LOS CORAZONES DE
SANCHEZ ABELENDA Y LE LAY
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           El título se refiere notoriamente al R.P. Sánchez Abelenda y al R.P. Le Lay. En dicho título aparecen sus nombres sin sus prerrogativas de honor y dignidad no porque no lo merecieran, que sobradamente sí; figuran allí sus apellidos solos por razón de simplicidad y porque esos dos nombres de por sí son elocuentes para quien tenga al menos una noción precaria del Tradicionalismo en Argentina.

         Por oposición a ellos haremos referencia a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

         - ¡Ud. quiere hablar contra la Fraterniddad!

         - No Señor, no necesitamos hacerlo ya que al árbol por sus frutos. Tampoco es normal ni cristiano del todo que cada vez que alguien habla de mi y no me alaba, entonces yo me enoje, proteste mi inocencia y reivindique mi conducta.

         Ponemos a la luz simplemente una relación que ya no es la misma, un respeto y un afecto que ya no son iguales, más, que hoy son opuestos a como eran.

       No queremos faltar ni a la verdad ni a la caridad. El amor y la justicia infinitamente bien conjugados en Jesucristo guiaron la mano redentora al usar el látigo de sogas para espantar mercaderes del Templo. Lejos de aquellas virtudes infinitas, los hombres podemos desviar del justo medio de la caridad o de la justicia pero nada tan ajeno a nuestra intención.

         Decíamos que la relación, el respeto y el afecto ya no son iguales, más, son opuestos a como eran.

         ¿A qué nos referimos? 

        ¿A quiénes?

         Evidentemente a quienes dan nombre a estas líneas: Al R.P. Sánchez Abelenda y al R.P. Le Lay. El primero, profesor universitario, doctor en filosofía cuya tesis doctoral fue sobre Donoso Cortés, testigo presencial de Vaticano II y del silencio impuesto por uno de sus “moderadores” al Cardenal Ottaviani; decano universitario, sacerdote fiel.

         El segundo, sacerdote de la misma congregación que Mons. Lefebvre, al quedar ésta malherida por el modernismo tuvo el valor de dejarla; Párroco del El Tala en la Provincia de Salta , mantuvo allí la Fe Católica y en muchas almas editando aquel famoso Boletín  “La Tradición” que era conocido en América y Europa. Cuando conocimos a Mons. Lefebvre en 1977 el R.P. Le Lay le ayudaba la Santa Misa y luego se sentó a su mesa en la casa de la respetada familia Ferrari en Buenos Aires.

         Cuando Mons. Lefebvre nos ordenara sacerdotes el R.P. Sánchez Abelenda fue padrino de ordenación del entonces padre de Galarreta , mientras que el R.P. Antonio Mathet [1] lo fue nuestro.

         Los R.R.P.P. Sánchez Abelenda y Le Lay fueron faros del tradicionalismo en Argentina, aglutinando en torno a ellos la resistencia contra las reformas modernistas y contra la Misa nueva.

          El R.P. Sánchez Abelenda siempre tuvo su misa de horario en el priorato de la Fraternidad en Buenos Aires hasta su muerte; sus restos mortales descansan en el cementerio del Seminario de la Reja.

          El R.P. Le Lay expulsado de El Tala por el Obispo de Salta por su fidelidad a la Fe Católica y la Misa de siempre, encontró refugio en Alta Gracia en la Provincia de Córdoba, en una casa generosamente prestada por la familia Grünwaldt. Desde allí y en Córdoba plantó las raíces de la Misa tradicional, primero contra-esquina del mismo edificio del Arzobispado, luego en la capilla que preparaban los esposos Boixadós, hoy priorato de la Fraternidad, hasta que la enfermedad se lo impidió. Desde que cayó enfermo tuvimos el consuelo de llevarle los sacramentos cuando íbamos a decir la Santa Misa a Córdoba (el Priorato no existía aún como tal) y de administarle los Santos Oleos y de escuchar su fervorosa confesión general.

        Ambos sacerdotes fueron admirables en su fidelidad a la Fe y la Misa católicas, en eso jamás claudicaron, nunca dijeron la “misa” reformada.

         Cuando la Fraternidad aún no hacía pie en Argentina la Santa Misa sí estaba en pie gracias a ellos y, nuestra fe, en los que los conocimos. Ellos comenzaron parte de lo que hoy tiene la Fraternidad, ellos eran respetados y apreciados por Mons. Lefebvre, ellos compartieron su mesa, asistieron a sus ceremonias; todos les apreciamos en la Fraternidad y estimamos su doctrina y, de una manera peculiar, su fidelidad a toda prueba.        

        Ya basta de historia. Revisamos los cuadernos de los años idos por aquellos novatos que nos lean y no supieran de quiénes hablamos, por aquellos más viejos a los que el tiempo haya borroneado con su pátina la memoria de lo vivido y de lo adeudado.

         Cosa curiosa, el R.P. Sánchez Abelenda y el R.P. Le Lay, ambos, eran sedevacantistas, lo eran convencidos, a ultranza y por completo. Lo fueron en público y en privado, con los tradicionalistas y diciéndolo a las mismas jerarquías oficiales de la Iglesia.

         La Fraternidad los respetó, los honró y los apreció, aún Mons. Williamson, quien si mal no recordamos, conoció al P. Sánchez Abelenda y hasta compartió la mesa con él.

         Si el sedevacantista no es católico, si no es confiable, si no se debe asistir a sus misas o sacramentos como dice hoy la Fraternidad, entonces ¿Por qué la diferencia con aquellos dos grandes sacerdotes?

         Si no hay diferencia doctrinal, ¿Merecerían quizás el mismo trato los otros Padres sedevacantes?

         Si sí hay diferencia, entonces alguno cambió, y no lo fueron ciertamente esos Padres generosos y valientes que siempre pensaron igual de la Roma modernista, de Paulo VI y compañía.

         Hoy la Fraternidad estigmatiza la doctrina de Sánchez Abelenda y Le Lay, goza de su herencia y de los frutos de sus esfuerzos pero hace renegados a los que piensan como ellos pensaron y a los que quieren como ellos quisieron.

         ¿Qué cambió? ¿Quiénes cambiaron?

         ¿Tanto puede valer querer acomodarse con Roma?

         ¿Habrá que aceptar lo nuevo para que Roma reconozca lo viejo, lo de siempre?

         ¿Callaremos ante la misa nueva para poder decir la católica?

         ¿Rezaremos por Primatesta y por Laguna callando los nombres de Sánchez Abelenda y Le Lay?        ¿Besaremos la mano de Arrio para conseguir la libertad de San Atanasio?

         Pediremos a Crammer los óleos para ungir las tumbas de los sacerdotes fieles que preferirían huir de ellas a ser ungidos de esa manera?

         Esos son los corazones de Sánchez Abelenda y Le Lay No quisieron más que una Misa, un sacerdocio y una Iglesia. Para ellos todo lo que se opuso a la Tradición de la Iglesia fue pecado como lo fue para los Santos. Esos corazones latieron con fortaleza de gigantes para oponerse al mal, al modernismo, a esa misa de segunda. Esos corazones dejaron su siembra cuajada para otros en los que confiaron.

         ¿Latirían igual esos corazones para los que hoy se enseñorean en su era?  

         O el uso ha aflojado sus cuerdas o es la música la que ha cambiado.  

         R.P. Sánchez Abelenda R.P. Le Lay, que la luz perpetua brille para vosotros.

Padre Andrés Morello
Sacerdote Católico
c.c. 165 (8430) El Bolsón.Río Negro.

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