PABLO VI Y SUS RESPONSABILIDADES 
EN EL CAOS ACTUAL DE LA IGLESIA(*)
Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga    

MI OPINIÓN SOBRE ESTAS OPINIONES.

   Desde luego, las citas, que he presentado a mis lectores de varios y preclaros varones de diversas partes del mundo, nos están demostrando apodícticamente -como ya lo he indicado varias veces, en páginas anteriores de este libro- que la crisis de la Iglesia es en todas partes gravísima, que la confusión es cada día más espantosa, que a medida que pasa el tiempo y los acontecimientos se suceden, todos los diagnósticos coinciden en señalar el mal y las fuerzas de ese mal y que son principalmente las desviaciones y el manifiesto viraje de la Jerarquía y del ambiguo Concilio Vaticano II, que quisieron planear una NUEVA PASTORAL, sin apoyarse firmemente en los dogmas inmutables de nuestra fe católica. Los dos últimos pontífices han interrumpido indiscutiblemente la unísona armonía de la TRADICIÓN y DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. Por eso yo siempre he pensado y dicho que, mientras nos empeñemos en salvar a Juan XXIII, Paulo VI y su Concilio Pastoral, estamos en un callejón sin salida. No es la primera vez que es necesario encerrar en un paréntesis los errores de papas o seudo-papas y de concilios, que no se apoyaron en la doctrina revelada, para salvar con esos paréntesis la INERRANCIA de la Iglesia y su misma estabilidad.

   ¡Comprendo y preveo y estoy ya viendo que, por amor propio, por compromisos, por temores humanos -no divinos- los aludidos quieran defenderse con la misma Verdad Revelada, que ellos, antes y sin escrúpulo alguno, han conculcado, para proclamar, establecer y llevar adelante su Reforma. El chantaje de la obediencia está en juego. "Somos la Iglesia" -dicen los actuales innovadores- "somos los únicos y auténticos sucesores de los apóstoles", "somos los representantes de Dios"; "tenemos la asistencia divina"; "SOMOS INFALIBLES"; "somos la autoridad"; "tenemos el poder para destruir a los opositores". Pero se olvidan de que, a pesar de esas prerrogativas que tienen y que nosotros no negamos, está encima la FE, la autoridad de Dios, la INERRANCIA de la Iglesia; se olvidan de que la doctrina de la Iglesia, es inmutable; se olvidan de que el desenvolvimiento legitimo de la Iglesia, que Jesucristo mismo quiso y nos anunció, no puede ser desconocido ni eliminado, aunque sea con el pretexto de volver a la pureza y sinceridad de la primitiva Iglesia; se olvidan de que entre católicos no es posible admitir ese pretendido cambio de mentalidad, que ahora nos piden, para ajustamos a la nueva Iglesia ecuménica y postcon ciliar, porque -ya lo he dicho muchas veces- ese cambio de mentalidad es un cambio de fe.

   El más somero estudio sobre las reformas pastorales del Vaticano II y las novedosas enseñanzas de las encíclicas "MATER ET MAGISTRA" y "PACEM IN TERRIS" de Juan XXIII y de las en cíclicas "ECCLESIAM SUAM" y "POPULORUM PROGRESSIO" de Paulo VI nos demostraría que las enseñanzas y condenaciones solemnes de Pío IX (con su SYLLABUS), de León XIII, de San Pío X con su Encíclica PASCENDI y su condenación de los errores mo dernistas) Y de Pío XII (especialmente en la HUMANI GENERIS y la MEDIATOR DEI), Y las solemnes definiciones del Concilio Ecuménico Tridentino y del Concilio Ecuménico Vaticano I, han sido -para usar su terminologia- definitivamente "superadas" por la Iglesia postconciliar.

   Ante esta realidad tangible, el problema que se plantea es de tal magnitud, que necesariamente tiene que ser llevado a la cumbre del nuevo Magisterio hasta poner en duda su misma autenticidad. Dios no cambia y su Verdad Revelada tampoco cambia. Si los dos últimos pontífices (14) y su concilio pastoral han revolucionado toda la Iglesia, tenemos razón para dudar de su legitimidad. Sobre los órganos del Magisterio está el Depósito sagrado e intocable de la Divina Revelación. Por eso dudamos de las reformas de este concilio y de estos dos últimos Papas. Y esta duda no significa una rebeldía contra la autoridad, sino contra los abusos de la autoridad, porque, no lo olvidemos, la obediencia a cualquier autoridad humana sólo es digna, cristiana, meritoria, cuando los hombres que ejercen esa autoridad no rebasan los límites que la razón y la fe les señalan, cuando no atacan los derechos divinos. El principio es claro e irreformable: "DEBEMOS OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES".

   "Yo soy el Papa; yo soy el obispo". Si, pero no por eso eres Dios, no por eso eres impecable, ni personalmente infalible. El hecho jurídico de tu elección, que, supongamos, fue legitima, no te autoriza para que tú hagas de la Iglesia lo que quieras; para que modifiques con un "motu proprio" o con una declaración conciliar o con cualquier otro documento que tú firmes lo que anteriormente habían definido o enseñado los órganos también auténticos y legítimos del Magisterio de la Iglesia. Si hay discrepancia, tenemos ya razón para dudar de ti y de tus novedosas enseñanzas.

   De las diversas opiniones, que hemos citado más arriba sobre el Papa Montini, creo que las únicas que merecen estudio son la que niega la legitimidad de la elección (15) de Juan Bautista Montini y la que, aceptando esta legitimidad, sostiene ahora que Paulo VI ha incurrido en la herejía y apostasía y es, por su omisión permanente en el cumplimiento de sus altísimos deberes, un pontífice, que ha dejado de ser el fundamento inconmovible, la roca firmísima sobre la cual levantó Cristo el edificio de su Iglesia.

   Para mí la ulterior discusión, supuesta la herejía comprobada del pontífice, sobre si ya está automátícamente depuesto o si se necesita una deposición jurídica, pronunciada por el clero de Roma, entre los cuales están ex iure los cardenales, es de importancia secundaria, a lo menos en el orden práctico, ya que sería difícil lograr una acción eficaz, en cualquiera de las dos hipótesis, para hacer que dejase el cargo, el que indebidamente lo detenta. Personalmente, yo me inclino por la primera sentencia, la que sostiene que una vez que el Papa ha caído en la herejía, automáticamente dejó de ser ya PEDRO, la roca inconmovible, el principio de unidad, de cohesión y de estabilidad, sobre el cual está edificada la Iglesia de Cristo. No sólo la muerte física, sino también esta muerte teológica de la herejía, hace que la Sede de Roma quede vacante, sin que por eso perezca ni la Iglesia, ni el Papado. Y, como ya lo indiqué, la sede vacante puede prolongarse por meses aún por años sin que esta vacancia altere la existencia, ni la estabilidad de la verdadera y única Iglesia, fundada por Jesucristo.

   De no ser así tendríamos que admitir esa posición insegura que, en este asunto, como en el problema vital del nuevo "ORDO'" de la Misa, han adoptado muchos jefes de la resistencia: la nueva misa es inaceptable, es equívoca; pero sigue siendo católica, válida y lícita. El actual Pontífice es hereje, es apóstata, pero, sin embargo, es verdadero Papa, al que debemos completa obediencia. ¿En qué quedamos? ¿Podemos asociar la afirmación y la negación? ¿podemos admitir que un Papa hereje siga siendo el Maestro Supremo de la Iglesia? Yo no puedo admitir como católica una postura equívoca, que se preste lo mismo a la interpretación de la herejía, que a la doctrina de la verdad católica. Para mí el papa hereje ha perdido toda autoridad. Probadas las premisas, no tengamos miedo a la consecuencia que de ellas fluye con claridad meridiana.

   Hablando todavía en tesis, no en hipótesis, es posible (la historia de la Iglesia lo comprueba) que un papa no sea papa, porque su elección no fue válida, estaba viciada in radice. Yo creo que esta es la primera investigación que debe hacerse para explicar la personalidad enigmática del Papa Montini. ¿Fue Juan Bautista Montini un papa legítimamente elegido o no lo fue? Si su elección no fue válida, es evidente que cae por tierra todo el enigma de su persona, de su actividad reformadora, que ha llegado, hasta convertir casi a la Iglesia, nuestra Iglesia es una nueva secta protestante o en una religión dialéctica en constante evolución. En esta hipótesis, hay que encerrar en un paréntesis su pontificado y su concilio, como un período de castigo para la humanidad. Volveríamos a encontrar la posición monolítica de nuestra fe católica.

   Pero, para investigar la legitimidad de la elección de Juan Bautista Montini, no nos basta que aparentemente se cumplieron todos los requisitos canónicos para una elección papal; si, por otros motivos, encontramos que sus nexos, sus doctrinas, su actividad no tan secreta y discreta, como él pensaba que era, nos descubren signos contradictorios y denuciadores, creo que se impone un estudio exhaustivo sobre su persona, antes de pasar adelante, en otras hipótesis posibles.

   Mas antes, todavía conviene presentar otro incidente revelador, que en el estudio propuesto, puede ser muy significativo. Copio de la Revista española ¿QUE PASA? (Año VII, núm. 363. 12 de diciembre 1970):

   "El insigne y 'desgraciadamente' octogenario Cardenal Ottaviani no esconde su amargura:

   En IL MESSAGERO de Roma, correspondiente al pasado jueves 26 de noviembre, a tres columnas y en primera y segunda plana, se publica una sensacional entrevista con S.E. el Cardenal Ottaviani. Una gran fotografía del venerable Príncipe de la Iglesia ilumina la información.

   Después del 'Motu propio' del Papa del día 24 de noviembre, en virtud del cual, desde el próximo enero, todos los cardenales de ochenta años para arriba no podrán participar en la elección del Pontífice. Suman éstos, en la actualidad, veinti cinco; de entre ellos el santo Cardenal Ottaviani, que cumplió ochenta años precisamente el día 29 de octubre de 1970.

DECLARACIONES DEL CARDENAL ALFREDO OTTAVIANI

   -¿Qué piensa, Eminencia, de esta decisión de Paulo VI? 

   -Por encima de mi opinión personal, que podría considerarse interesada por mi edad, quisiera expresar el sentir de canonistas y prelados, y hasta de ilustres personalidades bien enteradas de los problemas actuales de la Iglesia. A todos, sin duda, impresionó el modo insólito y expeditivo de esta grave perturbación en la alta jerarquía eclesiástica, mutación radical a todas luces, realizada sin previas consultas a competentes y peritos, siquiera para respetar un poco las formas.

   -¿Por qué Vuestra Eminencia dice 'insólito'. ¿Por ventura porque nadie esperaba tamaña decisión y zozobra?

   -Es insólito que, con un 'Motu Propio', sin previo asesoramiento, se tachen las páginas de la Constitución 'Vacante Sede Apostólica' y las del 'Código del Derecho Canónico que disciplinan la posición de los cardenales, sea en la colaboración que deben al Pontífice para el gobierno universal de la Iglesia, sea en su importantísimo ministerio de máximos electores del Jefe de la Iglesia Universal. Este 'Motu proprio' es, pues, un acto de abolición de una tradición plurisecular y rechaza la praxis, que respetaron todos los Concilios Ecuménicos. Referente al   límite de edad -prosiguió el Eminentísimo, con dominio y serenidad, sin señal alguna de turbación- si se respetara la vejez, nosotros sembraríamos semilla, cuyos frutos vosotros mismos cosecharíais. Pero aquí, añade rápido, el respeto está puesto al margen... Es precisamente esta motivación de años, que el 'Motu Proprío' alega, para justificar disposición tan grave. De hecho, en el transcurso de los siglos, siempre se es timó inmutable el principio que precisamente los entrados en años son firme garantía para la Iglesia, sus mejores consejeros, ricos de experiencia, prudencia y doctrina. Si en algún caso faltaran estas prendas, era suficiente examinar las circuns tancias de ésta o esa otra persona, tal vez ya no idónea, por enfermedad o perturbación mental -examen que deberían hacer diestros peritos. En las Sagradas Escrituras, continuó el Eminentísimo, con una lucidez que pasma, se menciona a menudo el seniorato y los seniores, para comprobar cuán constructiva, en el gobierno de las cosas sagradas y en la pastoral recta y eficaz, es la contribución y garantía de la edad avanzada. Además, de esto, no olvidemos tan pronto las glorias de Pontífices, que, en edad avanzada, ilustraron la Iglesia con sabiduría y santidad. Y, por último, cuando los cardenales llegamos a los ochenta, tenemos en nuestro haber un 'curriculum vitae', al servicio de la Iglesia, pletórico de méritos, experiencias y doctrinas, de cuyas ventajas y aprovechamiento no puede la Iglesia privarse, so pretexto de admitir únicamente la colaboración de los más jóvenes y con menor pericia.

   -Eminencia, esta separación de los Cardenales octogenarios, ¿no puede, por ventura, en el día de mañana, afectar también a la persona del Pontífice?

   -Ciertamente, por analogía, hay que aplicar el mismo criterio cuando del Sumo Pontífice se trate, octogenario, o cuyos actos merezcan ser discutidos por la edad.

   -Para terminar, Eminencia. Personalmente, ¿cómo tomó Ud. esta decisión del Papa?

   -Mire Ud. Mucho me halagaba cada vez que Paulo VI, de viva voz o por escrito, me calificaba 'il mío maestro'. Pero ahora, este acto de apartarme totalmente está en abierta contradicción con las palabras de su carta autógrafa del 29 de octubre pasado, felicitándome por mis ochenta años, con frases cariñosas y plácemes halagüeños por mis largos, fieles, diarios servicios a la Iglesia" 

DECLARACIONES DEL CARDENAL TISSERANT.

   Según "La Croix" del 27 de noviembre de 1970, el Cardenal Eugenio Tisserant de 86 años de edad, pero con plena lucidez mental y excelente salud física, contestó a las preguntas de la Televisión Italiana (Primera Cadena).

   Raras veces una entrevista había alcanzado tal importan cia y tenido tan interesante información. En el espacio de tres minutos, los teleespectadores han podido informarse de que la salud del Papa estaba en extremo crítica ("ha sido preciso sos tenerlo al salir de la audiencia del miércoles"); que, en cambio la salud del Cardenal es excelente; que Cristo había fundado la Iglesia" bajo la forma de un Estado Monárquico; que esa colegialidad, con que nos remachan los oídos era viento: "Tanto más se habla de ella, cuanto menos se la practica".

   A propósito de la decisión de Paulo VI de reservar la elección del Papa a los cardenales de edad inferior a los 80 años, el Cardenal contestó que no conocía los motivos de ella (a pesar de estar claramente expresados en el documento pontificio); que, sin duda, el Papa había querido complacer a los jóvenes, ya que "todo el mundo desea ahora que desaparezcan los viejos".

   El miércoles por la tarde, el Profesor Alessandrini desmintió categóricamente las palabras del Cardenal, respecto a la salud del Papa.

    ALGUNOS COMENTARIOS DEL P. RAYMUNDO DULAC.

   "La decisión que quita bruscamente a toda una categoría de cardenales el DERECHO de voto, en la elección papal, en que consistía lo más claro de su función, es una decisión enorme. Esta manda y realiza su decapitamiento, en el sentido más exacto de la palabra: se les deja el sombrero, más se les corta la cabeza. Es lo que los antiguos romanos hubiesen llamado una diminutio capitis: un aminoramiento, una amputación de la capacidad civil y, desde luego, de la personalidad.

   "Pero, no debemos olvidar que la ley, que creaba el derecho para los cardenales de elegir al Papa, había sido promulgada en el año 1059; que en el transcurso, muy accidentado de estos mil años de historia, esta ley nunca había sido discutida; que el 'impedimento' de la edad avanzada nunca había impedido la creación de un cardenal, ni el mantenimiento de un Papa llegado a los 80 años; que es contrario al espíritu católico y a la tradición romana el deshacer, sin razones gravísimas, una ley consagrada por una tan larga costumbre; que una mu danza de esta clase, tan brusca, tan personal del Papa, en 1970, y tan sospechosa, va a acelerar, para la muchedumbre, aquel sentimiento de inseguridad, de inestabilidad, de desarraigo que ya ha contribuido a desacralizar las cosas de la Iglesia y relajar las mismas costumbres.

   "Olvidemos lo inhumano, lo vano, lo ruin en esa consideración de la edad en el hombre que la ordenación sacerdotal había retirado de la humanidad mortal, para todo lo que ata ñe a los poderes de este orden y las dignidades que pueden serle anexas.

   "Después de este golpe, sumado, desde hace cinco años, a tantos otros que naturalizan y laicizan a los clérigos, ¿con qué corazón se seguirá diciendo a los jóvenes ordenados: "Tu es sacerdos in aetemum secundum ordinem Melchisedec? ¿Sa cerdote para la eternidad? y ¿de qué orden? No de la carnal tribu levítica, sino del orden de aquel personaje asombroso, único, desencarnado, sin edad: Melquisedec, cuyo misterio nos descubre la Epístola a los Hebreos (VII, 5). ". ..Sin padre, sin madre, sin antepasados, que no tiene ni principio de día ni fin de su vida, semejante en esto, al Hijo de Dios, sacerdote para siempre..." .

   "Acabado todo esto, el sacerdote no es ahora otra cosa que un FUNCIONARIO 'jubilado' un día, como los demás, por el límite de su edad. El 'Príncipe de la Iglesia 'jubilado' con pensión vitalicia, como un guardia suizo.

   "Si Paulo VI, de un plumazo, ha nulificado una legislación milenaria, es importante saber, y cuanto antes, si este su 'Motu Proprio' no fue, en realidad un 'Motu alieno'.

   "Este acto inaudito es un acto de poder PERSONAL de un Pontífice, que no deja, para los demás, de protegerse con la cortina de la colegialidad. Pero, nosotros tenemos la seguridad que este acto no ha sido un acto libre. Si se llega aprobar, no habrá necesidad alguna de anular ese acto; en Derecho será un acto nulo y sin valor alguno. ..

   "He aquí que el Señor de los ejércitos quitará a Jerusalén y a Judá el hombre fuerte y el guerrero, el juez, el profeta, el adivino y el anciano, el jefe de cincuenta, el hombre de rostro venerable y de consejo... y les dará mozos por príncipes y afeminados los dominarán" (Is. 11, 1-4). El que pueda comprender, que comprenda.

   Este es Paulo VI; contradicción viviente, que por un lado afirma y por otro lado niega; que, sin guardar muchas veces ni si quiera las apariencias destruye con los hechos lo que había construido con las palabras. Recuerde el lector lo que en el breve al cardenal Lercaro, que también andaba ya frisando en los ochenta, escribió el pontífice, augurando una larga supervivencia en ser vicio de la Iglesia, y lea después el 'Motu proprio', en el que despoja de sus legítimos derechos a los cardenales octogenarios, por razón de la edad, no por razón de incapacidad. La dialéctica paulina es incomprensible, es sencillamente destructora.

   Si aplicamos esta dialéctica, si normamos nuestro criterio por los principios de ese 'Motu proprio', tenemos que concluir que Juan XXIII, el octogenario pontífice, fue un Papa inepto y su con cilio no fue un verdadero concilio, porque, según el Papa Montini, a los ochenta años, la razón no funciona; ni el individuo puede ya recibir las luces del Espíritu Santo.

HABLA EL CARDENAL SIRI, ARZOBISPO DE GÉNOVA.

   Creo de suma importancia, para descifrar el enigma del actual pontífice, citar las valerosas declaraciones del Cardenal Siri. El no habla directamente de Paulo VI, pero creo que lo que dice se puede aplicar al Papa Montini: 

   l.- LA OPINIÓN SUSTITUYE A LA VERDAD

   La primera y fundamental doctrina del poder de este mundo es la afirmación: la verdad no existe. Ya decía San Agustín que la diferencia entre la ciudad del mundo y la ciudad de Dios se finca en que la primera tiene mil opiniones, y la segunda, una sola verdad. La diferencia capital entre las dos ciudades, no versa, por tanto, sobre el contenido, sino sobre la misma existencia de la verdad. Basta recordar el dramático diálogo entre Jesús y Pilatos.

   Lo más grave es que hay una técnica para sustituir la verdad por la opinión. Esa técnica existe y es socorridísima: basta dar una ojeada a la actual producción religiosa, literaria, filosófica. Se trata de expresar opiniones tan cautelosamente formuladas, que es imposible saber cuál es la tesis del autor; o mejor aún: se yuxtaponen unas a otras, como si fueran mutuamente compatibles, doctrinas que son entre sí contradictorias.

   Fijémonos en el slogan de la muerte de Dios. Si se dijese negación, todos comprenderían. Mas aquí nos encontramos frente a una operación sutilmente sofisticada, que quiere dar falazmente la impresión de salvar así la idea más aquilatada y químicamente pura de Dios... por su 'identificación' con la más profunda realidad del hombre.

   Los mismos términos equívocos de 'conservador' y 'progresista' esconden la técnica del relativismo, que conduce toda cuestión doctrinal a los esquemas de derecha e izquierda, con lo que todo se relativiza, todo se torna cuestión de opinión e instrumento de poder. La relativización de la verdad y de la doctrina es el verdadero objetivo de tales exposiciones arbitrarias de los actuales problemas de la Iglesia.

   ¿No es ese absurdo e injustísimo justo medio, que incluso obispos y cardenales preconizan entre nosotros, como si el ideal estuviera en plantarnos a medio camino, entre la verdad y el error?

   2.- ¿RESURGE LA 'GNOSIS'?

   Para cualificar los errores en curso se habla de un nuevo modernismo y también de la protestantización de la Iglesia. Pero el Arzobispo de Génova prefiere recurrir a la 'gnosis'.

   Recuérdese que la 'gnosis', con su atractivo de ciencia y alta especulación, con su afán de comprender el misterio y naturalizar la fe, constituye en el siglo II, el mayor peligro quizá de toda la historia de la Iglesia. Creo -nos viene a decir el Eminentísimo Arzobispo de Génova- que se puede legítimamente calificar de 'gnosis' ese conglomerado de errores, que hoy circulan por ahí, vistos en su sistematización. Mas... ¿son muchos los que saben lo que dicen? Esto es lo terrible: ¡que no saben lo que dicen!

   Se procede no por motivos racionales, sino por el prurito de conformarse al mundo. Pero el poder mundano tiene su propia filosofía; y los teólogos de moda traducen al lenguaje teológico las opiniones del día, no porque acepten una doctrina como tal, sino porque aceptan las doctrinas, que lisonjean a los poderes de este mundo.

   La gravedad del momento presente es ésta: que no se trata ya más de la oposición o contraste entre la verdad y el error, sino entre la verdad y la no verdad, entre el orden de la verdad y la dictadura de la opinión. Los hombres se creen libres por que así figura en los textos jurídicos, cuando esa misma engañosa creencia es prueba de su servidumbre.

   ¿Estará también la Iglesia bajo la dictadura de la opinión? La Iglesia, no; pero muchos que están en la Iglesia, sí. La Iglesia no podría ser violentada en su libertad, sin que el Espíritu Santo suscite poderosas reacciones...

   La polvareda levantada en torno al Concilio no fue querida por Juan XXIII, quien por ello sufrió profundamente; de esto soy testigo personal. La verdadera grandeza cristiana de Juan XXIII consistió en el modo sereno y cristiano con que, midiendo plenamente la imponente gravedad de los problemas, aceptó humildemente su cruz hasta la muerte.

   3.- LO MÁS URGENTE.

   La obra más urgente es restaurar en la Iglesia la distinción entre la verdad y el error. Hemos llegado a tal extremo que todo ejercicio de la autoridad eclesiástica se considera como abuso frente a la libertad. ¡Como si la autoridad fuese la negación de la libertad! Mil poderes ilegítimos coartan muy gravemente y muy sistemáticamente la conciencia y la libertad de las personas en el plano inmediato, mientras que en el plano más profundo las apartan de la verdad, expresada en las fuentes de la Revelación y en el Magisterio. "Yo espero que las justas y autorizadas distinciones llegarán. La pastoral no es el arte del compromiso y la cesión: es el arte de la salvación de las almas en la verdad".

   Esa verdad, que se oscurece tantas veces en las abusivas deformaciones de la liturgia. Hoy se descubren peligrosas pérdidas en lo esencial. Lo sagrado no es solamente el rito: es la presencia, en el rito, de la realidad significada. Cuando se mitiza el rito, se pierde el sentido de la sustancia que contiene. Nada, por consiguiente, de extraño que la Eucaristía se convierta para algunos en una simple fiesta de la unidad humana, en la cual Dios es nada más que un espectador. "Aquí estamos no ya en la herejía, sino en la apostasía".

   Es cierto. "La presente situación de la Iglesia es una de las más graves de la historia, porque, esta vez, la impugnación no le viene de la persecución de fuera, sino de la perversión interior. Esto es muy grave. Pero, las puertas del infierno no prevalecerán".

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