“…O  HASTA QUE LA MUERTE NOS UNA”

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                 A medida que corren los años se va desarrollando la Providencia de Dios en la Historia. Todos los hombres, chicos o grandes, pobres o ricos, doctos o menos tenemos un fin último marcado al cual debemos tender, y así lo enuncia San Ignacio en su Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales: “El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor y mediante esto salvar su alma”. Pero el salvar el alma no exige únicamente de nosotros el menor esfuerzo para solamente lograrlo y es así como nos amonesta Nuestro Señor Jesucristo con aquel: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto” (S. Mateo 5,48), abarcando en esta admonición a todos los hombres, a los que pasaron ya por este “destierro”, a nosotros transeúntes y a cuantos más pasen por este mundo hasta la consumación de los tiempos.

                   Mediada ya la Semana Santa y en el primer día de lo que la liturgia llama el “Triduo Sacro”, se abre hoy en la liturgia de Penitencia, que anima el tiempo de Pasión, como un pequeño paréntesis para celebrar con gran solemnidad en medio del repique de campanas y las flores del santuario, la Institución de la Sagrada Eucaristía y del Santo Sacrificio y Sacerdocio Católicos. Tres baluartes de nuestra Fe Sacrosanta tan deslustrados y combatidos hoy en día.

                   El mundo hoy, ya no se detiene en estos días Santos; el mundo hoy ya no interrumpe su diario quehacer como años atrás; ya no se molesta hoy el mundo en fijar su atención en la Pasión y Muerte del Hijo de Dios; no cierran ya los negocios, no interrumpen ya su transmisión televisoras y radio; ya no se vacían las calles para llenar las Iglesias; la Semana Santa hoy no colma Templos sinó playas y centros de Espectáculos. “El mundo hoy se ha olvidado de Dios.

                   Vivimos tiempos difíciles de comparar con alguna pasada etapa de la historia. Somos protagonistas de momentos no sólo de escepticismo e inmoralidad como su lógica consecuencia, somos protagonistas de una transformación, o mejor dicho de una transmutación no sólo de la Fe verdadera sinó también de todo concepto de valores, y ya no digamos religiosos sinó hasta de aquellos que la simple Ley Natural que llevamos impresa en nuestras conciencias nos impone.

                   La historia del hombre no ha contemplado momento más hermoso que aquel en que Dios, su Creador, ocupaba el centro de todas las cosas. Aquella Edad Media gloriosa que se ocupó de ponerle un sitial en el mundo cual merece como Rey y Señor, y de ubicar a Dios en el corazón de los hombres como rector de sus acciones. Edad bendita que supo dar a Dios y al hombre su lugar correspondiente; a Dios sobre todas las cosas, al hombre bajo la Ley y Providencia de Dios.

                   Aquella Edad bendita que este mundo descreído de hoy se empeña en deslustrar tachando de obscura; que este mundo anticatólico se empeña en  destruir con astucias y mentiras.

                   El mundo de hoy se encuentra lejos y cada vez lo está más, de volver dar a Dios no sólo su lugar sinó el crédito y el honor que se merece.

                   Dios, la Verdad misma, origen y fundamento de cuanta verdad hay en las cosas ya no es más objeto del saber humano. Dios, bien por excelencia, origen y fundamento de cuanta bondad puedan encerrar las cosas ya no es más objeto del amor humano.

                   “Casualmente” somos protagonistas de una “era de descubrimientos”, descubrimientos que “casualmente” no vienen a enriquecer y confirmar los conocimientos que hasta hoy teníamos sobre culturas antiguas, sinó que por el contrario derriban por tierra lo que por siglos se supo y creyó sobre ellas; y no sólo de culturas sino de creencias religiosas, viéndose principalmente diezmada de “modo casual” nuestra santa Fe Católica: “El Código Da Vinci” por aquí, la “Tumba de Cristo y su familia” por allá, el “Evangelio de Judas” y los “Evangelios Gnósticos” más allá, etc., etc., etc., haciendo avanzar al mundo en el camino del escepticismo a grado tal de hacerle dudar ya no solamente de las Verdades Reveladas sinó aún de la misma “realidad” de las cosas de este mundo, generando una reacción de oposición violenta a todo aquello que no pueda comprobarse, ya no digamos de manera racional, sinó con evidencias materiales.

                   A toda cabeza que se precie de un “céntimo” de sentido común es evidente que todo esto no puede ser “casual”, más cuando el embudo termina siempre en la Iglesia Católica; cuando naturalmente las reacciones desatadas van en detrimento de la Fe revelada, de la Santa misa, la Sagrada Eucaristía y el Sacerdocio Católico.

                   El enemigo jurado de Dios y de los hombres, aquél que en el Paraíso Terrenal logró hacer caer a nuestros Primeros Padres ha intentado, desde el Calvario hasta hoy,  minar y socavar, corromper y destruir la Verdad, la Fe revelada, la Santa Iglesia que Jesucristo nos fundó, valiéndose muchas veces de la astucia y malicia de algunos hombres que públicamente se han declarado, imitando aquel grito blasfemo “non serviam”, en contra de la Iglesia, de la Misa, de la Eucaristía y del Sacerdocio Católico. Estos hombres, enemigos incansables, descubiertos y señalados por Sacerdotes y Obispos,  condenados repetidas veces por los Papas, son los autores de estas artimañas para destruir la Fe de los pueblos cristianos, son los propulsores de esta Revolución Anticristiana, responsables del escepticismo y la inmoralidad que hoy reina en todo el mundo.

                   Fue durante siglos la Santa Misa Católica el muro firme que impidió el avance de esta revolución. Durante siglos fue la Sagrada Eucaristía, Jesucristo Dios y Hombre, quien como Rey del universo ocupó el corazón de los hombres y los mantuvo alejados del error doctrinal y la inmoralidad en las costumbres. Fue el Sacerdocio Católico, Obispos, Cardenales y Papas quienes desde las cátedras les han descubierto, señalado, condenado y combatido frenando su oculto avance por la dominación del mundo y la destrucción de la Iglesia de Cristo. De allí su infernal encono contra estos tres baluartes.

                  La Iglesia, y siempre ha sucedido, ha sido el termómetro del mundo. Tal como era la Iglesia así era el mundo. Y hoy entonces ante tal situación  preguntemos qué pasa con la Iglesia. ¿Dónde está la Iglesia en este momento? ¿Dónde están los Sacerdotes, Obispos, Cardenales y Papas? ¿Dónde están los documentos y las prédicas que debieran descubrir, señalar, condenar y combatir la actual “revolución” que atenta contra la Fe y Moral Católicas?

                   ¿Por qué callan los Ministros? ¿Temen acaso enemistarse con el mundo actual o forman parte también de esa misma revolución?

                   Esta Iglesia Oficial, la de Vaticano II sirve hoy, de manera consciente o nó, a los intereses de esta revolución contra la Fe, la Misa, la Sagrada Eucaristía y el Sacerdocio Católico. Ya no es la misma Iglesia: Ya no predica ni proclama esa Fe dos veces milenaria; ya no transmite ese Depósito doctrinario que Jesucristo le mandó conservar y transmitir a fin de que los hombres fueran salvos; ya no defiende los derechos de Dios y su Verdad.

                   Y esta Iglesia de Vaticano II ya no predica, no proclama, ni conserva ni trasmite la Fe y mucho menos la defiende, porque ya no es la suya; basta solamente escuchar sermones y prédicas de Sacerdotes, Obispos o Cardenales, basta sólo leer Documentos y Encíclicas de los Papas “posteriores al Concilio” para darse cuenta que predican distinto porque creen distinto. Han cambiado la forma de rezar y así su manera de creer, “lex orandi lex credendi”, “la ley del orar estatuye la ley del creer”. Esta Iglesia de Vaticano II derribó por tierra dos mil años de Tradición, ya no tiene la misma Misa, ya no tiene los mismos Sacramentos; han resumido el “Culto Católico” a un “puro culto filantrópico”, el hombre como centro de todo y sobre todo. No es ya más Dios ni sus Mandamientos el fundamento de la conducta moral del hombre; no es ya más Dios el punto de partida y de comparación sinó el hombre. El “pecado” hoy, ya no es una ofensa contra Dios sinó un “atentado contra la dignidad humana”.  

                   ¿Y que hacer ante todo esto?  

                   Lejos de nosotros Sacerdotes ser partícipes de esta revolución por la “Mitra y por la Tiara”  ya antes anunciada. Lejos de nosotros permanecer de “brazos cruzados” ante tal destrucción de la Fe verdadera.

                   Así como en la vida espiritual uno debe buscar reprimir las tendencias depravadas del alma y dominar las malas inclinaciones del cuerpo con actos contrarios de virtud, así de igual modo en el plano de la Fe debemos oponer actos contrarios.

                   Debemos seguir con el camino comenzado desde el día de nuestra Ordenación y hacer lo mismo que hizo la Iglesia durante dos mil años, lo mismo que hizo la Iglesia hasta hace cuarenta años “antes de la Revolución de Vaticano II”.

                   El mundo actual necesita Doctrina verdadera y Moral Católica. Necesita Sacerdotes, Obispos, Cardenales y Papas que llevando ceñidas sus espaldas con una vida moral intachable, sin doblar la rodilla ante el mundo, descubran y señalen, combatan y condenen los errores doctrinarios modernos y la inmoralidad que estos engendran. El mundo actual necesita la verdadera Misa Católica, la de siempre, la única con derecho propio a la existencia e incapaz de coexistir con la “misa nueva” que de suyo a nadie salva, no necesitando Sacerdotes o fieles recurrir al “prometido indulto” para poder celebrar o asistir a la Misa de siempre ni para sentirse católicos; indulto que no busca volver a la Tradición abandonada sinó hacer retroceder a quienes hemos hecho un compromiso con Dios antes que con los hombres, a quienes nó cambiamos la Misa, que siempre oficiamos, por la Doctrina de Vaticano II que se pide a cambio, a quienes nunca nos olvidamos del “Juramento Antimodernista”, mandado por San Pío X , que hicimos delante del Santísimo.

                   La Iglesia de Vaticano II y el mundo actual necesitan nuevamente entronizar a Dios y colocarle por encima de todo y contra todo, no se trata de hacer un “retroceso” como muchos quieren llamarle, solamente es retomar el camino abandonado, Doctrina y Moral verdaderamente Católicas que han hecho Santos durante dos mil años.

                   En este día tan especial pongamos un verdadero trono en nuestras almas al Sacrosanto Sacramento del Altar, y al Sacrificio y Sacerdocio Católicos.

                   Por los Ministros, fieles a la Doctrina y Sacrificio dos veces milenarios, nuestra plegaria en la Santa Misa de hoy, y la divisa de ser fieles custodios y trasmisores incansables de la Fe de Cristo y de estos tres baluartes; fieles custodios porque esa Doctrina no es nuestra sinó de Dios; incansables trasmisores porque “nihil volitum nisi praecognitum” “nada es amado sinó se conoce”,  a fin de cumplir con aquel mandato de la misma Verdad Eterna: “Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”; incansables, hasta que los derechos de Dios sean restaurados en la Iglesia y en el Mundo o “hasta que la muerte con Él nos una”.                      

Ave María Purísima.

  Jueves Santo del 2007 

             Padre Alfredo Contreras         

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