CARTA A LOS SACERDOTES Y FIELES
Mons. Andrés Morello
Queridos Sacerdotes
Queridos Fieles Católicos:
Quiera Dios bendecirles y
hacerles el don bendito de su paz.
Si la paz es, como dice San
Agustín: “La tranquilidad del orden”; si es aquella serenidad única que tiene
el alma buena, que quiere el bien y lo procura; si la paz supone el orden
necesariamente, y tanto que sin orden no hay paz; entonces es fácil entender
la situación actual del mundo y de sus hombres, de las ciudades y sus
habitantes y, por desgracia, de los conventos, iglesias, monasterios y
obispados y de todos los que aún los llenan o los ocupan. De igual manera es
fácil entender la solución a todo ello.
Sin orden no hay paz.
No se trata del orden
accidental de las cosas, como las joyas bien o mal dispuestas de un alhajero.
Se trata del orden esencial, el de las naturalezas, el de todos los seres en
lo que tienen de propio y específico y en lo que les corresponde por ser lo
que son.
Que los hombres sean lo que son
es que sean lo que deben ser, lo que Dios pensó para ellos al crearlos. ¿Por
qué le concedemos al herrero que su herradura se la pongan al caballo y nó al
jinete? Y sin embargo no le concedemos a Dios cómo deben ser las cosas y los
hombres que Él creó.
No es de hombre rebajarse al
nivel de la bestia; no es de hombre ser afeminado; no es de esposa no querer
ser madre; no es de sacerdote vivir como mundano; no es de laico ser
pontífice; no es de juez ser injusto; no es de soldado ser esclavo de la
política en vez de guardián de la Nación (la Nación es mucho más que la
política partidaria, a veces venal y pasajera); no es de médico acabar con los
inútiles, terminar con la vida que lucha por aferrarse a la existencia o que
apenas cuajada quiere vivir, ensayar su libertad, su amor y su pensar aunque
nadie “haya deseado” su existencia a no ser Dios, quien se valió para dársela
de una “casualidad” o de una “violencia”.
El mundo no está en orden, por
eso no está en paz.
Jamás lo estará hasta que
vuelva a ser cristiano y de la única manera como es posible serlo. Miente el
sacerdote o el obispo que predican una paz distinta a la de Jesucristo quien
dijera de Sí mismo “Yo soy vuestra paz”.
Se engaña y nos engaña el
político que cifra todos sus éxitos y los nuestros en la economía y en los
bienes materiales. Las veredas y las rutas ayudan pero los que no permiten
tropezar en la vida son los ideales y los principios. ¿Quién los enseña?
¿Quién los vive?
Los éxitos económicos por
nuestras tierras hace décadas que no se conocen, y en aquellos países en que
sí, no han conseguido la paz sino una comodidad pegajosa y una molicie
desenfrenada que ha inactivado los ideales y sumido a hombres, a valientes, a
pensadores esclarecidos y a héroes en una cómoda mezquindad.
Para que la paz navideña que es
la paz de Cristo Señor Nuestro sea realmente paz “para los hombres de buena
voluntad” eso es justamente lo necesario: La voluntad firme de los cristianos
de serlo en serio dejando de servir a las pasiones y la voluntad más firme aún
de sacerdotes entregados, sacrificados y generosos que den su vida por Dios y
por las almas.
¡Santas Navidades!
Patagonia
Argentina
20 de diciembre
del 2007
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Mons. Andrés Morello
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