad, la erosiona, esclaviza y degrada, y de este modo erosiona,
esclaviza y degrada la entera Iglesia, Sacramentum Trinitatis.
Por el reexamen de las instancias doctrinales, que se refieren a la forma divina de la Iglesia, sabemos que el Pontificado es término
necesario, para el concreto vínculo histórico entre el nivel celeste y
el nivel terrestre. Sabemos que es una magistratura y jurisdicción
personal, cuya continuidad es irrefragable; sabemos, finalmente, que la
falencia personal del Pontífice (en un orden ético-religioso general)
no implica la caducidad de su magistratura (en el caso de simonía,
concubinato, cesaropapismo, etc.); pero que tratándose del vínculo con
un nivel teológico, que anude fe y autoridad, podría ocurrir que el
Pontífice se escindiera de la Iglesia, o, lo que es lo mismo, que el
Pontificado quedara vacante, no sólo por muerte física, sino también
por muerte teológica (herejía y cisma).
Esta clara posición nos distingue de los que defienden
clamorosamente a Paulo VI, pero atacan las bases inviolables de su
Pontificado (el Cardenal Suenens, por ejemplo, y muchísimos otros); y
también de los que subvirtiendo el fundamento dogmático de formulación
helénica de la Fe (Concilios de Nicea, Calcedonia y Efeso) pretenden
salvar pontificado y pontífice, según un nominalismo teológico, que
lo funda todo en una noción incompleta o falsa de autoridad (el
cardenal Danielou, por ejemplo, y con él casi todos los grupos que se
tienen por tradicionalistas, al menos aquí en la Argentina). Combatimos, pues, en este terreno doctrinal y práctico, el nefasto desfonde
judaico del progresismo, y el no menos nefasto designio de una falsa
tradición, que subvierte el vínculo entre FE y AUTORIDAD.
Conviene, pues, referirse concretamente a las
principales posiciones, que se sostienen hoy en el mundo, y delinear provisoriamente nuestra propia concepción del problema. Los que nos acusan
de orgullo, exageración, etc. podrán advertir los matices difíciles
en todos estos planteos. Resaltará entonces, con mayor nitidez, que
sin negar el tono temperamental, tan legítimo como cualquier otro, nos
ubicamos en el plano de una quaestio disputata y elegimos
conscientemente una solución, la más delicada y comprometida quizá,
pero no por eso menos lúcida.
En primer lugar tendríamos que recordar las dos grandes
posiciones: 1ª La que acepta la legitimidad de la elección de Juan B.
Montini, legitimidad que lo instaura como Paulo VI, sucesor legítimo de
sus predecesores; la 2ª La que sostiene que es ab initio un
falso Papa, ya que es el resultado de aquel cónclave írrito, por
motivos que difieren, según diversas consideraciones. La primera
posición cuenta con una abrumadora mayoría y parece haber conciliado
para siempre el consenso universal de la Iglesia. La segunda posición,
sostenida por un número reducido de intérpretes, teólogos y
canonistas, no está exenta, sin embargo, de matices sorprendentes, que
no con viene desdeñar, porque interesan de cualquier modo a la quaestio disputata. Como se trata de una opinión, que puede examinarse
más rápidamente, propongamos aquí su puntualización.
Podrían distinguirse tres causas, que, según los intérpretes,
fundarían la nulidad de la elección del cardenal Montini, por tanto,
la nulidad del pontificado de Paulo VI: a) por las doctrinas heréticas,
sostenidas por Montini, antes y después de su acceso al cardenalato; no
habiendo abjurado de tales doctrinas, no podría ser legítima tal
elección del cónclave; b) por las condiciones bio-espirituales del
elegido, pues para investir la suprema magistratura de la Iglesia se
requiere un cierto nivel de normalidad en el sujeto elegido (por
ejemplo, no podría ser electo un cardenal ciego, un impedido mental,
un homosexual, etc.); c) por el trámite formal de la elección,
en la medida en que puede violarse la autenticidad y normalidad de las circunstancias conclavistas, para imponer a la
Iglesia un falso Papa demoledor. Ahora bien, las tres posibilidades
esenciales, enunciadas esquemáticamente, en cuanto a la nulidad inicial
de este Pontífice, requerirían una exhaustiva indagación, cosa hoy prácticamente imposible, con excepción, tal vez, del primer apartado:
"Doctrinas heréticas del Cardenal Montini", y se enfrentarían,
por lo demás, con un consenso mantenido, sin variación, durante siete
años. Sin embargo, en el vasto mundo enfervorizado, hay quienes
sostienen con intrepidez y fundamentos tales interpretaciones,
precisamente en homenaje a una total coherencia doctrinal y a una
defensa lúcida de la FE y de la AUTORIDAD. Aquí en la Argentina sólo
el mencionar este tema provoca aullidos, retorcimientos, rasgado de
vestiduras seudodoctrinales, improperios e insultos. Pero, las
cuestiones disputadas pertenecen al orden de la inteligencia de la fe y
no al criterio de una gendarmería teológica, que esgrima la banderola
de la AUTORIDAD, para impedir la vida verdadera de la Iglesia. La FE no
es una venda; es un acto de posesión del MISTERIO TEANDRICO, con su
margen de inteligibilidad claro-obscuro y total penumbra inaccesible.
Moverse en esa entrañable dimensión, con un cierto fundamento, con
una cierta coherencia y un cierto designio constructivo, tal ha sido la
labor de los grandes siglos teológicos. Dejemos, pues, los aullidos y
los improperios; enfrentémonos con decisión a estas coyunturas dramáticas
en la vida de la FE y de la IGLESIA.
***
Pasemos ahora a discriminar
los matices en aquella posición, que sostiene la legitimidad de la
elección de Montini al Pontificado y, por lo tanto, la legitimidad
inicial de Paulo VI, 262º sucesor de Pedro en la Sede Romana.
Aquí distinguiríamos, a su vez, tres interpretaciones
fundamentales, en las que, en realidad, están repartidas las tendencias más importantes en la Iglesia de hoy. En primer lugar, quienes
unen de un modo absoluto y solidario legitimidad inicial y continuidad
ininterrumpida de la jurisdicción pontificia en Montini, y no pueden
concebir ni admitir posibilidad alguna de que cese tal jurisdicción,
legítimamente asumida. Sólo la muerte, según estos autores, deja
vacante el pontificado. Se unen a esta posición tradicionalistas
(Danielou), progresistas (Suenens), con todos los matices imaginables.
En segundo lugar, los que distinguen actos legítimos e ilegítimos (o írritos) de Paulo VI: mantienen, pues, la legitimidad
jurisdiccional de la persona, pero la invalidan en circunstancias concretas. Cuando éstas ocurren obraría,
pues, no el Pontífice, sino Juan Bautista Montini. Convivirían
entonces en un mismo sujeto actos legítimos (pontificios) y actos ilegítimos (montinianos). En esta interpretación podría valer la fórmula clásica:
PAPA HAERETICUS EST DEPONENDUS.
En tercer lugar, los que reconociendo la legitimidad
inicial de Paulo VI, sostienen que ha caducado o la ha perdido, con
todas las prerrogativas de los sucesores de Pedro, incluso la
infalibilidad, por causa de herejía formal, continuada y explícita.
El pontificado, pues, estaría vacante desde un momento dado, y se
cumpliría por lo mismo en el caso de Paulo VI la fórmula también clásica:
PAPA HAERETICUS EST DEPOSITUS.. .
***
Podríamos ejemplificar todas estas
opiniones, con oportunas consideraciones y discrepancias, sin agregar
mayores luces a la problemática misma. Entre los que piensan que Paulo VI fue ab initio un Papa legítimo, están, como ya dijimos la casi
totalidad de los tradicionalistas y la casi totalidad de los
progresistas: están asidos a la cúspide de una autoridad equívoca,
lo que permite el movimiento dialéctico de Paulo VI y su hábil
conducción de heresiarca. La Iglesia está siendo destruida,
mientras lloran los cardenales, los obispos y el propio Montini. ¿Quién
la destruye? Mysterium iniquitatis, dicen los más audaces.
Entre los que sostienen esta opinión de que Montini fue válidamente
elegido Papa y continúa siendo un verdadero Papa está el Padre De
Pauw (Catholic Traditionalist
Movement, en los Estados Unidos) y el Abbé
Georges de Nantes (Contre-Reforme Catholique au
XXe. Siecle, en
Francia). El Padre De Pauw rechaza de plano y totalmente la "Nueva
Misa", pero exime a Paulo VI de la responsabilidad formal y explícita
de su contexto herético. No admite que se discuta la continuidad válida
del pontificado de Paulo VI, aunque admite que se señale la falsedad de
sus supuestos actos pontificios. Habla, pues, de "our unaltered
belief in the continuity of papal authority, y dice así:
"Este concepto de la continuidad de la autoridad papal resulta para
mí, al menos desde un punto de vista práctico, la condición que nos
permite un mayor vigor espiritual y una mayor justificación para nuestro NO a la 'Nueva Iglesia', que todas las demás razones jurídicas, morales y dogmáticas, examinadas más adelante... Cf.
Letter, Spring 1970, pág. 9).
Sostiene el P. De Pauw que la
Iglesia es un barco, que ha sido asaltado y cuyo capitán, es decir Paulo VI,
"Es prisionero de una tripulación amotinada, que da órdenes
falsas en nombre del Papa" (Cf. Las declaraciones al St Louis Globe Democrat,
june 10, 1970). Las órdenes que emite Roma, en múltiples y delicadas
cuestiones, son, falsas; pero el Pontífice ha sido, es y será legítimo y
verdadero Papa hasta la muerte. Deben ser resistidas sus órdenes, pero debe
defenderse también la legitimidad de Paulo VI.
El Abbé Georges de Nantes subraya,
como dijimos, la diferencia entre actos paulinos (por ejemplo (la Encíclica MYSTERIUM FIDEI) y
actos montinianos (por ejemplo: REUNIÓN CON EL CONGRESO MUNDIAL DE LAS
IGLESIAS EN GINEBRA). Adscrito, al parecer, a la fórmula PAPA HAERE TICUS NON
EST DEPOSITUS, SED DEPONENDUS, defiende, en última instancia, la legitimidad
actual de Paulo VI, que sigue siendo un verdadero Papa. Sin embargo parece
inclinarse, cada vez con mayor fuerza, a sostener el carácter herético de
Montini-Paulo VI, si nos atenemos a sus afirmaciones concluyentes en su estudio
sobre "EL CATECISMO HOLANDÉS" (Contre-Reforme, Nº 35
-agosto de 1970).
"El silencio en la Autoridad suprema de la
Iglesia es en sí mismo una complicidad con la herejía y es un golpe de
muerte a la fe... En vista de esta conjuración de la Herejía
Modernista y los Poderes Supremos de la Iglesia, ¿qué podemos, qué
debemos hacer?... O bien perder la fe, maldiciendo a Papas y Obispos de
siglos pasados, que predicaron e impusieron como verdades divinas lo
mismo que ahora es tenido como opiniones superadas y fábulas
inconsistentes... O bien debemos asimos a esa santa e inmutable fe católica
y mantenernos en la oposición firme a las novedades perniciosas del
Modernismo, no ciertamente en nombre de nuestras miserables personas,
sino en nombre de la Iglesia, y esto, no obstante el silencio criminal
del Papa y de los Obispos. ¿Quiere esto decir que nosotros los
condenamos por nuestro propio juicio? No; no somos nosotros los que los
condenamos, sino la fe en nosotros, la fe de la Iglesia que se afirma
y resiste, que no encuentra paso ni salida en nosotros, sino a través
del Anatema. Esto que nuestra fe efectúa espontáneamente es
necesario que la Iglesia del futuro decida hacerlo infaliblemente,
cuando Ella quiera restaurar en el mundo la única e inmutable certeza
de su Fe Católica".
Es difícil conciliar el "silencio criminal del Papa y
su supuesta legitimidad actual; pues este silencio se refiere a la substancia de la Fe, y no a un detalle accidental o complementario. No se
comprende, entonces, cuál sería el límite impuesto por la doctrina,
para que cesara este "crimen" y "la Iglesia recobrara su
vida verdadera".
***
Desde un comienzo, en la intrincada
cuestión doctrinal, hemos sostenido la fórmula PAPA HAERETICUS EST
DEPOSITUS. Hemos convergido, sin saberlo al principio, con los que en
Francia publican Trompettes de Jericho, y que hemos dado a conocer por
diversas referencias. Las pruebas de la herejía formal y explícita de
Paulo VI (8)
son abundantes; pueden encontrarse fielmente probadas en los
escritos del Abbé de Nantes y del P. Pauw; en Trompettes de Jericho en
Das Zeiehen Mariens, etc. Sostenemos, pues, la legitimidad de la elección
de Paulo VI, el cual fue Papa legítimo hasta la signatura del concilio
herético Vaticano II, que, aunque pastoral, introdujo por su
nominalismo teológico la herejía modernista implícita. De aquí
arranca todo el drama histórico de la Iglesia, si no todo el drama místico.
En efecto, al morir Juan XXIII el concilio estaba automáticamente clausurado. De Juan XXIII podemos decir que toleró y fomentó
la herejía, aunque no la signó y confirmó (al menos así parece).
Paulo VI, legítimamente electo, reabrió el concilio y con su
nominalismo herético modernista, y con esa seudo-ley en la mano (que
llamamos herejía implícita) procedió a desatar la herejía explícita,
conducida por su autoridad personal, caduca en realidad desde ese mismo
momento. Los ejemplos de herejías explícitas de Montini-Paulo VI son
tan numerosos y graves, que convencen a cualquiera que honestamente
considere la situación actual, sobre todo después de la abolición de
la Misa Católica (es decir, después de la abolición de la Eucaristía,
que defendió en un supuesto documento tradicionalista) .
Todo ello es, en la Iglesia, simplemente írrito. Paulo VI
ha cesado de ser Pontífice y es, desde la fecha de la signatura del
Vaticano II hasta ahora, UN FALSO PAPA Y, POR TANTO, TODOS SUS ACTOS,
RESOLUCIONES, DOCUMENTOS, CARECEN DE VALIDEZ JURISDICCIONAL, CANÓNICA,
RELIGIOSA, ECLESIÁSTICA, o como quiera decirse: PAPA HAERETICUS EST
DEPOSITUS. La Iglesia está sometida al poder de un tirano, que
inviste los poderes de la Monarquía Teológica, para subvertir LA FE Y
DESTRUIR LA IGLESIA.
Coinciden substancialmente en esta posición, como ya he
dicho, Les Trompettes de Jericho (Francia), las que, al establecer la
herejía y el cisma de Paulo VI, consideran así mismo vacante el
pontificado, con oportunas y definitivas reflexiones, confirmadas ahora
por la parodia de la "Nueva Misa".
He expuesto con entera objetividad el conjunto, ciertamente denso y difícil de una problemática, que no por dolorosa deja de
pertenecer a lo más entrañable de la FE; he puntualizado las diversas
posiciones y matices, propuestas hoy en el mundo. Señalo además, con
entera franqueza, cuál ha sido y es mi posición, que, por modesta que
sea mi persona, no cesa de tener significación y valor doctrinal, DE
DOCTRINA SE TRATA, NO DE PERSONAS.
Desde luego lo que afrontamos es tremendo, y más tremendo aun lo que se deduce de las diversas opiniones enumeradas y
puntualizadas. Sin embargo, estimo que al establecer con fundamentos la
posibilidad de la "vacancia del pontificado" y al señalar
como probables esos fundamentos, explícitos en la coyuntura del actual
pontífice, nos colocamos en la línea de mayor claridad histórica. En
efecto, más allá de la catástrofe, que parece avecinarse, se
discierne también la salida, en la medida en que habrá de hacerse
consciente en la Iglesia la reconstrucción ulterior de la autoridad
doctrinal de un Pontífice legítimo y realmente "católico". Otras
soluciones serán siempre contrarias a la verdadera Tradición.
Carlos
A. Disandro. |
El Abbé de Nantes, en su CONTRE-REFORME
CATHOLIQUE,
noviembre de 1970, cita diversas opiniones sobre este tema candente, que hace
ya tiempo conmueve al mundo católico, ante la incógnita indescifrable de Paulo
VI. Empieza con un artículo de M. Feuillet: "LAS PRERROGATIVAS DE PEDRO Y
DE SUS SUCESORES, SEGÚN EL EVANGELIO", que fue publicado en I'Homme
Nouveau el 4 de octubre:
Lo que
hace particularmente precioso el texto de San Mateo (XVI, 13-23) es que está
compuesto de dos escenas violentamente antagónicas: Simón Pedro, Roca de la
Iglesia (13-20) y Simón Pedro, piedra de escándalo, es decir, obstáculo en el
camino que conduce a Dios (21-23).
Así, pues,
este pasaje subraya el privilegio personal de Pedro y desvía con la más
grande energía toda exaltación inconsiderada de la persona de Pedro o de sus
sucesores, de aquello que se llama papolatría. (Culto indebido a la persona del
Papa). Decisivamente descarta el error tan frecuente que confunde la
infalibilidad (didáctica) con la impecabilidad. Pedro, en tanto que
esclarecido por el Padre profesa la fe en Cristo, el Hijo de Dios Vivo, es la
roca sobre la cual Cristo quiso edificar su Iglesia. Pero, el mismo Pedro, hecha
la abstracción de la asistencia divina, no es sino un pobre hombre, como
todos los hombres; lejos de ser una roca, puede ser una piedra de escándalo y
tener los pensamientos de Satanás: "Apártate de mí, Satanás, tu eres
para mí un escándalo (es decir, una piedra de escándalo, un obstáculo),
porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". |
........................................................................................................(9)
El historiador austriaco Herald Zimmermann ha
estudiado las deposiciones de papas de la Edad Media (Papstabet- zungen des
mitelalters, Wien 1968), obra que ha sido conocida en Francis por un amplio
comentario de Robert Folz en ERASMUS (1970, col. 508-511).
Zimmermann examina una serie de hechos, que
aparentemente contradicen la sentencia "PRIMA SEDES A NEMINE IUDICATUR
(Nadie puede juzgar a la Sede Primera), formulada después del pontificado de
San Simmaco (10)
Sin embargo, a pesar de este principio, ha habido deposiciones de
Pontífices: Juan II, León VIII, Bonifacio V... La presentación de estos
hechos históricos es seguida de un análisis sistemático de principios y de métodos,
que justificaron la destitución de estos papas, durante la época estudiada...
entre mediados del siglo séptimo y el advenimiento de Gregorio VII.
PRINCIPIOS: Entre los motivos indicados para
intentar la deposición de un Papa, el más grave era la inculpación de herejía.
Examinada por vez primera por Isidoro de Sevilla, la posibilidad de una
semejante inculpación había sido, según los Falsos Decretales, formulada por
el mismo Papa Simmaco, que haciendo alusión a su propio proceso y a varios
procesos de sus predecesores, declara que "las ovejas confiadas a un
pastor, no tienen derecho a censurarle, salvo cuando ellas piensan que él las
desvía de la recta fe". Acusación temible ésta: esta acusación fue
lanzada en 963 contra Juan XII y en 998 contra Juan Philagothos, acusados los
dos de apostasía. Otro motivo es la simonía, bien sea expresamente nombrada,
como en el caso del proceso de Formose o en la deposición de tres papas en
1046; bien sea calificada de adulterio (espiritual): tal sería el sentido del
adulterio de que fue reprochado, por ejemplo León III en 799... Todavía más
frecuente que la simonía aparece el reproche de "invasión",
entendiendo por esta palabra la usurpación de la Sede Apostólica, que puede
darse por algún tiempo. Constantino II fue así condenado por haber tenido
acceso al pontificado, siendo un laico, ya que las condiciones de su ordenación
eran irregulares; Formose por haber violado la regla que prohibía las
traslaciones de una Sede a otra. Otro motivo todavía era el perjurio que podía
entenderse sea de la traición de un Papa con relación a otro (León VIII con
relación a Juan XII), sea el renegar o cambiar de opinión, como fue el caso de
Bonifacio X, que había pertenecido al partido de la Reforma, antes de su elección.
PROCEDIMIENTOS. Zirnmermann demuestra que no fue
siempre observada la exigencia de "libellus acusatorius": la
larga lista de faltas en contra de Juan XII que, según Liutprand de Crémone,
un cardenal presentó delante el concilio presidido por Otón I en 963, y
ocurrió sin duda alguna. Lo que parecía mejor es que un eclesiástico de alta
jerarquía presentara, como "probator" o "testis legitimus",
la acusación; cuando no se presentaba (por ejemplo, en Roma en 800 o en Montoue
en 1064), se concluía que la acusación era una calumnia y el acusado era
restituido a su antigua dignidad. Siempre era exigida una investigación previa:
el acusado era citado para defender se a sí mismo; de no acudir a la cita, se
le juzgaba como contumaz. La complejidad de tales procesos hizo que el poder
secular se encontrase inmiscuido poco a poco en todos los procesos... Pero, si
la participación del emperador en estos negocios era considerable y si de
hecho los procesos de deposición eran frecuentemente motivadas por
consideraciones políticas o por rencillas personales, no quedaba sino la
instancia suprema, que debía sentenciar, que era la del concilio: ninguna
condenación fue pronunciada, fuera de una asamblea eclesiástica. Las fuentes
históricas, sin embargo, demuestran las enormes dificultades, que en ocasiones
llegaban a provocar un cisma, cuando era puesta en duda la legitimidad de un
Papa. En todo caso, el concilio debía ser con prioridad romano, pero como la condenación de un Papa interesaba a toda la Iglesia, el
asunto podía algunas veces tomar un carácter universal. Etienne III hizo así
ratificar la condenación de Constantino II por los obispos francos. El proceso
de rehabilitación de Formoce comenzó en Roma y terminó en Ravena con la
participación de los obispos lombardos. Por el contrario, fuertes quejas se
elevaron en Francia, en 1046, contra la intervención de Enrique III en los
asuntos romanos, porque no había sido consultado el Episcopado de las Galias.
SENTENCIA.- Se puede entrever muchas veces lo que
pasaba en un concilio convocado para juzgar al Papa. El inculpado podía
justificarse con un juramento purgatorio: León III aceptó esta solución, que
fue también ofrecida, aunque en vano, a Juan XII. Cuando la falta era
evidente, se prefería, con frecuencia, que el interesado la reconociese y
demandase perdón: en ese caso la sentencia de la asamblea no hacía sino confirmar lo que el mismo Papa había declarado. Las penas con que se castigaba al
culpable eran la destitución, acompañada de la degradación al estado laical.
A estas medidas se añadía, a veces, la excomunión. Las mutilaciones (de las
cuales Juan Philagotos fue en 998 la última víctima) tenían como razón
esencial de ser el imposibilitar toda posterior restauración del pontífice.
Lo que, finalmente, aparece claro, en lo que
escribe Zimmermann, es que "Los hombres que juzgaban a tal o cual Papa,
por herejía o usurpación, estaban, como todos convencidos de que nadie puede
juzgar a la Sede Primera y que al proceder así pretendían tan sólo salvar a
la Iglesia de un seudopontífice".
Está, pues, sólidamente testificado por la
historia que la deposición de un Papa notoriamente herético, apóstata, simoniaco (¿o drogado?) puede ser legítimamente pedida y aún exigida. También es
cierto que un procedimiento o un proceso es absolutamente necesario y que éste
debe ser conducido por una asamblea eclesiástica y, con prioridad, en su mayoría
romana. El subsecuente desenvolvimiento dogmático me parece que tan sólo ha
precisado que una tal asamblea no pretende colocarse por encima del Papa, ni
estar capacitada, a despecho de él, para zanjar un punto cualquiera de
doctrina. Una asamblea semejante sólo pretendería constreñir al Papa en
persona a declararse, abiertamente y sin ambages, o fiel católico o hereje,
cismático, apóstata. El Papa, al pronunciar sus personales opiniones o
creencias, dictaría para sí su propia sentencia y la asamblea no sería
entonces sino la receptora del testimonio del Pontífice y la ejecutora de la sentencia, que él mismo
con su confesión había ya pronunciado.
¿A dónde hemos llegado en este otoño de
1970? Hemos llegado a la triste realidad que el Papa no acepta ya ninguna
regla, ninguna autoridad de tradición o de derecho; revoluciona los ritos,
deja que la moral sea conculcada y sus enseñanzas menospreciadas; respalda a
los herejes más notorios de estos tiempos; persigue una quimérica política,
político-religiosa, después de que esta táctica había sido, hace ya mucho
tiempo, condenada por la Iglesia, y levanta sus brazos al cielo, como única
respuesta, a la acusación de herejía, formulada contra él. Respuesta indigna,
insuficiente e inmoral.
Ha llegado, pues, el tiempo de:
- 1) enseñar a todo
el pueblo católico que un Papa no es siempre infalible, ni mucho menos,
impecable;
- 2) de explicar a los más preparados los errores y faltas públicas
de Paulo VI, que están comprometiendo la misma existencia de la Iglesia, la
unidad de la fe y la salvación eterna de las almas;
- 3) de recordar al clero
romano y, sobre todo, a los cardenales, las prerrogativas que tienen, para poder
amonestar y aun coaccionar, y detener, de esta manera, los desbordamientos
doctrinales y pastorales de Paulo VI;
- 4) de animar a los más sólidos
defensores de la fe, para que amenacen al Papa con la convocación de una
asamblea eclesiástica, legítimamente reunida y constituida, para exigirle que
responda a las acusaciones formuladas en contra. de él;
- 5) Si ningún cardenal
-uno al menos-, si ningún sacerdote o miniistro do Dios de alta jerarquía se
atreviese a presentarse ante esta asamblea, para sostener estas acusaciones,
como PROBATOR ET TESTIS LEGITIMUS, el Abbé de Nantes, que, durante seis años,
ha dicho, y publicado que éste es UN PAPA HEREJE, se presentaría, aunque
indigno, para sostener su acusación de herejía y apostasía práctica contra
Paulo VI, a fin de que el clero romano exija al Papa que responda a estas
acusaciones, de una manera clara y definitiva, bajo penas de destitución y
excomunión.
Provocar la destitución de un Papa "incapaz
e indigno", según los términos que el mismo Paulo VI ha empleado recientemente para calificarse a sí mismo, es servir a la Iglesia y honrar, sobre
todo, al mismo Papado.
Brasil. La herejía del Papa provocará un
cisma. (La Croix, 4 de noviembre).
Estamos en camino de presenciar los primeros
signos de la aparición de; un cisma. Un grupo de jóvenes y adultos, que formaron parte de una Congregación Mariana y que se reúnen
ahora con el sigla T.F.P. (Tradición, Familia y Propiedad) ha rechazado el
nuevo "ORDO" de la Misa y ha declarado que dicho "Ordo" es inaceptable
para los católicos. Han ido más lejos todavía. Por medio de Dom Castro Mayer,
obispo de Campos, en el Estado de Río de Janeiro, han distribuido un texto en
el que demuestran, apoyándose en los Padres de la Iglesia, que un Papa que ha
incurrido en la herejía, no merece ya la obediencia de los fieles y cesa de ser
Papa. Acusan después a Paulo VI de haber prescrito las "herejías"
contenidas en el nuevo "Ordo" de la Misa. "Yo creo -dice el
comentarista de la Croix- que si viene un cisma, será de parte de los
integristas".
-Italia. Un teólogo Mgr. Spadafora acusa de
hereje al cardenal Willebrands. (La Croix, 4 nov.)
El semanario de extrema derecha LO SPECCHIO ha
publicado, en su número del 25 de octubre, un violento ataque de un Prelado,
profesor de exégesis, Mgr. Sapadafora contra el cardenal Willebrands,
Presidente del Secretariado por la Unidad de los Cristianos. Comentando la
intervención del cardenal en la Asamblea Luterana Mundial juzga que su discurso
"ofende a la Iglesia Católica, a la verdad histórica y es objetivamente
herético". "Una cosa es cierta, escribe, sólo un hereje puede rendir
homenaje a Lutero (11), (xxx) en nombre de un evangelio definido como herético por
el Magisterio infalible de Trento".
|