La Compañía cíe Jesús y de María, llegó a esta ciudad de Guadalajara, capital del estado de Jalisco, el 9 de Mayo del año 2001 con la presencia del P. Salvador Velázquez y del P. Manuel Odriz. La congregación, pues, se instaló al principio en una casa prestada gracias al apoyo del R.P. Jesús Becerra y de sus feligreses quienes materialmente ayudaron, y siguen haciéndolo, a esta fundación en la medida de sus posibilidades.

   La labor ha sido desde el principio, secundar el apostolado de Monseñor Martínez y del R.P. Jesús Becerra, (establecido en este lugar y quien perteneció hace ya varios años a la Fraternidad San Pío X); con las Misas dominicales, de entre semana, con la exposición del Santísimo Sacramento, la enseñanza del catecismo, la administración de los sacramentos, retiros espirituales, conferencias y en su momento también clases de religión en una pequeña universidad local.

   Tres son los lugares de culto dentro de la ciudad de Guadalajara donde está realizando su apostolado: las capillas del Inmaculado Corazón de María que atiende Mons. Martínez y un Padre de su clero el R.P. Luis Madrigal; de la Inmaculada Concepción y una más dedicada a San José obrero, las que dependen del P. Jesús Becerra. Fuera de la ciudad atiende la Compañía una capilla más, dedicada al Sagrado Corazón de Jesús en Tecomán, pequeña localidad del estado de Colima, al sur de Jalisco y distante alrededor de 300 km. de Guadalajara, en donde se celebra el Santo Sacrificio por ahora una vez al mes.

   Las capillas de la ciudad de Guadalajara son muy concurridas en los tres horarios de Misas que se ofrecen los domingos, es decir, acuden arriba de 100 personas a cada celebración regularmente. Por su parte en Tecomán, asisten cerca de 40, gran parte de ellas gente de condición humilde.

   Aunque varias veces tuvo que cambiar su domicilio, hoy posee la Compañía, gracias a Dios, una casa propia donde habitan los Padres y un pequeño terreno en el campo, donde, si Dios permite, tenemos pensado construir una casa de retiros espirituales.

   La Divina Providencia, pues, no ha dejado de mostrarse generosa con nosotros, a Ella nuestra oración, el agradecimiento, el honor y la gloria.