En 1986 Wojtyla visitó devotamente la Sinagoga de Roma.(Ya
antes como arzobispo había hecho una visita a la Sinagoga de Cracovia, en su
natal Polonia). La visita efectuada precisamente a la Sinagoga
situada en el corazón de la cristiandad, fue muy elogiada por el Judaísmo
Mundial. Los principales datos sobre el suceso los proporcionó precisamente el
diario israelí matutino The Jerusalem Post(1), reproduciendo una
entrevista con el gran rabino Elio Toaff quien manifestó -habiendo sido él
como rabino en Roma el recepcionista de Wojtyla- que «la visita había sido
preparada durante meses, después de consultas con el Consejo de Rabinos de
Europa, a cuya reunión habían asistido delegados de Israel y Estados Unidos»...
Se congratuló de que «Juan Paulo II hubiera orado junto con la
comunidad judía, en una atestada sinagoga».
Otras fuentes periodísticas proporcionan asimismo otros datos
significativos (2). «En un mensaje preparado para la ocasión, -se dice- el
Pontífice, de origen polaco, se dirigió a los diecisiete y medio millones de
judíos del mundo, diciéndoles que son «los muy amados» y «henanos mayores
en la fe», de la cristiandad. No podía faltar la obligada mención de la Shoa:
«Juan Pablo hablando en italiano y en hebreo, también describió como «manifestaciones
gravemente deplorables» los siglos de discriminación, opresión y falta de
libertad religiosa, impuesta a los judíos por cristianos y no cristianos. El
Papa aceptó quitarse su gran crucifijo para entrar en la Sinagoga.
Los autores de la biografía «Su Santidad»(3) consignan también
jubilosamente el evento; dicen: «Ese día, (el 13 de abril de 1986) Wojtyla
atravesó el Tíber para entrar a la Sinagoga en Lungotevere del Cenci, algo que
ningún Papa había hecho antes...
El largo del Xerxes de Hande1 sonaba con fuerza cuando -el Papa- se apeó de la
limusina. Pero cuando entró al santuario -el primer Pontífice Romano en -poner
pie en una Sinagoga- (repiten) hubo completo silencio. Un Juan Pablo humilde y
respetuoso intercambió un abrazo con el rabino principal E1io Toaff. El Papa
llevaba puestos un solideo blanco y sus vestiduras papales, el rabino lucía su
sombrero de ocho esquinas, y echado sobre los hombros un tallith de rayas
blancas y azules. Juntos caminaron por la nave asiriobabilónica de la sinagoga,
y tomaron sus lugares en la leva, lugar donde se para el cantor y se lee
la Torá... Durante su discurso llamó a los judíos los «hemanos
mayores» de los cristianos, y señaló metas comunes; el final de cualquier
tipo de discriminación, la defensa de la dignidad humana, la adhesión a éticas
individuales y sociales, paz y coexistencia entre las dos religiones, «animadas
por un amor fraternal» (4).
|