¡NO AL ECUMENISMO! 

Colaboración de Jorge Doré

   No os juntéis en yugo desigual con los infieles; porque ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿Y qué compañía puede haber entre la luz y las  tinieblas?  ¿O qué concordia entre Cristo y Belial? ¿O qué parte tiene tiene el fiel con el infiel? ¿O qué consonancia entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templo de Dios vivo según aquello que dice Dios: Habitaré en medio de ellos y en medio de ellos andaré, y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual salid vosotros de entre tales gentes y separaos de ellas, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo. (Cor. 6, 14-17).

   Nuestros mártires enfrentaron todo género de torturas porque en sus corazones vislumbraron la verdad como inmutable. Su firmeza en este punto les permitió afrontar los más crueles martirios  inventados por el ser humano. Si hubieran asociado la verdad con lo temporal, nunca hubieran derramado su sangre. Se hubieran sentado a esperar el nuevo rostro del mañana en vez de arrojarse a los  tormentos.

    El concepto de ecumenismo, que como un clavo ardiente y retorcido han introducido en el corazón de la Iglesia los Papas afectos al "espíritu del Vaticano II", es una burla al sacrificio de estos testigos y adalides de nuestra fe. Nuestros mártires  no murieron por ser ecuménicos, sino por negarse a serlo. Ellos se sabían, no poseedores, sino seguidores de la verdad que estaban dispuestos a no dejar escapar y rotundamente determinados a no diluir. Fueron exterminados porque en su visión clara e iluminada de lo que no cambia, se negaron  a convivir con la mentira o a vivir aceptando una media verdad. No llegaron a acuerdos, componendas ni concesiones con los obstinados perseguidores de su fe. 

   El ecumenismo es una herejía con disfraz de caridad. Bajo su bandera multicolor y multiforme  se  pretende una fusión de luz y sombras, muerte y vida, infierno y cielo, Cristo y Belial, que da lugar a un híbrido espiritual con piel de catolicismo que estrella las almas de sus fieles contra la puerta estrecha. Es el sueño de una iglesia creada con piedras desechadas por el constructor. Por tanto, a la larga, sus cimientos son falsos y sus paredes, vanas. Somos ecuménicos porque el Papa lo dice y un cúmulo de mentes, algunas adúlteras a la fe y otras ignorantes, lo corean. Creemos en la libertad religiosa y en cualquier otra aberración que el reclamo eclesiástico nos orqueste como si cada palabra pronunciada por estos retadores de la ira divina fuera una definición dogmática. Esta abominación se nos machaca hasta el punto de pretender crearnos un cargo de conciencia por no ser ecuménicos. Debemos perdonarnos mutuamente, nos dicen. ¿Debo yo perdonar a un protestante o a un testigo de Jehová por el hecho de que no sean católicos? ¿O acaso debo pedirles perdón a ellos por serlo yo? Eso no me lo aclaran. Es Dios quien nos va a juzgar, y nosotros sabemos, porque es dogma de nuestra fe (Extra ecclessiam nulla salus), que quienes mueren alejados de la Iglesia Católica, no se salvarán. Su perdón debe venir de Dios y partir  de su relación personal con Este y con la ineludible condición de su conversión al catolicismo. 

   Nuestros mártires no bajaron la cabeza ante nada ni nadie. Hoy en día la mayoría de los católicos inclinan la frente para que una nueva iglesia enferma de mimetismo secular- se las corone con los negros laureles de la herejía o el sacrilegio. Por eso estamos pagando el precio de perder la Iglesia; hemos labrado el camino a la desolación del lugar santo por comprometidos con el mundo, por indiferentes, por tibios; porque hemos vendido la fe de nuestros mártires por treinta miserables monedas que conmemoran el delirio ecuménico de varios papados que, con magistral ambigüedad, han inventado nuevos dogmas, destruido nuestros altares, destituido a nuestros santos, relegado nuestros sagrarios, mutilado el sacerdocio, y transformado a Jesús en siervo de los hombres.

   En proféticas palabras, ya el Papa Pío XII había anunciado: "El Catolicismo será llevado al calvario no por los enemigos de la Iglesia, sino por los tibios".

   Como aceptamos a ciegas lo que proviene de las autoridades eclesiásticas, hemos dejado que el mundo infecte nuestra Iglesia y transmute el oro de nuestra tradición en el burdo plomo del pensamiento moderno. Pero nos hemos olvidado de que no pertenecemos al mundo. Nuestro Señor nos apartó de él. La misión del catolicismo es llevar las ovejas perdidas al rebaño del padre, no compartir nuestro hato con los lobos. "Id, pues y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado." (MT. 28, 19.).

   La Iglesia siempre se mantuvo aislada de los infieles (a no ser para convertirlos) en parte para evitar la contaminación espiritual. Es por eso que el simple hecho de orar con miembros de otras religiones nos está rotundamente prohibido: En los cánones apostólicos se decreta:  "Si un obispo, sacerdote o diácono se une con herejes en plegarias, se privará de recibir  comunión" (Canon 44) "Si un sacerdote o laico entra en la sinagoga de los judíos, o se reúne con herejes y ora con ellos, será depuesto y privado de comunión" (Canon 63) "Nadie debe rezar o cantar salmos con herejes; quienquiera que se comunique con aquellos que han sido cortados de la comunión de la iglesia ya sea sacerdote o laico, será excomulgado". (Concilio de Cartago, IV. 72 & 73. 398 A.D.) (En este Concilio estuvo presente el propio San Agustín).

   Sin embargo ahora todos nos juntamos para desafiar la divina paciencia. Hubo que desmantelar la Santa Misa -copiando exactamente el patrón concebido por el hereje Cranmer cuando quiso destruir el catolicismo- para evitar que otras religiones se disgustaran (parece que el disgusto de Dios ocupa un segundo plano) y no sólo eso, sino que además se invitó a seis protestantes -léase herejes- (que influyeron en ciertas decisiones del Concilio Vaticano II) para inventar una nueva Misa que hoy aceptan tranquilamente tanto los católicos como los discípulos de Lutero, pues incluso concelebran. Se le enmendó la plana al propio Cristo, cuyas palabras fueron "retocadas" para presentar un Jesús más ecuménico (que a la hora de la consagración no derrama su sangre por muchos, sino por todos).

   Además se tuvo la cortesía de modificar la estructura de las iglesias para que dejaran de parecer católicas y todo, claro, en pro del ecumenismo. Estamos rindiendo culto a los infieles en detrimento a la fidelidad a Cristo.

   Cuando Cristo instituye el primado de Pedro, le dice: "Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Tres párrafos más abajo, Jesús comienza a manifestar su voluntad a sus discípulos a través de las cosas que iban a suceder en breve y  "Tomándole aparte Pedro, (a Jesús) trataba de disuadirlo diciendo: ¡Ah, Señor! de ningún modo; no ha de verificarse eso en ti. Pero El (Jesús) volviéndose le dijo: Quítateme de delante, Satanás, que me escandalizas; porque no tienes gusto de las cosas que son de Dios, sino de las de los hombres". (Mt. 16, 23.). Es decir, Pedro quería una iglesia de acuerdo a sus propias convicciones: sin dolor, sin sacrificio. Ese impulso de aparente bondad, pero ajeno a la voluntad de Cristo, le bastó para ganarse el calificativo de "Satanás". Sólo de la mente del maligno puede surgir una iglesia opuesta a la fundada por Nuestro Señor. El ecumenismo no es católico, ni puede llegar a serlo. Tampoco es inspiración del Espíritu Santo, porque ha separado a los católicos en bandos diferentes. Es una pieza que forma parte del plan que los modernistas (tan bien definidos por el Papa San Pío X en su encíclica Pascendi) se han trazado para erigir una iglesia propia de acuerdo a sus inspiraciones e intenciones personales, sin duda equívocas, falsas y dañinas. Porque pierden almas. 

   Respetemos la sangre de nuestros mártires. Y no importa de dónde venga la voz, cuando alguien nos llame a las filas del ecumenismo, recordemos a quienes se sacrificaron por nuestra fe y respondamos con decisión: "Vade retro, Satanás". 

   Quede claro que el Papa no puede, bajo ningún concepto, tomar parte en sus asambleas (con no católicos), ni es tampoco legal para los católicos ayudar o trabajar en esta empresa (ecumenismo), porque de hacerlo, estarán dando lugar a un falso cristianismo, totalmente extraño a la verdadera Iglesia de Cristo. 

   ¿Toleraremos inicuamente que la verdad, esa verdad divinamente revelada, sea motivo de compromiso? (Encíclica Mortalium Animos, Pio XI). 

   "Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema". (Ga. 1, 8.).

   Verdades de fe divinas y católicas: 

   La Iglesia Católica es la unidad cristiana. La Iglesia Católica prohíbe reuniones para buscar la "unidad". Las asambleas para la "unidad" están condenadas. Es herejía decir que todas las religiones son buenas. Rezar por la paz con falsas religiones, es herejía. (Papa Pio XI, Encíclica Mortalium Animos). 

   Si alguien reza con herejes, él es también un hereje. ¡Hacer culto en común con los herejes, está condenado! (Papa Benedicto XV, Cánones 2338.2/1258 del código de derecho canónico de este Papa). 

   Herejía es cuando nos reunimos en oración con los herejes. (Papa Pío XI, Enchiridion Simbolorum 2199). 

   Rezar con herejes por la unidad, es herejía. (Papa Pío IX, Enchiridion Simbolorum 1685-1687). 

   Es herejía decir que los herejes alaban a Dios. (Papa Pío IX, Enchiridion Simbolorum 1718). 

   Fuera de la Iglesia no hay mártires cristianos. (Papa Pelagio II -  Enchiridion Simbolorum 247). 

   La Iglesia Católica es la única misión apostólica. El Espíritu Santo no da vida a los herejes. (Papa Leon XIII. Encíclica Satis Cognitum, 1896). 

   Solamente los católicos pueden ser cristianos. (Papa Pío VI.- Enchiridion Simbolorum. 1500). 

   Cristo no está en todos los hombres. Papa San Pío X. -  Enchiridion simbolorum 2103). p;

   La verdadera fe no se encuentra fuera de la Iglesia. (Papa Pío IX, Encíclica Singulari Quidem). 

   Nadie se salva si no está en la Iglesia. (Enchiridion Simbolorum 1716). 

   Sin la fe católica es imposible agradar a Dios. (Papa Pablo III -  Enchiridion Simbolorum 787. 

   El Budismo es una falsa religión pagana. Es herejía decir que todas las religiones son verdad. Es herejía decir que los hindúes pueden experimentar a Dios. Es herejía decir que los musulmanes pueden experimentar a Dios. (Papa San Pío X, Encíclica Pascendi, 1907). 

   Los herejes son hijos del diablo. Los herejes son nuestros enemigos. (Papa Clemente I. - Epístola a los Corintios. 

   Los judíos rechazan la única fe de Cristo. (Papa San Gregorio Magno. -  Epístola a Cledonius). 

   Todos los que están fuera de la Iglesia Católica no tienen salvación. (Papa Eugenio IV. Enchiridion Simbolorum 714). 

   Todos los infieles se condenan. (Papa San Pío X. Puerta del Cielo. -  Sister Catherine Clarke,  MICM, Boston. Ravengate Press., 1952).

    La Iglesia Católica condena el diálogo con los herejes. (Papa Pablo IV. Ad Catolicos Angliae).

   La salvación sólo se encuentra dentro de la Iglesia Católica. (Papa Bonifacio VIII. -  Enchiridion Simbolorum 468-469).

   Fuera de la Iglesia no hay remisión de pecados. (Papa Bonifacio VIII. - Enchiridion Simbolorum 468).

   Nadie se salva si no pertenece a la Iglesia. (Papa Pío IX. - Enchiridion Simbolorum 1716).

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   Fuera de la Iglesia no es posible encontrar la verdad. (Papa Gregorio XVI. - Enchiridion Simbolorum 1617)

   Es doctrina evangélica el condenar a los herejes. (Papa San Martín I. -  Enchiridion Simbolorum 271-272).

   El Budismo es una religión de condenación. La Iglesia Católica es el único camino de salvación. (Papa Eugenio IV. - Enchiridion Simbolorum 714). 

   Fuera de la Iglesia Católica no hay santa unidad. (Papa San León Magno. De Jejun Pent., sermón 129, II:3). 

   Los herejes no son miembros de la Iglesia Católica. (Papa San Pío V. -  Catecismo del Concilio de Trento).

  

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