Hay
explicaciones asombrosas en pocas palabras, perdidas como una aguja en un pajar,
en un segmento de los voluminosos comentarios de Santo Tomás a distintos libros
de las Sagradas Escrituras.
El
Aquinate divide su comentario al segundo capítulo de la segunda epístola de San
Pablo a los Tesalonicenses en dos partes: exclusión de la falsedad e instrucción
de la verdad. Nos interesa en especial la segunda, que va de las palabras
«quoniam nisi venerit discessio» —
«porque porque sin que primero haya acontecido la apostasía», del medio del
tercer versículo, hasta la conclusión del capítulo.
Esta
parte trata primero de los eventos previos a la venida del Anticristo, y después
trata del mismo Anticristo. Los eventos precedentes a la venida del Anticristo
son dos apostasías: con respecto a la Fe y con respecto al Imperio
Romano.
Interesa
sobre manera la interpretación que nadie menos que Santo Tomás, el Doctor
Communis, da
del significado de «Imperio Romano» precisamente en este pasaje. Él parte de la
interpretación tradicional y agustiniana de Daniel (II, 31) que se refería a
cuatro reinos que precedieron el adviento de Cristo. Por el cuarto de ellos se
entiende el romano, establecido a fin de que bajo su potestad se predicase la Fe
a todo el mundo.
Luego
el mismo Santo Tomás, basándose en el sermón «de apostolis» de
San León Magno —Papa y Padre y Doctor de la Iglesia, que gobernó de 440 a 461
afirma que el Imperio Romano había de durar mucho más allá del siglo V por
transmutarse de temporal en espiritual, y que la naturaleza del Imperio Romano
espiritual era la Fe Católica de la Romana Iglesia.
Las
palabras de ese sermón más relevantes al comentario tomista que estamos viendo
son las siguientes:
Estos [San Pedro y San Pablo] son
quienes te han promovido a ti [Roma] a tal gloria que, hecha una nación santa,
un pueblo elegido, un estado sacerdotal y real, y la cabeza del mundo por la
Santa Sede del bienaventurado Pedro, alcanzaste un dominio más amplio por el
culto de Dios que por el gobierno terreno.
Santo
Tomás prosigue diciendo que la apostasía universal con respecto al Imperio
Romano (en su fase espiritual) es signo conveniente de la proximidad del
Anticristo, así como Cristo vino en el apogeo del Imperio
Romano.
Algunas
líneas más abajo Santo Tomás explica interesantísimamente el versículo séptimo,
«El hecho es que ya va obrando el misterio de iniquidad; entre tanto el que está
firme ahora, manténgase, hasta que sea quitado (del medio)», para el cual
presenta seis exposiciones de las cuales adopta cuatro como
verosímiles.
Nos
interesa especialmente la primera, a la cual parece darle mayor importancia
Santo Tomás, y que también es la más clara y concreta:
tantum ut qui tenet
nunc, Romanum
imperium, teneat, donec de medio
fiat, id est,
donec moriatur.
La
traducción castellana de este sentido adoptado por Santo Tomás sería más o
menos:
mientras
aquel que ahora tiene el Imperio Romano lo tenga, hasta que sea quitado del
medio, esto es, hasta que muera.
A
continuación Santo Tomás aclara que aquel que ha de ser quitado del medio antes
de que venga el Anticristo es la persona pública del Imperio
Romano.
En resumen:
Según el comentario de Santo Tomás a 2 Tes II, el advenimiento del Anticristo
debe ser precedido por una apostasía universal con respecto a la Fe Católica y
al Imperio Romano, el cual es explicado como (1) la Fe de la Iglesia Romana y
(2) como la persona pública del Imperio Romano.
Se no
hay imperio sin emperador, entonces el «Emperador» que dejará de «tener el
Imperio Romano» y será «quitado del medio», en la misma época en que el mundo
apostataría de la Fe de la Iglesia Romana, no puede ser sino el Romano
Pontífice. Y ningún mejor medio para hacer apostatar al mundo de la Fe de la
Iglesia Romana, que un falso papa instigador de herejía reconocido por el mundo
como el Papa.
Esto
se aclara más aún si se lo asocia con el comentario de Santo Tomás a Mateo XXIV,
21-22:
Habrá entonces grande
tribulación,
porque habrá una perversión de la doctrina Cristiana por una doctrina falsa.
Y si no fuesen abreviados aquellos días, a saber, por documento de
doctrina, por una expansión de la verdadera doctrina, ninguna carne sería
salva, esto es,
todos se convertirían a la falsa doctrina.
Si vale la antedicha unión de dos interpretaciones tomistas sobre el Imperio Romano hechas con pocas líneas de diferencia, San Pablo Apóstol dijo que el signo de la inminencia del Anticristo es, con la pérdida universal de la Fe, la desaparición de la autoridad papal. ¡Lo que vemos es malo, pero alguna vez tenía que pasar y esa vez es ahora! Ha sido quitado del medio el verdadero gobierno papal, que fue impedimento insuperable para la venida del Anticristo por más de diecinueve siglos.