Compañía de Jesús y de María

 

CARTA DE NAVIDAD (2008)

Mons. Andrés Morello

 

   Quiera Dios bendecirles:

                                         “Gloria a Dios en las Alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”

                                        Este es el canto de los Ángeles que inundó la noche de Belén. Podríamos los hombres discutir la enseñanza de otro hombre o poner en tela de juicio la veracidad o nó de sus afirmaciones; pero discutir la afirmación categórica, inocentísima y desinteresada de los Ángeles sólo fuera de hereje o de condenado.

                                        Aceptada entonces, sin discusión, una afirmación que no la admite ni la merece por ser de los Ángeles de Dios, aprendamos con docilidad y respeto su enseñanza. La enseñanza del canto de Belén es doble: Que Dios merece Gloria y que los hombres quieren y buscan la paz. La primera sin condiciones; imposible ponerlas ya que Dios por solo ser Dios ya merece Gloria de todas sus criaturas y principalmente de Ángeles y de hombres. Los hombres no dan gloria a Dios por ignorancia o por maldad ignorando o despreciando su grandeza, su santidad, sus derechos irrenunciables e indiscutibles. Hay que ser muy bruto, muy ignorante o muy malo para no reconocer lo que Dios merece: para no darse cuenta que es hermoso brindarle un honor que nos honra ofrecerle. ¿Desde cuándo es afrentoso o humillante servir en la corte de un Rey en la que todos quisieran servir? Sólo podrían molestarse el envidioso o el traidor.

                                        La segunda enseñanza es clara y evidente para todos. Todos quieren paz y la quieren mucha y duradera, en la vida, en la casa, en la Nación. Lo que no es tan claro es en qué consiste la paz y cuál sea su condición.

                                       Paz es “la tranquilidad del orden”. Evidente entonces que faltando el orden debe faltar la paz. ¿Cuál orden y en qué cosas? En todo y principalmente en lo que uno piensa, en lo que uno dice y consiguientemente en lo que uno hace. De acuerdo pero dirá alguien ¿Cuál es la regla del orden? ¿Qué determina lo que podemos o nó hacer, pensar, decir y querer? Es claro que si algo determina lo que podemos debe ser anterior a nosotros, ya que a todo hombre determina y no sólo a mi. Si determina a todos ha de tener un extendido universal en la geografía y en el tiempo. Una precedencia tan anterior y una amplitud tan grande sólo de Dios puede ser. La Regla del hacer, del querer, del pensar es entonces lo que Dios piensa de Ángeles, hombres y cosas ya que El pensó de ellas y para ellas al crearlas.

                                      Sea mi pensar lo que Dios no recrimine, sea mi decir lo que Dios escuchara con gusto, sea mi querer lo que no me ruborizare en su presencia, sea mi obrar lo que Dios no condenaría ni ahora ni para siempre.

                                     ¿Estará todo en orden lo que hombres y mujeres piensan a solas unos de otros? ¿Estará en orden lo piensa el político que habla a sus seguidores? ¿Pensará lo mismo que dice? ¿Pensará en orden el comerciante que quiere vender, el pobre que pide sin serlo tanto o el rico que niega “porque ahora no puede”? ¿Serán los pensamientos de los gobernantes igual que las promesas hechas a otros países? ¿Realmente todos quieren el bien de todos y solo los mueve el interés patriótico? Es curioso ver cómo habiendo tanto idealista está el mundo tan mezquino…

                                     Volviendo a la paz, es difícil hallarla sobre la tierra, entre las naciones, entre los hombres, en los hogares, en las calles, en las almas.

                                     ¿No será porque falta orden? ¿No es porque nadie quiere pensar, querer y vivir como Dios lo quiere? ¿No sucede a los hombres lo mismo que pasó al nacer Nuestro Señor?

                                    ¿No temen unos perder como Herodes y mandan matar? ¿No saben muchos cuál es la verdad como aquellos viejos escribas que consultó Herodes y que le indicaron claramente en donde nacería el Salvador, aunque ninguno de ellos fue a adorar? ¿No saben los hombres qué es lo que hacen mal y lo que deben cambiar y por no hacerlo se conmueven como aquella Jerusalén que vio pasar a los Santos Reyes Magos que iban a adorar al Rey de Israel prometido? Los vieron pasar y nadie los siguió. San Agustín les hubiera dicho “Teme al Señor que pasa y no sabes si vuelve”

                                    ¿Haremos igual los cristianos? ¿Cuáles guías preferimos? ¿Los Herodes? ¿Los Escribas? ¿Los cobardes? ¿O seremos capaces en cambio de seguir a los Santos Reyes?

                                    Lo cierto es que ellos alcanzaron la paz porque buscaron al Salvador e hincaron sus rodillas y sus vidas ante El. El mundo la dobla ante cualquiera de esos ladrones que roban la paz.

¡Feliz tiempo de Navidad!

                                                                             + Mons. Andrés Morello

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